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EL FILM DE ROBERTO BENIGNI FUE PREMIADO COMO “MEJOR PELICULA EXTRANJERA”

Para Hollywood, la vida siempre es bella

El italiano también festejó el Oscar al mejor actor. Judi Dench ganó en el rubro a la mejor actriz secundaria. “Shakespeare apasionado” y “Rescatando al soldado Ryan” peleaban al cierre de esta edición por la estatuilla más codiciada.

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t.gif (862 bytes)  ”Quiero agradecer a todos los que murieron para que hoy podamos decir que la vida es bella”, gritó abrazado al Oscar un exultante Roberto Benigni. La Vita é Bella acababa de obtener, de manos de Sofia Loren, el premio a la mejor película extranjera y Benigni no defraudó a la platea, que esperaba su show unipersonal. Cuando escuchó de la Loren que el premio, previsiblemente, era suyo, Benigni se trepó a su butaca, saludó a toda la colonia de Hollywood desde allí y empezó a correr por encima de los asientos, despeinando a más de un famoso. Llegó finalmente a los saltos al escenario, tomó entre sus brazos a la legendaria actriz italiana y consiguió que toda la platea se pusiera de pie para aplaudirlo. “Los quiero a todos, quisiera sumergirme en ese océano de generosidad”, amenazó Benigni, mientras algunos, como Goldie Hawn, no hacían nada por ocultar sus lágrimas. Sus agradecimientos no dejaron a casi nadie afuera, empezando por sus padres (“les debo el don más maravilloso: la pobreza”) y terminando por el Dante, a quien Benigni acudió para dedicar el Oscar a su mujer, Nicoletta Braschi. Así quedaban atrás las aspiraciones de los otros films extranjeros, entre ellos la brasileña Central do Brasil y la representante argentina Tango. Apenas minutos después, La vida es bella volvía a llevarse otro Oscar, el correspondiente al de la mejor música original para drama, que recogió el compositor Nicola Piovani. Y más tarde, Benigni volvía a festejar, esta vez por el Oscar al Mejor Actor. “Esto es un error tremendo, porque ya se me acabó el inglés”, atinó a decir en el colmo de su alegría.

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Dench, mejor actriz de reparto.
Una distinción merecida.

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Coburn, premiado por “Affliction”.
Nunca antes había sido nominado.


La ceremonia había comenzado una hora y media antes, en forma un tanto desvaída. “Algunos de ustedes me conocen como ‘La Reina Virgen’, pero no se cuántos”, pronunció Whoopi Goldberg cuando se abrió el enorme cortinado del Dorothy Chandler Pavillion y apareció vestida y maquillada como una improbable Queen Elizabeth. Todos en la platea –Tom Hanks, Helen Hunt, Warren Beatty, Annette Bening, entre quienes captaron las cámaras–festejaron ruidosamente la humorada, en este año en el que la reina Isabel tiene un doble papel protagónico, en Shakespeare apasionado y Elizabeth. Pero ya no rieron tanto cuando Whoopi dijo que creía estar, justo ella, en “una lista negra”. Y no sólo porque en los últimos años el puesto de maestro de ceremonias se lo había apropiado Billy Crystal, sino también porque le había tocado en suerte un show particularmente conflictivo, no tanto por la guerra declarada entre los estudios de Rescatando al soldado Ryan y Shakespeare..., sino más bien por el polémico caso Elia Kazan. Yna19fo02.jpg (19002 bytes) todo lo que se pudiera decir anoche acerca de “listas negras” desafinaba en los oídos de los invitados. De allí en más, Miss Goldberg tuvo que rogar, literalmente, a la platea para que festejaran sus chistes. “Me siento mejor cuando le gente se ríe”, retó con tono mandón a sus colegas, que no terminaban de relajarse en sus butacas. El libreto que manejaba Whoopi tampoco era particularmente inspirado, ni siquiera con el escándalo Clinton-Lewinsky a su disposición. En todo caso, Whoopi conseguía mejores resultados improvisando, como cuando pescó in fraganti a Kurt Russell y Goldie Hawn llegando tarde a sus asientos.
La primera emoción de la noche fue para James Coburn, que se llevó el Oscar al mejor actor de reparto, por Affliction, de Paul Schrader, aún no estrenada en la Argentina. Veterano de más de 60 films, entre ellos Los siete magníficos, Pat Garret y Billy the Kid y La cruz de hierro, Coburn sin embargo nunca había sido nominado antes y se impuso ahora por encima de actores consagrados, como Robert Duvall, Geoffrey Rush, Ed Harris y Billy Bob Thornton, todos con experiencia previa en el Oscar.
Más previsible resultó quizás el premio a la mejor actriz secundaria, que fue a las manos de Judi Dench, por su composición de la reina Isabel, en Shakespeare apasionado. Esta auténtica dama del teatro británico ya había sido nominada el año pasado por otra regia interpretación, como Queen Victoria, en La señora Brown, pero fue ahora de la mano de Shakespeare... que tuvo la revancha. “Creo que por ocho minutos en pantalla sólo deberían darme una parte del Oscar”, atinó a decir Dench, en un discurso particularmente serio.
Mientras tanto, el argentino Eugenio Zanetti resignó la posibilidad de llevarse un segundo Oscar a su casa. Un par de años atrás ya ganó uno porRestoration y ahora tenía la posibilidad de sumar otro por Más allá de los sueños. Pero el premio a la mejor dirección artística fue finalmente para Shakespeare apasionado, en una categoría en la que peleaba también su archirrival Ryan.


