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"Malvinas fue un modo de negar la realidad"

El historiador Anthony Barnett explica por qué a los británicos no les importó el viaje de Carlos: "no queremos saber nada de la Argentina porque negamos patológicamente la realidad".


Por Marcelo Justo

t.gif (862 bytes)  "Los británicos no quieren saber nada de Argentina. Es parte de una negación patológica que tenemos." A pesar de que el viaje de Carlos a la Argentina figuró ayer por primera vez en la mayoría de los medios, Anthony Barnett, autor de El poder y el trono, un examen de la decadencia del imperio británico y la monarquía, opinó en diálogo con Página/12 que Argentina forma parte del complejo proceso psicológico británico de "negación, fantasía e ilusión" que siguió a la Segunda Guerra Mundial.

--¿Es importante que se envíe a la Argentina al heredero de la corona?

--Los británicos quieren tener una buena relación con la Argentina y quieren mantener las Malvinas. El viaje del príncipe Carlos se inscribe en este contexto. Sin embargo, acá en Gran Bretaña la visita del príncipe a la Argentina no le interesa a nadie.

--¿Por qué?

--Cuando Diana iba al extranjero siempre había interés porque ella misma era el espectáculo. Era sexy, generaba fotos, vendía periódicos. Carlos no es sexy, sobre eso no cabe ninguna duda. Pero, al mismo tiempo, desde la muerte de Diana hay una rehabilitación de su imagen. Por ejemplo, hace diez años Carlos se pronunció contra la comida genéticamente modificada, a favor de la medicina alternativa, y de la importancia del estilo arquitectónico para la vida moderna, y los medios lo ridiculizaron. Hoy todos reconocen que Carlos tenía razón en destacar la importancia de esos temas. Y estos viajes al extranjero contribuyen a este proceso de rehabilitación. Pero lo cierto es que no ha despertado una gran dosis de interés. Y la razón de esto es que la Argentina no les interesa a los británicos.

--¿Ni siquiera después de la guerra?

--La guerra del '82 no tuvo nada que ver con la Argentina en la mente de los británicos. Argentina era un espectro, una especie de fantasía a lo James Bond. Había un general malo y nosotros éramos los buenos. La verdadera naturaleza de la Argentina está obstaculizada por esta percepción. Porque lo cierto es que cuanto más se piensa en la Argentina más se piensa en la situación geográfica de las Malvinas y en un modo racional de resolver el problema de la soberanía.

--Usted califica a esta situación de patológica.

--A mi juicio, las Malvinas son para los británicos una manera de negar la realidad de la posguerra. El problema de fondo está ahí. Gran Bretaña no ganó la Segunda Guerra Mundial. Si bien no nos vencieron, ni conquistaron o invadieron, si bien no nos convertimos en fascistas como el resto de Europa, lo cierto es que la guerra la ganaron los Estados Unidos y los soviéticos. Y como consecuencia de la guerra perdimos el imperio. Y nunca conseguimos simbolizar esto en términos políticos, como para resolver qué hacíamos a partir de esa pérdida. La guerra de las Malvinas se inscribe en este telón de fondo porque fue una ilusión de que nada había cambiado, que éramos los mismos que habíamos combatido en la Segunda Guerra Mundial y la habíamos "ganado". Por eso no queremos saber nada de la Argentina. Pensar sobre la Argentina es tener que empezar a pensar en una realidad propia que nos cuesta admitir. No es demasiado distinto a lo que nos pasa con Alemania. Los británicos siguen viendo a Alemania como una masa de nazis que gritan Heil Hitler.

--A pesar de esto la Argentina sigue siendo importante para los ingleses en el fútbol: el Argentina-Inglaterra se ha vuelto un clásico.

--Es cierto. Creo que es una prueba más de lo que digo porque precisamente ese es un fenómeno que ocurre mucho en los deportes, que muchas veces consiguen expresar algo que pertenece a otro dominio.


