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Por John Cunningham desde Londres Hay una película que Alfred Hitchcock pasó años planeando hasta el más mínimo detalle, pero nunca realizó. El hombre gordo desaparece podría hacer pertenecido a un raro género, el del film autobiográfico. Protagonizado por el mismo Hitchcock, debería haber contado cómo un chico nacido hace cien años en la casa situada sobre el negocio vegetariano de la familia, situado en el East London, cubrió artísticamente todas sus huellas para ingresar en una carrera de misterio y amenaza en Hollywood. Es una fantasía, por supuesto. Pero, si ese film existiera, podría ser de gran ayuda para los organizadores de las celebraciones que tendrán lugar para conmemorar el centenario del cineasta, nacido el 13 de agosto de 1899. Hitchcock era notoriamente reservado con respecto a sus raíces su madre era una irlandesa católica; su padre, un comerciante Cockney y sus primeros años en Leytonstone. Para ello negoció cautelosamente con sus biógrafos, e impuso un legado de silencio sobre sus descendientes al morir en 1980. Incluso Donald Spoto, quien fue premiado con el honor de una audiencia con cena un signo de que el gran hombre aprobaba el libro del escritor, El arte de Alfred Hitchcock descubrió que detrás de la cordialidad había siempre una frialdad admonitoria: Hitch era tan habilidoso para dirigir conversaciones como para las películas. Muy fácilmente, esta popularísima figura cultural se recluía en una cámara secreta cuando uno mostraba interés en los niveles más profundos de su trabajo, su background, su vida interior o ciertos períodos de su carrera, escribe Spoto en su biografía El lado oscuro del genio, publicada tras la muerte del cineasta. Hitchcock era adepto a cambiar el tema. Y a desaparecer de la escena, según descubrieron los investigadores cuando requirieron públicamente recuerdos de la familia, para una exhibición que abrirá en junio en el Vestry House Museum de Walthamstow. Vestry House tiene una gran colección de Hitchcock, pero la información nueva sobre él aparecida en los últimos años ha sido anecdótica y bastante cuestionable, según dice el gerente del museo Nigel Sadler. La búsqueda no arrojó parientes olvidados, viejos amigos o chismes. Sólo unas instantáneas de vacaciones de un joven regordete en traje de baño. La historia local jugó su papel en borrar los trazos. Leytonstone ya no existe como ciudad: ahora es parte de Waltham Forest. Para complicar más el caso, la familia se mudó a las localidades vecinas de Poplar y Stepney. Es sabido que, en su viudez, Emma Hitchcock volvió a Leytonstone, y se presume que Alfred vivió con ella hasta los 26 años, cuando se casó con Alma Reville, la única socia (ella era editora y script girl cuando se conocieron) en la que él confió consistentemente en su carrera. Pero, como indica Sadler, no hay registro de la dirección posterior de la madre. Una de las escuelas católico-romanas a las que asistió, St. Ignatius, se mudó de Stamford Hill a Enfield. Uno de los compañeros de Cocky como se lo conocía de chico, Robert Goold, fue víctima de la primera de las sádicas bromas que Hitch jugaría dentro y fuera de la pantalla. Goold murió hace diez años, pero le contó a Spoto que Cocky, con doce años, arrastró a Goold, de 9, al sótano del colegio, le vendó los ojos, lo ató, le bajó los pantalones y le metió petardos en su ropa interior. Mientras sus padres católicos le infundieron el sentimiento de culpa, fueron los maestros jesuitas quienes introdujeron al joven Hitchcock en una forma más exquisita de sufrimiento, el terror demorado que llenó los cines de escalofríos. El staff de St. Ignatius desempolvó una entrevista que su famoso alumno le concedió a la revista del colegio en los 70: en respuesta a una pregunta sobre la influencia de los jesuitas, Alfred responde: El método de castigo era altamente dramático, porque el maestro podía marcarle al alumno su mal proceder, y él luego debía ir a ver al sacerdote (que administraba hasta doce golpes con una tira de goma), pero quedaba a discreción del alumno cuándo ir. Podía retrasar el momento ydejarlo para el final del día, para ir a un cuarto especial donde los esperaba el castigo, como... en un plano menor, ir a una ejecución. Gordo, tímido, astuto, sin amigos: la evidencia respalda los adjetivos que Spoto elige para resumir la infancia y juventud de Hitchcock. Era sutilmente bravucón como probaría en su trato con los actores, pero a la vez era una víctima. Su estricto padre, para castigar una mala conducta, una vez lo envió a la estación de policía con una nota en la que pedía que lo pusieran unos minutos tras las rejas. Eso ciertamente concuerda con el interés de Hitch en los inocentes acusados de sus películas. Pero, como señala Spoto, es el tipo de incidente que el cineasta usaba en las entrevistas, ofreciendo una pieza aparentemente reveladora del puzzle, pero entendida para detener avances sobre el tema. Así que una de las más intrigantes atracciones para fans e investigadores puede ser algo que no está en el programa oficial. Puede llamarse Buscando al Sr. Hitchcock, y