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Por Cecilia Hopkins La cuarta presentación del grupo español La Zaranda (Teatro inestable de Andalucía La Baja) marcó el final del II Encuentro Iberoamericano de Teatro, desarrollado en el Cervantes, pero sus funciones en Buenos Aires continúan. En carácter de pretemporada, el grupo español hará aquí su notable obra Cuando la vida eterna se acabe hasta el domingo 21 de este mes. No es el único de los invitados que se quedó al Festival: el grupo costarricense Quetzal continuará en la sala Orestes Caviglia con La historia de Ixquic, un unipersonal del actor Rubén Pagura . Nacido en la ciudad andaluza de Jerez de la Frontera, el grupo La Zaranda lleva poco más de veinte años de trabajo continuo. Liderado por el director y actor Paco Sánchez (o Paco de La Zaranda, como gusta llamarse), el conjunto refirmó la continuidad de su personalísimo estilo en cada una de sus visitas a Buenos Aires (entre otras obras estrenaron aquí Perdonen la tristeza, Mariameneo, Mariameneo y Vinagre de Jerez). Su modo de concebir la escena recuerda el teatro de Tadeusz Kantor y Samuel Beckett, ha sido definido por su director como teatro de raíz, teatro esencial, teatro de la resurrección, teatro del hombre perdido ... En abigarrada reunión, una multitud de objetos polvorientos y ajados por el uso recrean en cada obra una atmósfera especial. Unidos a través de vínculos invariablemente absurdos, sus personajes repiten obsesivamente un puñado de frases que hablan de la irracionalidad de la existencia, de la miseria del destino, del paso del tiempo. De tanto en tanto, los actores mismos acarrean parte de la utilería para transformar el espacio, mientras fragmentos de músicas procesionales irrumpen con la fuerza de la saeta andaluza en las ceremonias de la Semana Santa. En Cuando la vida ... cuatro sujetos embrutecidos por la miseria se relacionan desempolvando viejos rencores. Un peregrino vuelve al albergue que habitan tres mujeres, pero esta anécdota no intenta contar una historia convencional. En realidad, las escenas podrían intercambiar el lugar que ocupan sin alterar el sentido del espectáculo: el acento está puesto en la atmósfera de la situación y en la temperatura de los dichos de sus protagonistas. Vestidos con andrajos y con el mismo gesto exasperado, los personajes dejan entrever agonías metafísicas inconsolables o hablan de nimiedades. Con la misma vehemencia se echan en cara mezquindades del pasado, participan del mismo fervor mesiánico o lamentan por turno las inclemencias de la lluvia. Entre elásticos de colchones, cirios y barreños llenos de agua, los actores de La Zaranda completan un cuadro demente que expresa el paisaje interior de sus personajes, prófugos de sueños que se fugan hacia la nada.
HOY ENTIERRAN LAS CENIZAS DE OSWALDO
GUAYASAMIN Los
restos del pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín fueron incinerados ayer en las afueras
de Quito y sus cenizas serán enterradas hoy, cerca de las raíces de un árbol, y junto a
las de su nieta y tres bisnietos. El director de Asuntos Internacionales de la Fundación
Guayasamín, Alfredo Vera, ratificó que se respetará la decisión del pintor, que
quería ser enterrado en su propia casa y sin grandes ceremonias. Quería que los
restos estuviesen en su propia casa, quería que en un jardín se depositaran sus cenizas
al pie de un árbol, y eso vamos a hacer, indicó Vera, familiar del maestro, uno de
los artistas más importantes de la historia de la plástica latinoamericana. La familia
del pintor se negó a que sus restos fueran repatriados desde Estados Unidos por el
gobierno ecuatoriano, argumentando que el país está en grave crisis económica. Ese
gesto le hubiese encantado al artista, un hombre de izquierda que se llevó muy mal con
casi todos los gobiernos de su país, a lo largo de más de cinco décadas de actuación
pública.
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