|
Por Cecilia Sosa El Rojas es la facultad de artes que nunca tuvo la UBA. Las cosas nuevas pasan acá, afirma con orgullo Martín Marcos, secretario de Extensión de la universidad porteña y a cargo del Centro Cultural Ricardo Rojas, que se prepara para festejar sus 15 años. Y lo hará convocando a las figuras del arte y la cultura que se consagraron en su espacio: Alejandro Urdapilleta, Humberto Tortonese, Gambas al Ajillo, Los Macocos y Rubén Szuchmacher son algunos de los nombres que figuran en el cronograma, aún incompleto, que Marcos tiene entre manos. El arquitecto de 36 años llegó hace nueve a la dirección del centro, cuando aún era un estudiante y militaba en Franja Morada. En diálogo con Página/12, recorrió la historia del Rojas y desgranó sus nuevos desafíos. También analizó el éxito de los planes para la tercera edad y de capacitación para el trabajo que, con sus respectivos tres mil y siete mil alumnos, son los programas de extensión universitaria más populosos de América latina (ver recuadro). El Rojas con sus 20 mil alumnos va camino a autofinanciarse, asegura Marcos. Este año, con los festejos por sus quince años de vida, el centro cultural apuesta a duplicar su promedio anual de cincuenta mil espectadores. Vamos a organizar una actividad por cada año cumplido. Será una por mes y estarán los artistas (de la música, la plástica, la poesía y el teatro) que se iniciaron con nosotros y después triunfaron en el circuito comercial, anunció Marcos. ¿Cuáles son las claves del éxito y la convocatoria del centro cultural? No haber tenido miedo a lo distinto y haber volteado prejuicios. Aquí conviven tribus urbanas muy heterogéneas y muy productivas. Apostamos al cruce de grupos y al cruce generacional. De esta convivencia es de donde surgen las nuevas ideas y búsquedas estéticas, que después la crítica legitima. Cada vez que le decimos sí a la idea de un pibe que no está dentro de los cánones de la estética comercial, sé que estamos apostando a lo que vendrá. A cambio, exigimos rigurosidad y profesionalismo. Estas cosas, al principio, no generan dinero. Pero apoyarlas es parte de nuestra concepción de ser universitarios.¿Qué cambió en estos quince años? El Rojas tuvo varias etapas. Nació en el 84, en plena primavera democrática, y se propuso cubrir un ámbito de la producción cultural: el under, el off. Y fue pionero. Otros espacios que en los 80 fueron fuertes, con el tiempo se reciclaron y algunos hasta desaparecieron. Pero el Rojas continuó. Cuando llegué, daba miedo entrar, la gente se asomaba a la puerta y se iba. Ahora tenemos veinte mil alumnos. Durante las intendencias porteñas del justicialismo, el Estado jugó un rol desertor y el Rojas fue un refugio de artistas sin espacio. Siempre que faltó apoyo, en el centro te daban una mano. Y no pasaba por los mangos como toda institución universitaria, sufrimos restricciones presupuestarias, sino por creer en una idea, apoyarla y hacer docencia e investigación en torno de ella. ¿Cuáles son los desafíos para el 99?Dar una fuerte vuelta de rosca en términos de calidad. Entramos en una nueva etapa en la que sí hay una política de formación cultural encarada por el Gobierno de la Ciudad. Y si el Estado puede brindar el acceso al estudio de grado, el Rojas dará formación de posgrado. Elevaremos el nivel con clínicas intensivas y traeremos expertos extranjeros para dictar seminarios. ¿Cuál es el objetivo del Programa de Tercera edad?Apostar al desarrollo social. Cuando logramos que alguien a los 80 años aprenda a navegar por Internet junto a sus nietos, en realidad, lo que hacemos es ayudarlo a redefinir su proyecto de vida. Eso es más redituable que invertir en tomografías computadas. Los tres mil alumnos del programa tienen una tasa de mortalidad inferior a la media de la ciudad y piensan en proyectos nuevos. Este año habrá un encuentro nacional, de todas las universidades, sobre calidad de vida y tercera edad. Vamos a mostrar cómo, con rigurosidad, una universidad puede aportar alternativas, distintas de los medicamentos del