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La repentina caída del ministro de Finanzas alemán, Oskar Lafontaine, tuvo su génesis en una reunión que sostuvo el martes al mediodía el canciller Gerhard Schroeder con los patrones de cuatro de las compañías energéticas más importantes del país. Ostensiblemente, esta reunión iba a tratar el proyecto del gobierno de eliminar gradualmente el uso de la energía nuclear, pero en vez de esto los patrones atacaron al canciller por el proyecto de reforma fiscal de Lafontaine, que fue aprobado por el Bundestag (Cámara baja) la semana pasada. Partes del proyecto preveían gravar las reservas financieras de las compañías, y usar lo recaudado para un fondo especial que pagaría, entre otras cosas, por el cierre de las plantas nucleares. Los jefes de la industria energética adujeron que el plan de Lafontaine les costaría 25.000 millones de marcos (14.500 millones de dólares), mientras que el ministro de Finanzas había declarado que los nuevos impuestos les costarían sólo 6000 millones de dólares. Aunque habían exigido que Lafontaine estuviera presente en el encuentro con Schroeder, el ministro no se presentó, declarando altivamente que tenía otros compromisos. Al final los números de los patrones eran los correctos, mientras que parecía que los de Lafontaine estaban, deliberadamente, errados. Al día siguiente, en la reunión semanal de gabinete, un Schroeder furioso disciplinó duramente a su tropa, y algunos miembros afirmaron que el canciller venía buscando problemas. La ministra de Asuntos Familiares, Christine Bergmann, fue criticada por proponer que el franco por maternidad fuera extendido de tres a seis años. Jurgen Trittin, el líder de los Verdes y ministro de Medio Ambiente, se ha transformado en el recipiente favorito de las bofetadas del canciller, y se lo censuró por haber pedido que se reduzcan los límites de velocidad para combatir el smog. Y aunque no se lo nombró, Lafontaine fue atacado por el caos de la reforma fiscal. Schroeder declaró que no toleraría una campaña subrepticia que socavaría la relación que está intentando cimentar con las empresas alemanas. Tanto Lafontaine como Trittin acusaron a los dos asesores más cercanos del canciller, Bodo Hombach y Franck Steinmeier, de conspirar contra ellos y de filtrar deliberadamente información tendenciosa a los medios. Los acusaron además de acordar políticas con el gabinete, para luego distanciarse a ellos mismos y a Schroeder de los resultados. Lafontaine subrayó que la reunión del día anterior supuestamente iba a tratar sobre la energía nuclear, no la reforma impositiva. Ya al comienzo de la semana, el equipo de Schroeder había filtrado una noticia al diario italiano La Stampa en el que sugerían que era posible que Lafontaine fuera reemplazado como ministro de Finanzas por Hans Eichel, ministro saliente socialdemócrata del estado de Hesse. Esto probó ser cierto ayer, aunque la otra parte de la noticia que Lafontaine sería el nuevo presidente de la Comisión Europea ahora parece irrisoria. Hace tres días se decía que Lafontaine estaba de buen humor mientras se encontraba con sus asesores en el Ministerio de Finanzas. Pero a la noche del miércoles Bela Anda antes un periodista del tabloide alemán Bildezeitung y ahora el vocero segundo del canciller anunció a varios reporteros que Schroeder no estaba satisfecho con la labor de su gabinete, y que esta situación podría llegar a un punto en que no podría asumir responsabilidad por sus políticas. Anda declaró además que el canciller consideraba que Lafontaine había cometido un error estratégico al calcular mal los números cuando gravó a las empresas energéticas. Por sí sola, ninguna de estas declaraciones se podía entender como un despido o una renuncia. Sin embargo, Anda agregó que Schroeder estaba determinado a lograr el triunfo en sus negociaciones con las grandes empresas y que sentía que en esta tarea estaba siendo deliberadamente saboteado desde dentro de su propio gabinete, probablemente por Lafontaine. Quiero mantener el diálogo en pie, pero no puedo hacerlo si continuamos exigiéndoles a las empresas más de lo que pueden aceptar. Nopuede haber ninguna política antiempresas mientras yo sea canciller, fue lo que Anda citó de la declaración del canciller. Lafontaine respondió esa misma noche llamando al portavoz de Schroeder Uwe-Karsten Heye, quien le aseguró que el canciller no tenía ninguna intención de renunciar. Para el jueves, la pelea en el gabinete era la principal fuente de especulaciones de los medios alemanes, pero aparte de la filtración anterior a La Stampa, no había ni rumor de que Lafontaine dimitiría. Aun anteayer, varios funcionarios del Ministerio de Finanzas sostenían que no tenían ningún indicio de que el ministro tuviera intenciones de renunciar. Pero en Frankfurt, la capital financiera del país, para el jueves a la tarde circulaban muchos rumores de que los días de Lafontaine al frente de Finanzas estaban contados. La clase política en Bonn continuaba estupefacta ayer de la movida de Lafontaine, y había suspicacias sobre el verdadero motivo. En Saarbrucken, donde vive Lafontaine, la única señal de vida en la casa del ex ministro era de su hijo Carl-Maurice, quien espiaba desde atrás de las persianas cerradas.
FESTEJOS EMPRESARIOS Y DUDAS POLITICAS Las
reacciones fueron vociferantes desde ambos bandos, pero todavía no está claro cuáles
serán las consecuencias de la renuncia de Oskar Lafontaine a su cartera como
superministro de Finanzas y líder del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD).
Ayer la noticia si-guió alegrando a los mercados financieros alemanes, lo que se reflejó
en una suba inusitada en la Bolsa de Frankfurt del cinco por ciento aunque el euro
bajó del nivel de 1,10 dólares al que había subido luego de la noticia. El
canciller Gerhard Schroeder estuvo más guardado, pero también tiene motivos para
alegrarse ya que asumió el liderazgo del partido. Schroeder anunció que no modificaría
el plan económico de Lafontaine que culminó en su renuncia, pero pocos le creen.
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