puede empezarse por el lugar de nacimiento, 519 Leytonstone High Road... sólo que el lugar fue demolido. En su lugar hay una estación de servicio. Donde termina el desfile de negocios, puede verse que el hogar de Hitchcock fue un anónimo edificio de tres plantas. Sus cuartos algo polvorientos probablemente estaban en la cabeza de Hitchcock cuando filmó Sabotaje (basada en El agente secreto de Conrad, pero que no debe confundirse con el propio Agente secreto del director) en 1936. El pone al anarquista, Verloc, y su familia, en una residencia de trabajadores, con un local al frente y una despensa detrás. Se sabe que Alfred vino de un hogar bien mantenido, y que Mrs. H era una madre consciente, al punto de hacer que Alfred se parara frente a su cama cada noche para contarle qué había hecho ese día. Pero aún más interesante es el enigma de dónde estaba el baño de Mrs. H: ¿en la casa, o atrás? No es una especulación vana. Hay varias tesis sobre el baño en los films de Hitchcock. Spoto remarca que hay escenas clave de Psicosis, Vértigo, North by northwest, Marnie, Torn Curtain, y al menos otras diez películas, que transcurren en el baño... en una época en que el baño raras veces se veía en pantalla. Entrar en esa celda secreta es volverse invisible: sin duda, debe haber fascinado al solitario escolar. Pero la casa familiar tenía otros misterios. El joven Hitchcock debía pasar por claustrofóbicos túneles de cajones de mercadería para llegar a las habitaciones de arriba y detrás del negocio. ¿Engendró eso las fantasías sobre cuerpos muertos en bolsas de papas de Frenesí? En ese film, Hitchcock convertía el viejo mercado de Covent Garden en una necrópolis terrorífica. De un modo extraño, es posible imaginar que el local de High Street pasó por una fantasmagórica transformación similar. Hay un negocio que vende imágenes del área en el 1900, pero el Leytonstone de principios de milenio tiene cierto parecido con el presente. Si la calle reproduce el gusto de Hitchcock por lo macabro, también se burla de su otra adicción, la comida. En su primera visita a New York, en 1937, cenó tres bifes en el New York Club, intercalando un helado entre cada uno. La calle hoy podría ser su purgatorio, con infinidad de lugares para proveer a los compulsivos. Hitch podía atiborrarse de hamburguesas y desayunos durante todo el día. Quizá el Concejo de Waltham Forest y al London Film and Video Development Agency, que ofrecen premios de 5 libras a quienes realicen pequeños recordatorios sobre la vida y el trabajo de Hitchcock, consigan una buena serie de imágenes alusivas. Basta con apuntar la cámara a un poste donde un cartel indica que No es bueno alimentar a las palomas, e imaginar la risa irónica de quien filmó Los pájaros. O imaginar el suspiro sepulcral del director mientras la cámara registra la fila de autos funerarios de C. Selby and Sons, que se instaló allí cuando Hitchcock tenía siete años. Para otro toque irónico del maestro, puede repasarse la idea de Leytonstone de una velada divertida, con el anuncio de Chicas de la noche, presentadas por Cher travestida. Es una buena diversión, aunque hay un tono sombrío en los locales vacíos y las tiendas de ropa de caridad: la calle es un típico pedacito de Londres en este desharrapadopresente económico. Está claro que allí no había lugar para las ambiciones profesionales de Hitchcock, aunque había estudios de cine en la cercana Wood Street. Islington era el lugar donde todo estaba sucediendo, y allí fue a trabajar, y de allí supo encaminar sus pasos a Hollywood. Es posible que el biógrafo Spoto tenga una de las mejores definiciones sobre ese derrotero y el ingreso del enigmático Hombre Gordo en la gran fábrica de sueños. Un capítulo de El lado oscuro del genio empieza con la frase El tenía casi 21 años. Y la industria cinematográfica no era mucho mayor.
UNA AMPLIA RETROSPECTIVA DEL PERIODO
BRITANICO, DESDE EL MARTES QUE BIENE Como
parte de los festejos por el centenario, el British Arts Centre organizó una exhaustiva
revisión de la obra de Hitchcock en Gran Bretaña, antes de ser tentado por Hollywood. La
muestra, que cuenta con la colaboración de The British Council, está integrada por
catorce films, la mayoría de los cuales han tenido muy escasa difusión local. El ciclo
del B.A.C. (Suipacha 1333) se llevará a cabo los martes en programas dobles, a partir del
próximo 23 y hasta el 4 de mayo inclusive. Comienza con El inquilino (The Lodger, 1926).
Un tema que se repetirá frecuentemente en su obra posterior ya está en este film mudo:
el hombre inocente a quien todas las apariencias señalan como culpable. Y es también el
primer film en el que Hitchcock se hace ver fugazmente: es uno entre los curiosos que
asisten a la captura del inquilino. También el martes 23 se verá Los 39 escalones (The
39 Steps, 1935), un clásico de clásicos. Sospechoso de asesinato ante la policía y
perseguido por una siniestra organización de espías, un hombre debe simultáneamente
probar su inocencia y salvar su vida. Una obra maestra de lo que Hitchcock entendía por
understatement: La presentación en tono ligero de acontecimientos muy
dramáticos. |