PAMI, frente a los problemas de la vejez. ¿Cómo surgió el área de capacitación para el trabajo? La UBA tenía un programa de capacitación laboral dirigido al personal no docente y decidimos abrirlo a la comunidad. Hoy tiene 7500 alumnos y es el programa de extensión universitaria más grande de América latina. El éxito, lamentablemente, fue rotundo: el 30 por ciento de los alumnos está desocupado y el resto se divide entre subocupados y ocupados. La situación es tan desesperante que no sólo existe la angustia de no tener trabajo, sino también la angustia de perderlo. La gente ahora se capacita para retener su empleo. Los cursos no aseguran el ingreso al mercado, pero dan herramientas para competir mejor. No prometemos espejitos de colores. ¿Cuál es el perfil de los alumnos del programa? A fines de los 80, la mayoría tenía un nivel de instrucción muy bajo, con la escuela primaria incompleta. Ahora, la mayoría tiene la secundaria completa e, incluso, estudios terciarios. El desocupado ya no es un señor de más de 40 años y bajo nivel de instrucción, sino un tipo muy joven con alta formación. Con el cambio de perfil creció la demanda en las áreas de administración y decreció en la de oficios. También es importante el área de salud. Buena parte de los enfermeros de la ciudad se capacitó en el Hospital de Clínicas.
LA UBA MODIFICO UNA CONTROVERTIDA RESOLUCION En su primera sesión del 99, el Consejo Superior de la UBA modificó ayer una controvertida decisión tomada el año pasado. Gracias a la enmienda votada por unanimidad, los profesores con edad de jubilarse (los mayores de 65 años) que cada facultad requiera podrán ser recontratados por la universidad con los salarios que se consideren adecuados, y no sólo con sueldos mínimos o gratis como se había resuelto en noviembre último. Además, la universidad porteña aprovechó el encuentro para manifestar su repudio al fallo del juez federal de Córdoba, Ricardo Bustos Fierro, que habilitó al presidente Carlos Menem a participar de las internas justicialistas. Mientras tanto, la Facultad de Ciencias Sociales la principal afectada por las jubilaciones propuso a siete docentes como candidatos a profesores consultos. Ahora, al Consejo Superior le toca decidir si los acepta o no. Pero, igual, los docentes siguen disconformes. Después de marchas y contramarchas, después incluso de un conflicto entre los decanos de las trece facultades y el rector Oscar Shuberoff (desencadenado cuando éste, en diálogo con Página/12, criticó la resolución que dio de baja a todos los mayores y dijo que la UBA debía conservar a los viejos brillantes), los consejeros superiores optaron por zanjar el conflicto desatado por la protesta de los docentes mayores permitiendo que se vuelva a contratar a todos los profesores que cada facultad requiera, con cualquier dedicación. Por su lado, el consejo directivo de Sociales, tras una ajetreada reunión, elevó al Consejo Superior la propuesta de designación como profesores consultos (lo que les permitiría seguir dando clases después de los 65) de Juan Carlos Portantiero, Floreal Forni, Mario Margulis, Enrique Marí, Ruth Sautú, Rubén Dri y Julio Testa. En realidad, el decano Fortunato Mallimaci pretendía que a los primeros cinco se los nombrara eméritos. Pero las disidencias y ausencias dentro del consejo obturaron su intención y todos pasaron a la lista de consultos. Además, el decano Mallimaci quería que allí se incluyera a Joaquín Fischerman, pero no lo logró. La propuesta de designación llegará la semana próxima a la comisión de enseñanza de la UBA y, con suerte, dentro de quince días podrá someterse a votación en el Consejo Superior. De todas maneras, aunque los votos sean favorables, los problemas prometen seguir. El gremio docente de Sociales exige que no sólo algunos, sino los 32 jubilados de la facultad sean reincorporados, y que el artículo del Estatuto Universitario que fija la edad del retiro obligatorio sea derogado. Y ya anunció que, el 22 de marzo, iniciará el ciclo lectivo con una semana de clases públicas, en la calle.
|