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Otra apuesta a todo o nada

Por Mario Wainfeld


t.gif (862 bytes)  Parece que sólo le queda presentarse. Si se baja de su “precandidatura”, ahora será una victoria de la oposición y del odiado Eduardo Duhalde. Y, si se presenta, todo sugiere que será derrotado. Siempre apostó a durar y a conservar poder, pero los tiempos se le acortan y su poder se encoge porque ha perdido varias barajas en el camino, entre ellas a Ramón Ortega y Carlos Reutemann que hubieran podido ser sus delfines, candidatos alternativos, muletos (o como rebautizó uno de los dos hombres parcos pero no zonzos que pudieron ser sus sucesores) profilácticos... en todo caso dos recursos que ya no tiene. También se le ha traspapelado el apoyo de varios gobernadores. Objetivamente su candidatura está débil, más débil que nunca, aunque sigan intactos su voluntad y su desparpajo.
Pero él siempre dobla la apuesta. Tras una semana en la que sufrió varios reveses duros, se lanzóna04fo01.jpg (7620 bytes) con todo a hacer campaña en Catamarca. Las encuestas dicen que Ramón Saadi pierde por nueve puntos. La derrota se apuntala en la capital de la provincia, la ciudad donde fue asesinada María Soledad Morales y donde la diferencia es de casi veinte puntos. Sería una hazaña política revertir ese resultado. Y allí fue el presidente Carlos Menem, a jugarse por su pollo y sobre todo por él mismo. A dar vuelta la elección, a lograr demostrar que es imbatible en campaña. Sus asesores se entusiasman: es una contienda a su medida, el interior contra la Capital. Si la lista de Ramoncito gana en Catamarca, el Presidente será el dueño de la victoria (¿no se apropió acaso del éxito de De la Sota, que no lo dejó ni acercarse a Córdoba antes del comicio?) contra las ciudades, contra los medios, contra la Alianza, contra Eduardo Duhalde y, ya que estamos, contra Carlos Ruckauf, un adalid del antisaadismo en el Senado.
Y en verdad, cuando se sube a la tribuna, sea en Parque Norte o en Fiambalá, parece indomable. Pero, si se aguza la mirada, en ambos casos le habla a auditorios demasiado acotados. El público es el peronista de ley, que aplaudiría igual a Duhalde o a Ortega. Los dirigentes son pocos, a menudo impresentables, obsecuentes pero no aptos para ganar un voto pero sí ahuyentar varios, una fauna semejante a la que predominó en el patético lanzamiento de la precandidatura de Antonio Cafiero a gobernador bonaerense (léase arrancarle 20 o 30 por ciento de los votos a Duhalde de local).
El principal problema del Presidente no es la Alianza que está para oponérsele. Ni Eduardo Duhalde, quien hace meses también dejó en claro que estaba dispuesto a enfrentarlo. El principal problema es que su candidatura no cuaja en grandes sectores del electorado ni en el propio riñón del PJ. Siete de cada diez personas rechazan la obsesión presidencial y ese dato no ha sido revertido en meses de hipervoluntad de Menem, en los que (como en estos días) multiplicó su presencia recibiendo o visitando a dignatarios extranjeros, mandando cartas
abiertas, apoyando al Papa (y a Pinochet).


Sin duda en los próximas días argüirá que es víctima de una conjura entre el duhaldismo y la Alianza que ya acometieron dos acciones conjuntas contra su ambición, la votación en
diputados y la consulta popular. Pero no son sólo ellos (y acaso no son principalmente ellos) quienes le sugieren que se detenga. Los gobernadores Arturo Lafalla, Jorge Obeid y Adolfo Rodríguez Saa (que no son duhaldistas) tragaron saliva y con la mayor cortesía y la mayor firmeza posibles le pidieron (por primera vez de cuerpo presente y en público) que se bajara. Eduardo Bauzá no es duhaldista (en todo caso no lo es en este momento) y le susurra (en privado) que no siga adelante. Carlos Corach es insospechable de duhaldismo y comenta por lo bajo que él (Corach) cree que sería mejor que el Presidente desistiera de la reelección y asegura que se lo dijo. Y hace otro gesto que demuestra que calcula no estar mucho más en la Rosada: va en pos de la senaduría del PJ Capital, una banca a la que se puede acceder sin votos, otro subproducto trucho del pacto de Olivos. Carlos Reutemann(que es reutemista) volvió a negarse a ser copiloto, muleto o profiláctico presidencial y se fue a Europa, bien lejos que se pueda de la interna del PJ.
No es la Justicia la que interfiere su ambición, todo el menemismo confía en que a la hora de la verdad la mayoría automática de la Corte jugará para el Presidente. Los escollos que enfrenta Menem son políticos, le cuesta lograr algo que siempre consiguió: oleadas de votantes y un partido fuerte detrás.
Su próxima baraja es Catamarca, una provincia atípica entre otros motivos porque Menem conserva ahí una excelente imagen. Con eso, con su polenta y su carisma confía en levantarle el brazo al ganador, demostrar que puede dar vuelta cualquier elección, contra todos. Si eso ocurre, habrá ganado un round. Y acaso sea el momento de decidir que sí será precandidato. Si lo hace pondrá en grave riesgo al sistema democrático. Pero, bien mirado, es difícil suponer que no lo pondrá si se retira o, si una vez lanzado es derrotado en la interna por Duhalde o por la Alianza en la nacional. Cuesta imaginar que aceptará mansamente algún escenario de derrota (esto es cualquiera en que él no sea el próximo presidente) sin poner en riesgo el sistema institucional, sin violar la legalidad como sin mayores cargos de conciencia viola la Constitución que no sólo juró sino que inventó.

 

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