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AVANZADA MEDIATICA DEL VICEPRESIDENTE CARLOS RUCKAUF, PRECANDIDATO A GOBERNADOR
La sonrisa que brilla más frente a las cámaras

Pidió que quiten la concesión a Edesur, elaboró un proyecto para salvar a Racing, trató al príncipe Charles de usurpador, se opuso a la re-re y manifestó su dolor por la muerte de Bioy. Su estrategia de medios. Lo que vendrá.

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Por Sergio Moreno

t.gif (862 bytes)  Se levanta temprano todas la mañanas y lee los diarios. Los lee como si fuera un periodista y hace trabajo de periodista sobre el trabajo que ya hicieron los periodistas: selecciona las noticias que ya fueron seleccionadas por los profesionales. Sus criterios no difieren del de los editores de los medios más populares: que la importancia del tema –fuera cual fuese– sea tal que sus consecuencias involucren a la mayor cantidad de gente posible. “Le sale naturalmente”, dicen sus principales asesores. Carlos Ruckauf, sutil esgrimista de la política mediática, se sabe hoy más que antes con las manos libres para opinar, generar polémica y ganar espacio en el corazón de los votantes que, en octubre de este año, deberán decidir –entre otros cargos– quién será el próximo gobernador de la provincia de Buenos Aires.
El vicepresidente y elegido de Eduardo Duhalde para pelear por la gobernación culminó una semana rutilante en la cual se involucró en los principales asuntos que preocuparon a los argentinos: la quiebra de Racing, la visita del príncipe Charles y su frase sobre las Malvinas, la re-re y la muerte de Adolfo Bioy Casares. Antes lo había hecho con el superapagón de luz que Edesur supo conseguir, las zonas rojas en la Capital y el encarcelamiento de Augusto Pinochet en Londres.
na09fo02.jpg (8407 bytes)Ruckauf siempre trató de cuidar su imagen, aun en los momentos más negros de su carrera política: por ejemplo, cuando era ministro del Interior y encargado de la seguridad nacional y voló la sede de la AMIA masacrando a 86 argentinos; o cuando en su juventud se sentó en el gabinete de Isabel Martínez de Perón impulsado por la UOM y las 62 Organizaciones.
Hoy, a fuerza de diferenciarse de los suyos y jugar a ser oposición dentro del oficialismo, las encuestas le reflejan su perenne sonrisa en la evaluación que la gente hace de su imagen. “Yo quiero ser el Cafiero del 2000”, dijo el año pasado a sus íntimos cuando imaginaba su futuro antes de que la realidad lo modificara. Luego de la derrota del PJ en las elecciones del 26 de octubre de 1997, el vicepresidente se pensaba en la cúspide del peronismo progresista en la oposición, volcado al consenso y enfrentado con sector gurka de su partido, al cual vislumbraba atrincherado alrededor de un imaginario ex presidente Carlos Menem petardeando cualquier iniciativa de la Alianza en el gobierno. El quería ser el jefe de la renovación peronista en el milenio que viene.
Pero la política hizo su giro y Duhalde le susurró al oído que podría ser su candidato para sucederlo. Ruckauf decidió jugar a todo o nada y, en un reportaje que concedió a Página/12, comparó a Alberto Pierri con Herminio Iglesias, haciendo la salvedad de que a Herminio lo respetaba.
Lo demás es historia conocida: tras algunas semanas de frialdad, Duhalde bendijo al vicepresidente, Pierri se peleó con el gobernador y se pasó con banderas y estandartes a la vera del menemismo. Fue el momento en que Ruckauf supo que el territorio estaba libre y que se movería donde mejor le sale: en los medios.
Luz, cámara, acción
“¿Cómo pudo un dirigente cuya inserción territorial abarcaba sólo algunas –no todas– seccionales de la Capital llegar a la vicepresidencia y estar peleando por el máximo cargo del principal distrito electoral del país?”, se preguntan con malicia sus enemigos. “Gracias a la magia de la televisión”, bien podría metaforizar Ruckauf.
“Siempre supo manejarse con los medios, y tiene los reflejos rapidísimos”, relatan sus asesores, diligentes y cansados por el exceso de trabajo. En las últimas tres semanas, “Rucucu” mostró su rapidez de reflejos y su sentido de la oportunidad. * Corte de luz: el vicepresidente, al segundo día de oscuridad, pidió el cese de la concesión del servicio.