LA VISITA DE CARLOS VISTA POR LA PRENSA INGLESA
Una "gaffe" y un tango

 

Por Marcelo Justo

t.gif (862 bytes) En su cobertura de América latina, la prensa británica reacciona casina12di02.jpg (24398 bytes) invariablemente con dos o tres días de retraso. Argentina no es la excepción. Recién el viernes la visita del príncipe Carlos alcanzó la dignidad de los editoriales ante la repercusión que tuvo en Argentina el discurso del martes por la noche. Después de las fotos del príncipe bailando tango con Zulemita y las imágenes de su ofrenda floral a los caídos en Malvinas, los medios se preguntaron de repente si la visita era un éxito o no y si realmente el príncipe debía haber dicho lo que dijo. En un ejemplo de condensación freudiana, el editorial del The Guardian resumió la danza y el polémico discurso con una solución dinástica para el conflicto de Malvinas: que a la usanza de las monarquías europeas el príncipe Carlos se case con Zulemita para unir los destinos de ambos países. "Vamos Carlos. Hazlo por la patria. Sigue bailando el tango de aquí al altar", decía el editorial que Página/12 reprodujo el mismo viernes.

El ultraconservador y monárquico Daily Telegraph tituló su editorial "El príncipe Carlos hizo bien". El matutino suele aprovechar cualquier oportunidad para atacar al canciller Robin Cook, pero en este caso decidió que la soberanía de las islas era más importante que sus rencillas diarias con el Nuevo Laborismo y rechazó la idea de que el discurso aprobado por la Cancillería hubiera sido un error. "Habría causado una innecesaria preocupación en los isleños si él no hubiera dicho nada sobre el tema. Que sus palabras fueran capturadas por la oposición apenas sorprende en un año electoral. Carlos Menem merece nuestro elogio por haberse distanciado de esa reacción nacionalista y hostil. Es una prueba más de que el arquitecto de la reconciliación entre ambos países es un gran estadista", dictaminó con entusiasmo el Daily Telegraph.

A pesar de este inesperado apoyo al Nuevo Laborismo, en sus páginas interiores el diario reconoce que la hostilidad desplegada por la prensa argentina desmentía los intentos de ambas cancillerías de calificar de éxito diplomático la visita del príncipe. En el mismo sentido se pronunció el The Guardian que hizo hincapié en la búsqueda en el Foreign Office de una cabeza de turco por la gaffe diplomática. Según el matutino los dedos acusadores apuntaban en dos direcciones: el responsable de la sección de Sudamérica de la Cancillería británica, Peter Westmacott, y el embajador británico en Buenos Aires, William Madsen. Una fuente de Cancillería citada por el matutino culpó a la prensa, pero reconoció que "no anticipamos la reacción de algunos de los políticos argentinos aunque creemos que no había nada particularmente polémico en su discurso". Por su parte la BBC abría su página de Internet al debate público con la imagen de Carlos al lado de un mapa de las Malvinas y la pregunta, ¿debería el príncipe haberse callado?

El interés de los tabloides en la visita aportó lo más divertido y efímero de la cobertura de la prensa británica. Como era de esperar, el interés no fue tanto el incidente causado por el discurso principesco sino las imágenes de un acartonado y rígido Carlos bailando el tango con Zulemita y la bailarina Adriana Vesile. Si la imagen con Zulemita podía recordar a una divertida fiesta de familia en la que la sobrinita saca a bailar al tío solterón, la de la danza con Adriana Vesile que figuraba en la primera plana de la mayoría de los diarios, incluso la prensa seria, mostraba a su alteza desorientado y con los ojos fijos en el cielorraso del Alvear ante el decidido avance tanguero de la Vesile que enroscaba su pierna alrededor del principesco muslo.

El tabloide de más venta, el ultraamarillo The Sun, se ganó las palmas del ingenio en su titular que reemplazaba el it takes two to tango que los ingleses utilizan para cualquier actividad, desde política a sexual, que requiera un esfuerzo compartido, por un it takes one to tango que describía con precisa contundencia la foto. El vespertino Evening Standard subrayaba el "shock cultural" que había sufrido el príncipe en la pista de baile. "Es caliente, latino y pasional. No sorprende entonces que nadie asocie al tango con el príncipe Carlos", decía el vespertino que sin embargo predecía una tormenta a la británica, cuando el príncipe regresara a Inglaterra y se enfrentara a su eterno amor, Camilla Parker Bowles. "En Buenos Aires lo llaman el pirata inglés. Camilla va a usar palabras aún más duras cuando regrese", era el titular, flanqueado por dos fotos, una del príncipe agarrado a Adriana Vesile, y la otra a Zulemita.

 

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