NADIE QUIERE SABOREAR LA “FRAMBUESA DE ORO”
Lo peor del cine también existe

t.gif (862 bytes) El filme de ciencia ficción Godzilla, del alemán Roland Emmerich, la remake del clásico de Alfred Hitchcock Psicosis y el actor Leonardo Di Caprio fueron “honrados” con el premio Frambuesa de Oro, que “distingue” a las peores producciones y artistas de Hollywood del año.
Godzilla se llevó tres premios, la Psicosis filmada por Gus Van Sant ganó la Frambuesa de Oro al peor director y a la peor remake, ésta última compartida con la adaptación de la serie televisiva inglesa The Advengers (Los vengadores). Leonardo Di Caprio recibió una distinción a la peor pareja protagónica, donde era el único nominado por el doble papel de mellizo que hizo en El hombre de la máscara de hierro. Bruce Willis, en tanto, fue elegido como peor actor principal por la exitosa Armageddon, mientras que la frambuesa a la peor actriz principal recayó en las cinco Spice Girls por Spice World.
Estos premios, creados por el guionista John Wilson, son entregados tradicionalmente por un grupo de 475 profesionales del cine y periodistas del rubro el día previo a la ceremonia de los Oscar. Wilson es el creador del premio, que consiste en una frambuesa de plástico sobre un fragmento de película super-8, todo pintado de dorado.
La sátira fracasada An Allan Smithee Film: Burn, Hollywood, Burn! encabezó la lista de premiados con cinco Frambuesas: fue elegida peor película y recibió Frambuesas de Oro por el peor guión, la peor canción, el peor actor secundario y la peor estrella nueva. Las Frambuesas se entregaron anoche en un hotel de los Angeles. Sylvester Stallone, nominado este año por vigécimotercera vez, no asistió a la ceremonia, como tampoco lo hizo el resto de los premiados, según se encargó de señalar el bueno de Wilson.

 

Los primeros ganadores

Al cierre de esta edición, éstos habían sido los afortunados que se alzaron con alguna estatuilla:
Mejor película extranjera: La vida es bella.
Mejor actor protagónico: Roberto Benigni por La vida es bella.
Mejor actriz de reparto: Judi Dench, por Shakespeare apasionado.
Mejor actor de reparto: James Coburn, por Affliction.
Mejor dirección de arte: Marten Childs y Jill Quertier, por Shakespeare apasionado.
Mejor maquillaje: Jenny Shircore, por Elizabeth.
Mejor corto de ficción: Election Night (Kim Magnusson y Anders Thomcomo Jensen).
Mejor corto animado: Bunny (Chris Wedge).
Mejor efecto de sonido: Gary Rydstrom y Richard Hymns, por Rescatando al soldado Ryan.
Mejor sonido: Gary Rydstrom, Gary Summers, Andy Nelson y Ronald Judkens, por Rescatando al soldado Ryan.
Mejor música original para comedia: Stephen Warbeck, por Shakespeare apasionado.
Mejor música original para drama: Nicola Piovani, por La vida es bella.
Mejor montaje: Michael Kahn por Rescatando al soldado Ryan.
Mejores efectos visuales: Joel Hynek, Brooks, Stuart Robertson y Keven Mack, por Más allá de los sueños.
Mejor documental corto: Keiko Ibi por The Personals: Improvisations on Romance in the golden years.
Mejor documental: James Moll y Ken Lipper, por The Last Days.

