Duro con la Federal y con la desidia e inoperancia de la Corte Suprema, el embajador de Israel volvió a culpar a Irán, pidió rapidez y decisión en la investigación y no hizo ninguna crítica al Gobierno. |
Por Raúl Kollmann A siete años del atentado contra la Embajada de Israel, la esquina de Arroyo y Suipacha sigue siendo un baldío desprolijo, lleno de piedras y sin árboles. En ese territorio arrasado se ubicó ayer una pequeña tribuna, desde la cual el embajador Itzhak Avirán encabezó un acto casi silencioso, lleno de tristeza por las víctimas, que de alguna manera reflejó también los golpes que ha recibido en los últimos años la comunidad judía argentina. Avirán fue esencialmente duro con la Corte Suprema hemos tenido que luchar contra la desidia e inoperancia que detuvieron tanto tiempo esta investigación, dijo cuestionó el papel de la Policía Federal e hizo una alusión más bien suave al gobierno de Carlos Menem. Además, mandó mensajes hacia la interna de la comunidad (ver aparte). Tal vez por primera vez en la Argentina, para acceder a una concentración callejera hubo que pasar por detectores de metales instalados en la misma calle. Un detector, similar al de los aeropuertos, sobre la calle Arroyo y otro sobre Suipacha. En el ámbito del acto y en los alrededores, decenas de personas de civil vigilaban todo y hablaban a través de pequeños intercomunicadores. En los techos, indisimuladas cámaras de video registraban todos los movimientos. Con semejantes medidas de seguridad, la sensación de peligro flotaba en el ambiente, lo que se relaciona con el hecho central de la convocatoria: a siete años, la pata argentina del atentado no ha sido detectada ni están presos los integrantes de la llamada conexión local. Con ese cuadro, las precauciones impresionan pero parecen inevitables. En el escenario, tal como anticipó este diario, Avirán la emprendió fundamentalmente contra la Corte Suprema: Han sido siete años de avances, primero nulos y después lentos y penosos. Hemos tenido que luchar contra la desidia y la inoperancia. ¿Por qué se nos distrajo hablando de implosión, si el doctor Levene, presidente de la Corte, enseguida después del atentado firmó un acta que decía lo contrario? ¿Por qué la causa estuvo prácticamente paralizada durante seis años y sólo en este último período se produjeron avances? Supimos de las malas intenciones de tres supuestos expertos (convocados por la Corte) que pretendieron convencer a la opinión pública de que había sucedido una implosión. Voces maliciosas sugirieron que podíamos haber sido nosotros mismos los culpables del atentado. Convoco a la Corte Suprema de Justicia a romper el silencio y pronunciarse. Convoco a la Corte Suprema de Justicia a hacer honor a su nombre. A diferencia de la dureza frente al máximo tribunal, Avirán se mostró suave con el gobierno nacional. En realidad, los organismos de seguridad que están en manos del Poder Ejecutivo son los que deberían haber hecho la gran parte de la pesquisa, pero el embajador no hizo referencia a la responsabilidad de la Casa Rosada en la investigación. Hacia el final, Avirán convocó al gobierno nacional a combatir al enemigo común e impedir un nuevo ataque. Eso fue todo. En el público hubo unos pocos silbidos cuando se anunció la presencia del jefe de Gabinete, Jorge Rodríguez, pero a lo largo de todo el acto la gente se mantuvo casi en silencio. Tampoco hubo gestos de respaldo o reprobación para las demás presencias del arco político, entre ellas la fórmula presidencial de la Alianza, Fernando de la Rúa y Chacho Alvarez. Desde el punto de vista internacional, el embajador israelí reiteró que existen evidencias de que el partido fundamentalista libanés Hezbollah fue el ejecutor del atentado, aunque insistió en que ese movimiento está subordinado a Irán. A quienes opinan que el gobierno de Teherán presenta una actitud más moderada, me permito repetirles que el canciller iranídijo este 11 de marzo pasado, en Italia, que Israel no tiene en absoluto el derecho de existir. Sin dudas, lo más conmovedor de la concentración fue el recuerdo a las víctimas. Inicialmente el público escuchó el sonido sobrecogedor de las campanadas de la iglesia ubicada en la vereda de enfrente, que tañeron una vez por cada una de las personas muertas en el atentado. A continuación se leyó el nombre de las 22 víctimas, curiosamente la amplia mayoría no judíos, ya que perdieron la vida personas que pasaban por allí en ese momento, vecinos, un sacerdote del colegio religioso de la vereda de enfrente y varios obreros que trabajaban en refacciones de la Embajada. Se encendió una antorcha, hubo ofrendas florales y, por último, Carlos Susevich, padre de Graciela, rezó la oración por su hija fallecida y por todas las demás víctimas del atentado. Su llanto tronó en la silenciosa esquina de Arroyo y Suipacha.
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