Ante todo,
quisiera aclarar que valoro la trascendencia que emana de la ley judía y personalmente
observo las leyes de kashrut (kosher). Pero al mismo tiempo y con la misma importancia
creo fervientemente en la elección espiritual de cada individuo no como categoría de
tolerancia, sino como respeto supremo de la libertad. Hecha esta salvedad, el tema imprime
la necesidad de una reflexión alrededor de dos síntomas que padece nuestra época. El
primero, sin lugar a dudas tiene que ver con la reedición de un modelo ortodoxo de vida,
que al decir de Santiago Kovadloff no son necesariamente expresiones integristas,
aunque éstas se postulen siempre como expresiones ortodoxas, en una sociedad que se
aferra a fórmulas mágicas, y que imagina en su inconsciente colectivo la existencia de
un correlato directo entre éxito económico y crecimiento del alma (en este caso colocar
un papelito en un muro que en realidad simboliza la saga del sufrimiento y la redención).
El segundo síntoma se postula dentro del contexto de la posmodernidad, donde la
religión, los shoppings y las formas virtuales se conjugan y amalgaman como si fuesen una
sola pieza. Este período de la cultura humana registra la dimensión en donde la
superficialidad de la vida espiritual se caracteriza por un real y profundo divorcio entre
la búsqueda de valores trascendentes del hombre, en donde el yo en su encuentro con el
tú en términos de Martin Buber desaparecen y se transforman en un nuevo
modelo de hechizo individualista. Este arquetipo de salvación egoísta es jerarquizado
por carismáticos predicadores que venden milagros por la pantalla chica (o se le
devolverá su dinero por correo), por sectas que divulgan fantasiosas ilusiones, y
también por la exuberante seducción tecnológica de Internet, que hace penetrar al
individuo en una dimensión de éxtasis que daría la impresión de que el ser humano
está en Jerusalén, y que el propio Dios tiene una página en Internet. Y no por
casualidad esto se desarrolla dentro del shopping, el nuevo santuario de la legitimación
del ser a través del consumo, espacio sagrado donde nunca es de noche ni es de día, ni
tampoco hace frío ni calor, lugar donde podemos simular ser ricos y sentirnos seguros de
no tener que enfrentarnos con el chico de la calle que nos pida una moneda, Espero que el
vacío que sufre el hombre pueda ser llenado por ideales significativos y no por imágenes
virtuales, utilizando el pensamiento crítico como una herramienta que ayude como
decía Walter Benjamin a pasarle a la historia el cepillo a contrapelo.
* Rabino. |