* Re-reelección: si bien ya lo había adelantado el año pasado, volvió a pronunciarse en contra, a favor de la vigencia de la Constitución y afirmó que Menem se irá el 10 de diciembre.
* Quiebra de Racing: el club de sus amores no había podido jugar la primera fecha del campeonato. El domingo pasado la cancha se llenó de hinchas que vivaron, lloraron y –como es su costumbre– sufrieron, esta vez, por lo que parecía irremediable. Pero ahí estuvo el viceprecandidato: el día siguiente anunció un proyecto de ley (cuyo borrador había redactado a las tres de la madrugada) para otorgar continuidad al club, suspender el pago de la deuda –salvo a los trabajadores y jugadores de Racing– y declarar monumento histórico al estadio. Para eso había convocado a los partidos de la oposición. Antes de la reunión para consensuar el proyecto, había hablado telefónicamente con Graciela Fernández Meijide, José Genoud y Alfredo Bravo, entre otros.
* Charles-Malvinas: en la cena de honor que el Gobierno le ofreció, el martes pasado en el hotel Alvear, al príncipe heredero de la corona británica, Charles sugirió que la Argentina tolere a “esa pequeña democracia” (por las Malvinas) y respete la tradición de sus habitantes. Ruckauf no se hizo esperar y replicó que esa frase “de ninguna manera es tolerable, ni siquiera la insinuación del príncipe de que los isleños pueden tener derecho a la autodeterminación porque ésta es una típica trampa británica que ha usado en otras partes del mundo: usurpar, llenar con sus habitantes el lugar usurpado y después pretender que éstos se liberen e integren a ese imperio económico que es el Commonwealth”. El vicepresidente fue más opositor que la oposición, amargó una parte de la gira y metió al Gobierno en una minitormenta con el Foreing Office.
En cada uno de estos episodios, Ruckauf no se ajustó a letra de nada ni intentó ser cuidadoso. Ni el contrato que su gobierno firmó con Edesur, ni la posibilidad de que la endeble situación financiera de los clubes de fútbol argentinos pongan al Estado en un brete de extenderse lo que él pedía para Racing, ni las “excelentes relaciones” que la administración Menem se esfuerza en mantener con Gran Bretaña fueron un escollo o le dictaron cautela alguna a la hora de irrumpir.
Pero fue la muerte de Adolfo Bioy Casares, quizá, el hecho paradigmático que ejemplifica la avidez y velocidad del vicepresidente. A las 21.30 del lunes pasado llegó a las redacciones de los diarios un boletín anunciado su muerte. Un boletín es un adelanto, escueto, con el que las agencias informativas tratan de dar la noticia lo más rápidamente posible en relación con la sucesión del hecho. Cinco minutos después, las agencias reproducían la palabra de Ruckauf sobre la muerte de Bioy: “Quiero expresar mi dolor. Se ha ido un grande de la generación de mi padre y mi abuelo”. El dolor de Ruckauf llegó a los medios antes que el relato pormenorizado de las causas de la muerte del escritor.
“El mide la importancia de la repercusión de los temas. Desecha algunos y elige otros”. Así, como el editor que es, dicen sus íntimos que el vicepresidente se introduce en los temas sobre los que accionará.
Ruckauf se sabe con las manos libres. Abiertamente enfrentado al menemismo, en un lugar institucional de donde ningún decreto lo puede sacar, en campaña por la gobernación de Buenos Aires con la bendición de Duhalde, Ruckauf lee, escucha y mira los medios con una fruición cerril. “Está lanzado y nada ni nadie lo va a callar”, cuentan sus asesores.
¿Con que cargará la semana entrante el vicepresidente? Tal vez, con la violencia en el fútbol. Más que seguramente, con el plebiscito antirreeleccionista que motoriza la Alianza y el duhaldismo. Sin lugar a dudas, con la elección de Catamarca donde se juega sus porotos su archienemigo Ramón Saadi y el propio Carlos Menem. Ruckauf está atento, quiere demostrar que es uno de los más rápidos del oeste a la hora de desenfundar y tiene, por lo menos, hasta octubre para seguir jugando el juego que ha demostrado saber jugar.
¡It’s showtime, folks! O, en criollo, la función debe continuar.

 

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