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Por Karina Poritzker Desde México Si algún condimento faltaba para completar el folklore que siempre rodeó a la última guerrilla del siglo, desde fines del año pasado el mexicano Subcomandante Marcos cuenta con sus propios grupos musicales. En este verano argentino y quinto aniversario del primer desafío zapatista del 1º de enero de 1994, el merchandising de la Selva Lacandona por fin dio a luz su oferta discográfica autóctona. Inspirados en cuentos y escritos de su líder, los combatientes editaron casetes de corridos (ritmo típico de la zona) que amenazan convertirse en hits en San Cristóbal de las Casas, la colonial capital de un estado donde la presencia guerrillera se palpa en cada esquina, y donde los turistas y aventureros buscan souvenirs para calmar la sed revolucionaria. Al precio standard de un dólar para latinos y un valor que se fija a ojo para el gringo dícese de todo turista rubio que supere el metro setenta de estatura, en las calles del estado de Chiapas se obtiene Héroes y mártires, primera producción de una banda denominada Los jóvenes zapatistas del sur. Este quinteto de identidad celosamente resguardada se presenta en la tapa de su obra con guitarras que reemplazan fusiles, fondo selvático y, obviamente, pasamontañas preservadoras del anonimato. Seguramente, son más difíciles de ubicar que el mismísimo Indio Solari de los Redonditos de Ricota. Subtitulada Corridos del EZLN, la entrega abre con la presentación oficial del Himno Zapatista: Se mira al horizonte/combatiendo el zapatista/el camino marcará/ para los que vienen atrás. Y el estribillo: Todos vamos, vamos adelante/para que salgamos a la lucha/ porque nuestra patria grita y necesita de todo el esfuerzo de los zapatistas. Año del 94, Explotación de mi pueblo y Mi general Zapata son otros temas incluidos en Héroes y mártires, que suple con épica revolucionaria la falta de producción y disimula con entusiasmo alguna que otra falla de entonación por parte de guerrilleros devenidos en cantautores. Representantes de las comunidades tzotzil, tojolabal y tzeltal, los cantantes integran la escasa franja indígena que habla un rudimentario español. A menos de un año del 2000, el 90 por ciento de los miembros de las etnias locales ignora por completo los vericuetos de la lengua dominante. Marcos nunca se mostró indiferente ante la música. Baile, música, placer y conciencia del otro son banderas por la humanidad y contra el neoliberalismo, dijo hace un tiempo, al inaugurar en el poblado de La Realidad un nuevo foro antineoliberal con la participación de delegados de 20 países. Y agregó: El que no entiende esto es, seguro, porque tiene cartón por alma. Partes de sus discursos fueron editados con un formato rapper, y hace poco más de dos años, con producción de Javier Calamaro, un puñado de artistas grabaron un disco a beneficio de los habitantes de Chiapas. En las calles empedradas de las ciudades o en los caminos de tierra de los pueblos, la música se sumó a la imagen de Marcos, a quien las manos indias ofrecen en bordados, llaveritos, sobre caballos de fieltro junto a su fallecida esposa, la comandante Ramona, y al bebé de ambos. Los souvenirs zapatistas músicos incluidos son sólo una muestra más de uno de los innegables éxitos del levantamiento: por primera vez los marginados traspasaron las fronteras de un país subdesarrollado e invadieron las pantallas del Primer Mundo, gracias al buen uso que un carismático líder hizo de las virtudes del imperio mediático. Pese a tratarse de copias obtenidas en primitivos doble caseteras -ninguna multinacional discográfica ofreció por ahora sus servicios al Subcomandante, las ventas de los grupos guerrilleros van palmo a palmo, por ejemplo, con la elaborada solidaridad de músicos latinos en Chiapas. Más refinado, este compact se vende en las librerías de la región a diez dólares. Desdeñada por muchos turistas argentinos, cultores de las comodidades del caribe mexicano contra diez horas de viaje por caminos sinuosos, la paupérrima provincia del sur mexicano sí es destino obligado de gringos en busca de emoción con condimento de guerrilla exótica. Los locales los conocen muy bien y es por eso que, con mucho criterio comercial, Pedro ofrece desde su puesto en una de las plazas de artesanos todo el merchandising Marcos en perfecta convivencia con el del Che, la madre Teresa de Calcuta y Fidel Castro. La mitad de su mesa está ocupada por los flamantes casetes de la Selva Lacandona. En su grabador suena la competencia local de Los jóvenes zapatistas del sur, la producción Corridos prohibidos en México del grupo La Raza. En la portada de una edición limitada como se aclara en el casete, un zapatista posa sentado sobre el césped y mira desafiante desde su pasamontañas. Esta vez la guitarra está ausente. La suplantan el rifle y las balas rojas de escopeta... Voy a contarles la historia/dando las gracias al Eterno/ de las heroicas memorias de un hombre contra el gobierno/Dios te mandó desde el cielo/a que aliviaras mis penas/el subcomandante Marcos/de nuestra raza es consuelo/es el verdugo de narcos/va a reventar al imperio/Viva el comandante Marcos/muera el satánico imperio/él romperá los candados/de pobres en cautiverio/. El título de este tema que abre el lado A es Viva Marcos y, en esta ocasión, la cantante es una mujer de inconfundible cadencia indígena. La ironía tiene un espacio en el grupo La Raza con temas como Clinton y Zedillo en dudoso honor al presidente del imperio y a su denostado par local y el recuerdo de masacres indígenas a manos de paramilitares queda registrado en La matanza de Guerrero. Evidentemente, hay de todo en el imaginario musical zapatista.
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