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OPINION

Juego de espejos

Por Enrique Zuleta Puceiro


t.gif (862 bytes)  Medido en términos convencionales, el arco de posibilidades de la estrategia reeleccionista es todavía muy amplio. En el fondo es un juego en el que todos ganan salvo, acaso, el mismísimo actor principal. En la medida en que el justicialismo ha pasado a ser a un mismo tiempo gobierno y oposición, sus principales adversarios han ampliado significativamente las posibilidades electorales de cualquiera de los beneficiarios finales de la operación. Los casi veinte puntos de ventaja que la Alianza ostentaba hasta noviembre pasado en las encuestas sobre voto a partidos se han reducido a siete y todos los posibles candidatos crecieron en niveles de conocimiento y valoración social. Si bien Duhalde duplica a Ortega y triplica a Reutemann, sería aventurado descartar eventuales soluciones de compromiso que devuelvan a cualquiera de ellos al centro del escenario. Las ventajas del empeño re-reeleccionista alcanzan incluso a la propia Alianza. Sin candidaturas en ninguno de los principales distritos del país, radicales y frentistas tienen aún por delante una compleja tarea de sintonía fina en materia de definiciones programáticas, conformación de listas y desafíos electorales provinciales. Aún así, la supervivencia política de Menem sigue siendo el motivo primero y principal de existencia de la coalición. Si lo que está en riesgo es la República y la Constitución, ¿a quién puede importar las discusiones sobre el futuro del modelo y el control de calidad de las ideas económicas de la oposición? El empeño reeleccionista es así una ficción indispensable para todos. Los civilistas definen a las ficciones como “afirmaciones conscientemente inexactas”. En el plano de la política, su función es asegurar un “como si”, indispensable para preservar la integridad de un orden que, de otro modo, estallaría en mil pedazos. Las energías centrífugas latentes en el peronismo sólo pueden neutralizarse mediante un juego permanente de sombras y espejos, que garantice en todo momento una férrea conducción centrípeta y ascendente. En toda una década, junto a muchas ideas trascendentes e innovadoras en materia económica, el menemismo sólo alumbró una idea política: la elección, reelección y re-reelección de su conductor. Esta inexplicable penuria de ideas y alternativas específicamente políticas es lo que hoy ensombrece el futuro del justicialismo. Al Presidente sólo le cabe ser fiel a sí mismo y avanzar hacia adelante, sin importar los costos. No concibe otro camino. Después de todo, es lo que más parece convenir al resto de los protagonistas, sin más perspectivas que las de sus propios intereses particulares. ¿La sociedad?... resignada, ausente y sumida con razón en sus propias preocupaciones.

 

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