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Un alerta desde Europa por las
reformas de la salud en América

Mientras en el PAMI sigue frenada judicialmente su virtual privatización, una publicación conservadora británica advierte sobre el fracaso de ese tipo de cambios en América latina. Incluidos los ya encarados en la Argentina.

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“The Economist” asegura que la reforma argentina estaba considerada como la “más importante”.
Pero apunta que los cambios introducidos terminaron en fracaso como en el resto de la región.

Por Marcelo Justo desde Londres

t.gif (862 bytes) La privatización del sistema de salud, piedra angular del proceso de reforma sanitaria en América latina, está fracasando en todo el continente. El veredicto es doblemente impactante porque proviene de una publicación de la prestigiosa y conservadora revista The Economist, adalid de las privatizaciones a nivel mundial. “Las reformas no han alcanzado los dos objetivos que se plantearon: equidad y eficiencia”, dictamina un reciente informe de la Health Care International, publicación especializada en Salud Mundial. En Argentina, el fracaso es especialmente estrepitoso si se tiene en cuenta que a principios del proceso de reforma en los ‘90, el Banco Interamericano de Desarrollo la citó como “la más importante reforma del sistema de salud en América Latina en los 90”.
La reforma en Argentina ha seguido la misma trayectoria vital que en el resto de América latina. Según la publicación del The Economist, la retórica oficial de la equidad y la eficiencia que sustentó los cambios escondía otras razones de fondo para el viraje operado en la política sanitaria continental en la presente década. Entre las más importantes, la Health Care International cita la situación macroeconómica y los cambios ideológicos que ocurren a fines de los ‘80, así como la explosión en el gasto médico a nivel mundial y las crecientes expectativas del consumidor, especialmente el de la clase media, que aspiraba a tener acceso a lo más avanzado de la atención médica. “La comparación cotidiana que hacía la clase media de los servicios suministrados por el Estado con los que ofrecía la empresa privada fue un factor que se dio en toda América latina”, señala el informe.
La combinación de estos factores se reflejó en la aplicación a la salud de la misma lógica de mercado que se había impulsado para otros servicios públicos como ferrocarriles o telecomunicaciones. Según el nuevo paradigma reinante, la única manera de solucionar la clara ineficiencia del sistema de salud era abriéndolo a la iniciativa privada y la competencia. Mediante esta varita mágica se disolverían los monopolios, los mercados cautivos y la burocracia que paralizaban el servicio sanitario, y el gran beneficiario sería el consumidor, que a través de su libre elección eliminaría del mercado a los ineficientes. En teoría sólo sobrevivirían los prestadores (sanatorios, hospitales) y financiadores (prepagas, obras sociales) que fueran competitivos, es decir que ofrecieran mejor servicio a menor costo.
La publicación reconoce que las reformas fueron llevadas a cabo con gran “celo intelectual”. “Sin embargo –indica Health Care International–, las políticas no tomaron en cuenta la experiencia internacional en la materia y se realizaron sin un adecuado marco regulatorio.” El resultado ha sido que los “los pobres han quedado peor parados”, en gran medida porque dada la falta de regulación, se favoreció el llamado proceso de “descremaje” por el que las aseguradoras privadas arrasaron con lo más suculento del mercado de la salud (jóvenes y con buenos sueldos) mientras que el Estado debía lidiar con el resto (sectores más necesitados de atención médica y con menores recursos para financiarla). Según la publicación del The Economist, esta tendencia se percibe aún en sistemas de salud más complejos como el tripartito argentino (Estado, obra social y prepaga). Según la Health Care International, la actual apertura de las obras sociales corre el peligro de ser una privatización encubierta que erosione los mecanismos de equidad presentes en el sistema. A pesar de este panorama, la Health Care International no busca el remedio en un regreso al modelo previo. “La respuesta en América Latina no es dar marcha atrás. Los monopolios en la salud y la falta de competencia tienden como en cualquier otro sector a la ineficiencia y dejan de lado el crucial tema de la satisfacción del consumidor”, indica el Health Care International. La publicación del The Economist plantea la posibilidad de una política aún más radical que llegue a la privatización de todo el sistema nacional de salud tal como ha sucedido con otros servicios pero subraya que lo más importante “es ganar claridad y transparencia en lo que se hace y por qué se lo hace, en fijar objetivos que sean medibles y comprobar que se cumplan”.

 


 

OPINA UN EXPERTO BRITANICO SOBRE LA ARGENTINA
“En salud se gasta mucho pero mal”

Por M.J.

t.gif (862 bytes) Catedrático en Salud Pública de la prestigiosa Universidad de Higiene y Enfermedades Tropicales de Londres, autor de Vejez y pobreza en el mundo en desarrollo. Las villas miseria en Buenos Aires, Peter Lloyd-Sherlock dialogó con Página/12 sobre la marcha de la reforma de salud en la Argentina.
–Un informe del Banco Interamericano de Desarrollo califica la reforma de salud en la Argentina como la más profunda en América latina. ¿Está de acuerdo con esta definición?
–La Argentina ha recibido del BID, del Banco Mundial o del FMI más dinero per cápita para la reforma de su sistema de salud que cualquier otro país en América latina o probablemente el mundo entero. Esto se debió a varias razones. Por un lado, está el deseo de premiar la política neoliberal de Menem. Por el otro, las características del sistema de salud argentino que permiten establecer objetivos claros y medibles, como la reforma de las obras sociales. Por último, influyó que la Argentina sea uno de los peores países de América latina en la asignación de recursos. Se gasta mucho pero mal. El nivel de mortalidad infantil, por ejemplo, es superior al de muchos países a pesar de gastar mucho más en salud. Si estas agencias están canalizando tantos fondos para la Argentina tienen que creer o hacer creer a otros que este dinero va a cambiar las cosas en el sistema de salud argentino.
–¿No van a cambiar a su juicio?
–El problema es que no hubo un debate sobre el sistema de salud que se deseaba. Lo que se hizo fue adoptar un sistema copiado e impuesto por el Banco Mundial y el BID. Este sistema es bastante similar al de Estados Unidos, basado en un seguro individual y una red de protección para los excluidos del sistema. Hay dos problemas con este modelo. Primero, que demostró ser ineficiente y desigual en los países en que se implementó. El segundo es que en Estados Unidos siempre va a haber mucha más cobertura que en la Argentina porque mucha más gente trabaja en el sector formal y tiene buenos sueldos.
–¿Cuáles son las alternativas?
–Hay una larga tradición en la Argentina que apunta a unificar el sistema de obras sociales con el de salud pública, como plantearon los radicales en la época de Alfonsín. Ese proyecto fue obstaculizado por una alianza de intereses creados: sindicatos, médicos, la industria farmacológica. De todos modos, incluso en el marco de las reformas en curso, se podrían plantear cambios importantes, como la creación de un sistema regulatorio efectivo del mercado de salud, tanto de las obras sociales como las prepagas.
–¿Es irreversible la reforma?
–Es una pregunta muy importante en un año electoral. Es claro que el nuevo gobierno no tendrá el mismo acceso al capital que tuvo el de Menem. También que el Banco Mundial y el BID tienen un claro interés en seguir adelante con las reformas en curso. Todo dependerá en gran medida de la mayoría parlamentaria que haya, de la habilidad y el proyecto del ministro de Salud, y de la importancia que se le dé al tema como para contar con un respaldo popular en caso de que sea necesario enfrentarse a los intereses creados que hay en la Argentina.

 

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