Medido en
términos convencionales, el arco de posibilidades de la estrategia reeleccionista es
todavía muy amplio. En el fondo es un juego en el que todos ganan salvo, acaso, el
mismísimo actor principal. En la medida en que el justicialismo ha pasado a ser a un
mismo tiempo gobierno y oposición, sus principales adversarios han ampliado
significativamente las posibilidades electorales de cualquiera de los beneficiarios
finales de la operación. Los casi veinte puntos de ventaja que la Alianza ostentaba hasta
noviembre pasado en las encuestas sobre voto a partidos se han reducido a siete y todos
los posibles candidatos crecieron en niveles de conocimiento y valoración social. Si bien
Duhalde duplica a Ortega y triplica a Reutemann, sería aventurado descartar eventuales
soluciones de compromiso que devuelvan a cualquiera de ellos al centro del escenario. Las
ventajas del empeño re-reeleccionista alcanzan incluso a la propia Alianza. Sin
candidaturas en ninguno de los principales distritos del país, radicales y frentistas
tienen aún por delante una compleja tarea de sintonía fina en materia de definiciones
programáticas, conformación de listas y desafíos electorales provinciales. Aún así,
la supervivencia política de Menem sigue siendo el motivo primero y principal de
existencia de la coalición. Si lo que está en riesgo es la República y la
Constitución, ¿a quién puede importar las discusiones sobre el futuro del modelo y el
control de calidad de las ideas económicas de la oposición? El empeño reeleccionista es
así una ficción indispensable para todos. Los civilistas definen a las ficciones como
afirmaciones conscientemente inexactas. En el plano de la política, su
función es asegurar un como si, indispensable para preservar la integridad de
un orden que, de otro modo, estallaría en mil pedazos. Las energías centrífugas
latentes en el peronismo sólo pueden neutralizarse mediante un juego permanente de
sombras y espejos, que garantice en todo momento una férrea conducción centrípeta y
ascendente. En toda una década, junto a muchas ideas trascendentes e innovadoras en
materia económica, el menemismo sólo alumbró una idea política: la elección,
reelección y re-reelección de su conductor. Esta inexplicable penuria de ideas y
alternativas específicamente políticas es lo que hoy ensombrece el futuro del
justicialismo. Al Presidente sólo le cabe ser fiel a sí mismo y avanzar hacia adelante,
sin importar los costos. No concibe otro camino. Después de todo, es lo que más parece
convenir al resto de los protagonistas, sin más perspectivas que las de sus propios
intereses particulares. ¿La sociedad?... resignada, ausente y sumida con razón en sus
propias preocupaciones. |