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Por Cristian Alarcón Hace veinte minutos que los chicos de un cuarto año del Cangallo Schule no se mueven de Corrientes y Callao, por donde ya no circulan autos a las siete de la tarde. Se pelean varoncitos y mujeres porque no acuerdan sobre la protesta, ante su ojos. La observan y la critican como a un otro cultural de Nueva Guinea. A prudenciales cinco metros, tras una larga bandera en la que se lee Basta de represión, cese de las persecuciones, comienza una columna de travestis, de HIJOS de desaparecidos, de trotskistas heteros bajo sus banderas rojas, de comunistas bisexuales bajo las propias, de gays y lesbianas, de chicos con crestas y barbudos consuetudinarios. Gritan contra el Gobierno y los legisladores porteños por sancionar el artículo 71, que prohíbe el ofrecimiento o la demanda de sexo en la calle. Insultan el decreto presidencial 150/99, que otorga poder a la Policía Federal para detener sospechosos por portación de rostro, para reprimir escraches, o cargar también contra el escándalo del sexo. La esquina se ha llenado de variedad y ante ella no hay el menor asomo de comprensión entre los que piden permiso para entrar a La Opera o continuar hacia el cine. El entrecejo fruncido, cierta apertura bucal, el comentario de macho argentino ante la desmesura de algunas manifestantes, la polémica de los secundarios: Metete entre ellos si te gustan tanto desafía una rolliza nena de 16 a una de sus compañeritas, por esbozar apoyo a la causa de la marcha. Vos venís a tratarme de travesti ¡gorda idiota! Vos que sos lesbiana! le escupe, ya en la incorrección total, la nena a la rolliza. La banda se pelea, y la supermayoría del Cangallo arrastra a la chica con simpatías hacia los que ahora saltan para no ser un botón. ¡Ya van a caer ustedes también en cana!, es la última de las protestas de la nena, hegemonizada por la banda, rumbo a La delgada línea roja. De travestis y lesbianas sigue llena Corrientes. A las siete y media caminan a lo ancho de la calle ya nocturna, y desde un camión viejo con altoparlantes como los que venden fuentones de plástico en los pueblos, un chico de barba de un grupo de gays marxistas grita, medio nervioso, medio confundido, las reivindicaciones de la marcha. Porque la policía puede llevar presos a los que no son todo lo blancos que hay que ser, porque reprimen a las travestis, a los inmigrantes, a los gays, por los presos políticos de Chile, por la no extradición de los presos peruanos, continúa, y algunos dentro de la marcha le hacen gestos con los dientes mordiendo el labio inferior por la desprejuiciada gama de reclamos. Desde el techo de uno de los edificios caen proyectiles. Son tomates medio podridos. Rozan las cabelleras de las chicas, le caen al costado a una madre de Plaza de Mayo. ¡Uuhh!, se escucha, como burla ante la mala puntería. Y la madre le contesta a los agresores con un improperio. Son los funcionarios del gobierno, que lo registre la prensa, pide por su eterno megáfono la líder travesti Lohana Berkins. Cuatro pasos hacia atrás Paula Rodríguez, otra de las dirigentes travestis, sostiene un cartel en violeta de AGAMOS, un grupo cuya sigla significa Asociación Gay Argentina contra la Marginación y la Opresión Social. Y dedica a la policía el cantito de la noche: Olé, olé, olá, por una pizza reprimís a tu mamá. Frente a las pizzerías se reparten volantes de la CHA, la Comunidad Homosexual Argentina, en los que se advierte: Si sos inmigrante, adolescente, gay, boliviano, villero, jubilada, sin techo o transeúnte, la policía puede detenerte. Lo reciben dos chicos, uno rubio y uno morocho, ambos taxi boys. Vengo porque mi pareja es travesti y ya la encarcelaron, le pegaron sin asco. A nosotros también nos están llevando, dice Fernando, 17. Su amigo, Mariano se queja de la poca conciencia de los gays burgueses de Buenos Aires. Hace un año que laburo así porque quedé desocupado como empleado de comercio. Le preocupa el artículo 71, por lo laboral. Le preocupa el decreto 150. No podemosbesarnos en la calle con nadie porque pueden llevarte. Hace más de un año me pasó en Congreso. A mí y a mi novio. Estuvimos un día entero en la 6ª por ir abrazados. La marcha llega al Obelisco. Una travesti, Lohana, y una inmigrante ilegal, Silvia, leen un discurso, donde pegan otra vez contra los gobiernos. De fondo, los HIJOS y las travestis cantan: ¡PJ - Alianza! ¡La impunidad avanza!.
DENUNCIA CONTRA POLICIAS POR APLICAR LOS
EDICTOS Por Eduardo Videla
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