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OPINION
Pasajeros en el aire frío
Por Julio Nudler

Si se les diera a elegir a los pasajeros de los trenes suburbanos entre el aire acondicionado y el mantenimiento de la tarifa sin aumento, ¿qué cree el Gobierno que dirían? Sobre todo considerando que el acondicionador es un lujo bastante prescindible en los trenes cortos de superficie (no en los subterráneos), a los que si algo les sobra es ventilación. Invertir y modernizar es una buena idea, pero decidir mejoras superfluas, que pagará obligatoriamente un usuario masivo como es el del tren, es por lo menos sospechoso.
Más sensata es, obviamente, la renovación de coches, porque los que corren llevan varias décadas sobre las vías. Pero la experiencia de estos últimos años induce a desconfiar de las intenciones, porque en el reciclaje de los viejos vagones se utilizaron materiales ordinarios (al menos en los elementos que están a la vista, como asientos y ventanas), que además fueron muy sobrevalorados. No hay ninguna razón para creer que esto mismo no sucederá en el futuro, y en realidad hay motivos para temer que sea peor porque las inversiones no las bancará el Estado, vía subsidio, sino los usuarios, de modo que el control, si ya era laxo, puede relajarse aún más.
Dejando de lado estas impurezas del proceso, y la evidencia de que no prevalece, ni en los reguladores ni en los empresarios, la preocupación por el pasajero, es evidente que en un servicio de hecho monopólico como éste, donde no hay reales alternativas al uso del tren, las compañías que explotan el servicio no encuentran ninguna razón para mejorarlo más allá de un nivel básico, cuyos parámetros son la frecuencia y la puntualidad. Como la etapa final de Femesa (últimos tiempos de Alfonsín y primeros de Menem) fue tan desastrosa, el usuario se conforma con lo elemental. Esto es lo que logró TBA y lo que le aseguró un abrupto salto en el número de pasajeros. ¿Cuántos más podría atraer con inversiones adicionales?
Además de la oscuridad del plan presentado (se habla, por ejemplo, del reemplazo de las barreras por cruces a desnivel, cuando lo más urgente y barato sería reactivar o habilitar gran cantidad de pasos a nivel hoy cerrados al tránsito, que transforman en embudos a los pocos abiertos), una pregunta elemental es por qué se recurre a elevar (drásticamente) las tarifas en estos tiempos de deflación. Según el índice oficial mayorista, los precios cayeron 6 por ciento en un año. ¿Por qué la lógica de los diseñadores de la política pública sigue siendo inflacionaria?
Quienes viajan a diario en los trenes suburbanos sienten que, pasado el momento inicial de la privatización, la calidad del servicio inició un lento declive, y que con sólo mejorar la gestión podría lograrse un servicio de mayor calidad. Pero a nadie parece interesarle este enfoque.

 

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