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OPINION
Al truco, Menem es tan duro de vencer como Perón
Por Martín Granovsky

Un día de 1973, la Juventud Peronista quiso ganarle a Juan Perón al truco. Cuando Perón decidió impulsar una reforma del Código Penal para endurecerlo, los diputados de la JP Regionales plantearon una reunión que, estaban seguros, sacaría al líder de su confusión involuntaria. Llegaron a la residencia con optimismo, dispuestos a debatir fraternalmente, y hasta en cierto plano de igualdad, con el conductor. Tardaron solo un segundo en darse cuenta de su error: Perón los esperaba con las cámaras de televisión. “Hablen”, les dijo. La discusión se convirtió en una reprimenda pública de Perón a la izquierda peronista y los diputados renunciaron a sus bancas. Habían perdido al truco.
Ese día de 1973, un viejo peronista sonreía frente al televisor. Arturo Sampay conocía bien a Perón. En 1949 había presidido la Convención Constituyente que introdujo los derechos del trabajador, la propiedad estatal del subsuelo y, de paso, el derecho a la reelección. A una sola, por cierto. Sampay quedó asombrado por la ingenuidad de los diputados de la JP. La misma noche del episodio se lo comentó a un amigo, un hombre de izquierda sin pasado peronista:
–Estos muchachos no saben lo que hacen. Podrían discutirle a Perón con la política en la mano, o con la ética. Pero a fullero no le gana nadie. En la peca es imbatible.
Menem no es Perón, aunque a veces luce convencido de que ya lo superó, pero también es imbatible en el juego. Por eso Eduardo Duhalde dijo ayer, tras su reunión con Alberto Kohan, que se aproxima un acuerdo entre él y Menem, y al mismo tiempo los duhaldistas repetían en privado algo que parecía más la lucecita al final del túnel del cardenal Samoré que la certeza de un arreglo seguro.
–Si Menem se baja, Duhalde no hará fuego a discreción sobre su retirada –fue una de las metáforas militares del día.
No hay duda de que eso es lo que el gobernador prefiere que pase, al menos hasta que pueda liquidar políticamente a Menem y quitarlo de en medio como peligro para su liderazgo en el peronismo.
A Duhalde le gustaría que el único escenario de discusión girase alrededor de la salida elegante. De cómo hará Menem para abandonar su sueño de re-reelección. En esta línea, que da por sentada la decisión íntima de Menem de abandonar la re-re, la salida tendría solo dos incógnitas:
u ¿Qué tiene Duhalde para ofrecer? La respuesta sería que no humillará a Menem cuando éste emprenda la retirada. Traducido a la política de estos días, que no pondrá fecha a su promesa de convocar un plebiscito bonaerense contra la re-re.
u ¿Qué tiene Menem para ofrecer? En este caso, poco y mucho a la vez: su compromiso público de dejar para siempre el proyecto de eternidad.
El duhaldismo no estaba convencido, anoche, de que Menem abandonaría su juego, pero parecía dispuesto a moverse dando su palabra y tomando la del adversario, en una estrategia de paso por paso que le permita medir fuerzas momento a momento, sin descuidos fatales.
Menemistas y duhaldistas compartían, después de la reunión entre Duhalde y Kohan, un diagnóstico parecido sobre la Alianza. Miembros de ambos grupos ofrecían argumentos parecidos de crítica a la iniciativa de Fernando de la Rúa y Carlos Chacho Alvarez de convocar a un plebiscito porteño no vinculante para el 28 de marzo. Los menemistas repetían en privado un argumento que su jefe había dicho en público en los actos del martes: la Alianza quiere meter una cuña entre peronistas y peronistas, y el que permita esa cuña debe ser considerado un traidor. Los duhaldistas usaron un vocabulario menos parecido al de 1974 y 1975, cuando la lucha interna en el peronismo se transformó en guerra, pero coincidieron en que De la Rúa había “sobreactuado”. “Menem ya estaba derrotado”, dijo un dirigente bonaerense con el mismo guión de los radicales críticos, “y De la Rúa le dio aire”. Después, menos radical, agregó: “La interna la resolvemos nosotros”. En realidad, el razonamiento tiene cuatro puntos débiles:
u La interna peronista y el Estado se mezclan porque Menem es el Presidente y entreveró su lucha contra Duhalde con la reforma de la Constitución que él mismo impulsó con el Pacto de Olivos.
u Menem no tiene salidas a la vista pero es un hecho que sigue jugando. Podría seguir haciéndolo aun después de una derrota aplastante en Catamarca el domingo.
u A la Alianza le conviene que Menem siga en el centro del escenario. Es un enemigo nítido.
u El problema de haberle puesto fecha al plebiscito porteño no es tanto que resulta inocuo para Menem –ninguna votación en contra lo es– como que parece haber caído mal entre la gente, y puede quedar como un deporte de los políticos al margen de los ciudadanos.
Habrá más novedades. De la política. O del truco, quién sabe.

 

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