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Por Horacio Bernades La idea es que el festival sea mucho más que una simple muestra de películas, dice Andrés Di Tella, dedicado a la realización de documentales y, desde enero pasado, director artístico del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, que tendrá lugar del 1º al 10 de abril. La muestra ofrecerá al público porteño la ocasión de acceder, pagando un valor equivalente a la mitad de lo que cuesta una entrada de cine, a más de un centenar de films independientes de todas partes del mundo. Estos se repartirán entre dos muestras competitivas (una de largos y una de cortos; cada una con su jurado respectivo) y una decena de paralelas. Pero además, en el marco del festival, habrá lugar para toda clase de encuentros, foros, workshops y talleres, que contarán con la participación de importantes invitados extranjeros y estarán dirigidos tanto a estudiantes de cine y cineastas locales como al público en general. Pensado como la primera manifestación de un megaproyecto que lleva por nombre Buenos Aires 2000, y que contará, a lo largo del año, con una serie de acontecimientos culturales, el Festival Internacional de Cine Independiente cuenta con un presupuesto de 300.000 dólares. A esa cifra se le suma el concurso de sponsors privados. Entre ellos, la cadena de cines Hoyts, que pondrá a disposición del evento cinco salas de su complejo del Abasto. Las aproximadamente veinte proyecciones diarias (se estima un mínimo de dos pasadas por cada título) tendrán lugar allí y en otras salas de la ciudad, entre ellas la Leopoldo Lugones del Teatro San Martín y los cines Lorca y Savoy de Belgrano. Al frente de un grupo de voluntarios, con escasos medios a su disposición (ni siquiera dispone de una computadora) y un equipo de colaboradores que incluye a los realizadores Eduardo Milewicz (La vida según Muriel) y Esteban Sapir (Picado fino), Di Tella sostiene que esas carencias son, al cabo, coherentes con el espíritu que anima el evento. Es lógico que un festival de cine independiente no sea un proyecto faraónico apunta, porque el aprieto económico suele ser una de las condiciones básicas para esta clase de cine. El festival de Buenos Aires cuenta con el tácito aval de otros festivales, destinados todos ellos a fomentar el desarrollo y la producción del cine independiente. Entre ellos, los de Sundance, Rotterdam y Pu San, en Corea. De hecho, en el marco del evento habrá un foro auspiciado por el festival de Sundance, y que estará dedicado a analizar problemas y posibles soluciones en la producción y comercialización del cine independiente en el mundo entero. Existe la posibilidad de que el mismísimo Robert Redford, director y alma mater del que es el más importante festival de cine independiente estadounidense, se haga presente en este encuentro. Pretendemos que el festival sirva, entre otras cosas, para motorizar el cine independiente argentino, apunta Di Tella, y para ello se prevén diversos ámbitos de participación, discusión e incluso producción. Habrá dos películas argentinas en competencia, Sabés nadar (del talentoso Diego Kaplan, cuyo Drácula acaba de debutar en tevé) y Mundo grúa, del joven Pablo Trapero, que se anuncia como toda una revelación. Además, competirá la impactante Sólo contra todos, del argentino (radicado en Francia) Gaspar Noé, que provocó violentas reacciones en la última edición de Cannes. Se incluirá una muestra específicamente dedicada a cine argentino inédito, y podrá verse Silvia Prieto, de Martín Rejtman, que viene de presentarse en Sundance y en el Foro de Cine Joven de Berlín. Habrá, incluso, una sección llamada Películas en proceso, donde se exhibirán películas todavía no terminadas, tales los casos de los nuevos films de Raúl Perrone y Adrián Caetano (uno de los realizadores de Pizza, birra, faso). Los jóvenes realizadores locales (y el público en general) podrán asistir al taller que coordinarán representantes del revulsivo colectivodanés Dogma 95, desde donde se lanzará un desafío: filmar tres cortos en tres días. Además, en el marco de Dogma 95, se presentarán las dos primeras y singulares producciones de ese grupo: Los idiotas, de Lars Von Triers, y La celebración, de Thomas Vinterberg. Del resto de la programación se destacan las retrospectivas dedicadas al norteamericano Paul Morrisey (brazo derecho de Andy Warhol en tiempos del grupo The Factory) y a Nanni Moretti, de quien se exhibirán desde sus primeros y desconocidos films hasta Aprile, su película más reciente. Habrá una sección de cine independiente de los Estados Unidos (allí podrá verse, entre otras, Three Seasons, la más reciente ganadora de Sundance), otra de Cine y música (imposible dejar de ver Velvet Goldmine, saga de los tiempos del glam rock y The Last Days of Disco, recordatorio de los años disco) y una paralela de Cine independiente de todo el mundo, en la que participarán tanto películas europeas como algún desconocido film coreano o filipino. Durante esos diez días, el festival, que será organizado por la Secretaría de Cultura y la Dirección de Promoción Cultural del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, se llenará de invitados, que participarán de infinidad de charlas y encuentros públicos. Entre ellos, Barry Gifford (guionista de Corazón salvaje y Carretera perdida) y Whit Stillman (Last Days of Disco), ambos miembros del jurado, además de Todd Haynes (Velvet Goldmine) y Paul Morrisey. A ellos podrían agregarse tres nombres de peso: nada menos que Robert Redford, Francis Ford Coppola y Nikita Mijalkov. Los tres prometieron venir, pero ni los organizadores terminan de creérselo. Con o sin ellos, es seguro que Buenos Aires será, durante diez días, una capital del cine independiente.
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