Desfile de modas sin cámara oculta

Las cadenas televisivas que cubrieron la
entrega de los Oscar sólo se preocuparon por la vestimenta y los modales de los famosos

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Whoopi Goldberg, con un grotesco disfraz de reina Elizabeth.

Por Cecilia Bembibre

t.gif (862 bytes) “Y allí vemos a Geena Davis, a quien no le interesa la moda...” Apretujada al borde de la alfombra roja Joan Rivers, presentadora estrella del canal E!, desplegó sin sutilezas su artillería contra Geena Davis, anfitriona de la antesala del Oscar, exclusiva este año para la cadena ABC. Rivers se desplaza cada año por las inmediaciones del Dorothy Chandler Pavillion decretando, en vivo, el buen o mal gusto de las vestimentas y modales de los famosos. Pero este año ABC le aguó el plan: acaparó la transmisión de la media hora previa a la ceremonia, con lo cual fue el primer canal en registrar la entrada de los invitados.
El desabrido desempeño de Davis hizo que su competidora afilara las uñas, especialmente después de que la actriz asegurara a la prensa que no tenía intenciones de inquirir acerca de las vestimentas. “¿Qué va a preguntar? ¿Sobre la situación en Bosnia?”, ironizó Rivers, quien levantó por encima de los periodistas de todo el mundo una pancarta que decía “Ultima pregunta poco profunda antes de la señorita Davis”. Su táctica agresiva fue, por cierto, provechosa, ya que tuvo a los nominados clave recitando de memoria el nombre de su diseñador favorito y agradeciendo a la joyería. Que era, dada la situación, el mayor de los logros posibles. Menos suerte tuvo el cronista de la CNN, a quien sus buenos modales le jugaron en contra: por no avanzar a los codazos, se le escurrieron varios nombres clave. A pocos minutos del inicio de la entrega de premios, la entrada era un caos: junto a las limusinas y a los trajes de lentejuelas un grupo manifestaba en contra del Oscar honorario a Elia Kazan, instando a sentarse sobre las manos en vez de aplaudir al director de Nido de Ratas; a unos metros, con brillantes pancartas amarillas, se agrupaban los fans del controvertido director. Junto a ellos, en una tribuna, una decena de adolescentes de Minnesotta, enfundadas en remeras con el logo de Rescatando al soldado Ryan, esperaba desde hacía cinco días ver pasar a Tom Hanks.
Desde el mediodía, los canales extranjeros se dedicaron a agotar las posibilidades con la cobertura del Oscar, aunque sin pretensión alguna de ser original. E!, una señal consagrada a la industria del espectáculo, emitió una cuenta regresiva año por año; la RAI llenó su tarde dominical con viejos programas del hiperquinético Roberto Benigni. En O Globo, Xuxa compartió la expectativa por las posibilidades de Estación Central. La nominación de Tango no despertó un fervor similar en la pantalla argentina: a lo largo de la tarde, las pocas alusiones al film de Saura se centraron en la polémica ausencia del director a la ceremonia del Oscar.
El living de Azul Televisión no fue escenario de novedades: si bien la presencia de Roberto Petinatto auguraba falta de solemnidad, su compañera –Paula Colombini– parecía decidida a tomárselo en serio. Así, intercambiaron opiniones personales sobre Madonna y Tom Hanks, presentaron la aburrida participación de Davis y, una vez más, dieron el pie a intérpretes de acento extrañísimo y poco entusiasmo.
Y por fin, a las diez y media de la noche, irrumpió la primera imagen del evento: Whoopi Goldberg, enfundada en un grotesco disfraz de reina Elizabeth, dio las buenas noches ante más de mil millones de espectadores en todo el planeta.

 

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