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OPINION
La Constitución y la vaina
Por Mempo Giardinelli

Leyendo los diarios uno no puede dejar de sentirse sorprendido y atemorizado por la desorientación de una dirigencia política que sigue bailando al son que le toca un pequeño Napoleón mesiánico. Quien logra zafar a cada rato de sus promesas y mentiras (que para él son lo mismo) y poco a poco impone sus desenfrenos como si fueran razón de Estado. Y los corre a todos con la vaina. Lo cual daría gracia si no fuera tan peligroso para la salud de esta república.
Resulta que ahora todos van a hacer plebiscitos. Que es lo mismo que decir que están olvidando (retóricas aparte) que la Constitución es clarísima y dice que el que acabó su mandato debe irse, y que la garantía del relevo es fundamento basal de la democracia. Por lo cual no hace falta gastar energías ni dinero en plebiscitos.
La Constitución manda tres cosas evidentes: Una, que el turno de este Presidente se acaba este año y debe irse. Dos, que la alternancia en el poder es la mejor manera de fortalecer el sistema republicano. Y tres, que los mecanismos de reforma constitucional son sagrados y todo forzamiento es autoritario y antidemocrático. Por lo tanto no hay nada que discutir ni plebiscitar y el liso y llano cumplimiento a rajacincha de la Constitución es la primera y mejor garantía de la paz y la armonía que los argentinos tanto necesitamos.
Todo lo que hay que consultar al pueblo argentino debe hacerse de acuerdo a como lo ordenan la Constitución nacional y las leyes electorales. No hay en ningún lado, ni en ningún texto, cláusula alguna que autorice los delirios de eternización en el poder, ni que avale chicanas ridículas y ofensivas para la inteligencia, el buen sentido y la paciencia del pueblo argentino.
El cual, como mandan la Constitución y las leyes, se expresará oportunamente, eligiendo al nuevo presidente de la República Argentina para el período 1999-2003.
Ni proscripción ni exclusión de nadie: esos son argumentos de tinterillos y oportunistas, retórica de chicaneros y lameculos. Nada autoriza todo este sainete republicano. Nunca, pero nunca, las cosas han sido tan claras como en esta ocasión: cuando cumplan su mandato deben irse. Y punto. De modo que lo que hay que hacer es sencillamente cumplir con la letra y el espíritu de la Constitución. Ni la más insólita Corte de los Milagros se atreverá a contrariar esa letra y ese espíritu.
Por lo tanto el doctor De la Rúa debería inmediatamente revocar la convocatoria al plebiscito de la Capital para el 28 de marzo próximo. Y el doctor Duhalde debería inmediatamente revocar la convocatoria al plebiscito en la provincia de Buenos Aires. No importa si se anuncian vinculantes o no vinculantes: esa es marrullería de leguleyos. No importa si se ganan o se pierden, no interesan los supuestos renunciamientos heroicos. Lo que todos debieran recordar es que con el cumplimiento estricto de la Constitución, esto se acaba. Debieran confiar un poco más en lo que ellos mismos juraron: la Ley Fundamental de la Nación que muchos de ellos votaron con legítima emoción en 1994.
Es verdad que puede esperarse cualquier cosa del menemismo (entendido como una forma brutal y antiética de hacer política). Pero el tiempo, esta vez, está del lado de la democracia argentina. El tiempo –que no es una cuestión de voluntades, ni es la máquina que imaginara Wells, ni es borgeana materia de ficción– el simple paso del tiempo señalado por la Constitución nacional acabará con ellos. El paroxismo febril de los que quieren incendiar la Argentina con tal de perpetuarse en el poder se extinguirá con la más simple receta: cumplir con la Constitución; no hacerles el juego; no atender a las provocaciones; plantarse en la exigencia de que terminen su mandato y se vayan.
Lo demás es charamusca. Nos están queriendo correr con la vaina. Hay que responderles con la Constitución.

 

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