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OPINION

La venta de milagros

Por Daniel Goldman*


t.gif (862 bytes)  Ante todo, quisiera aclarar que valoro la trascendencia que emana de la ley judía y personalmente observo las leyes de kashrut (kosher). Pero al mismo tiempo y con la misma importancia creo fervientemente en la elección espiritual de cada individuo no como categoría de tolerancia, sino como respeto supremo de la libertad. Hecha esta salvedad, el tema imprime la necesidad de una reflexión alrededor de dos síntomas que padece nuestra época. El primero, sin lugar a dudas tiene que ver con la reedición de un modelo ortodoxo de vida, que al decir de Santiago Kovadloff “no son necesariamente expresiones integristas, aunque éstas se postulen siempre como expresiones ortodoxas”, en una sociedad que se aferra a fórmulas mágicas, y que imagina en su inconsciente colectivo la existencia de un correlato directo entre éxito económico y crecimiento del alma (en este caso colocar un papelito en un muro que en realidad simboliza la saga del sufrimiento y la redención). El segundo síntoma se postula dentro del contexto de la posmodernidad, donde la religión, los shoppings y las formas virtuales se conjugan y amalgaman como si fuesen una sola pieza. Este período de la cultura humana registra la dimensión en donde la superficialidad de la vida espiritual se caracteriza por un real y profundo divorcio entre la búsqueda de valores trascendentes del hombre, en donde el yo en su encuentro con el tú –en términos de Martin Buber– desaparecen y se transforman en un nuevo modelo de hechizo individualista. Este arquetipo de salvación egoísta es jerarquizado por carismáticos predicadores que venden milagros por la pantalla chica (o se le devolverá su dinero por correo), por sectas que divulgan fantasiosas ilusiones, y también por la exuberante seducción tecnológica de Internet, que hace penetrar al individuo en una dimensión de éxtasis que daría la impresión de que el ser humano está en Jerusalén, y que el propio Dios tiene una página en Internet. Y no por casualidad esto se desarrolla dentro del shopping, el nuevo santuario de la legitimación del ser a través del consumo, espacio sagrado donde nunca es de noche ni es de día, ni tampoco hace frío ni calor, lugar donde podemos simular ser ricos y sentirnos seguros de no tener que enfrentarnos con el chico de la calle que nos pida una moneda, Espero que el vacío que sufre el hombre pueda ser llenado por ideales significativos y no por imágenes virtuales, utilizando el pensamiento crítico como una herramienta que ayude –como decía Walter Benjamin– a pasarle a la historia el cepillo a contrapelo.
* Rabino.

 

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