Por Luciano Monteagudo
Hay lógica
en la manera en que se repartieron y fue realmente un prorrateo, a diferencia de lo
que sucedió en 1998 con Titanic los premios Oscar de la Academia de Hollywood. En
los sondeos previos, todo indicaba que se iba a dar una dura puja entre Shakespeare
apasionado y Rescatando al soldado Ryan, y eso fue lo que sucedió, con un suspenso
creciente, que culminó cuando la comedia sobre el Bardo se alzó con el premio a la mejor
película. Habían pasado bastante más de tres horas desde el comienzo y la pelea de
fondo entre Shakespeare y Ryan seguía sin definirse. Más bien se había complicado con
el protagonismo de Roberto Benigni, convertido en estrella de la fiesta. Cuando Kevin
Costner abrió el sobre que confirmaba a Steven Spielberg como director, el cineasta dejó
ver una sonrisa de alivio. Sobre el escenario, dijo realmente lo quería, como
si hubiera pensado que bien podría no haber sido para él. Como un talismán, la
estatuilla también parecía tranquilizar a Spielberg, con la certeza de que quien es el
mejor director se supone que es también quien hace el mejor film. Pero la sonrisa no le
duró mucho. Apenas unos pocos minutos después, Harrison Ford anunciaba que la mejor
película era ... Shakespeare apasionado.
La discusión acerca de si es posible que el mejor director no sea el que pone su firma en
la mejor película es tan vieja como la Academia, que en su primera edición (1927-1928)
consagró a Frank Borzage pero dio como film ganador a Alas, de William Wellman. Ejemplos
posteriores abundan, como en los festivales internacionales, donde los jurados suelen
repartir premios como si fueran caramelos. No es el caso de la Academia, donde no existe
un tribunal supremo sino un democrático recuento de votos. Este año, los 5557 miembros
parecen haber enfrentado una disyuntiva que les dividió el corazón. Cuando se estrenó
Rescatando al soldado Ryan, nadie dudaba que era una segura ganadora. Allí estaba todo lo
que Hollywood quiere de una película bélica: espectacularidad y patriotismo. Y nunca un
film de guerra había alcanzado el nivel de realismo que Ryan consigue en la impresionante
secuencia inicial.
¿Qué película podía enfrentársele, ante la elite de Los Angeles? No La delgada línea
roja, que a pesar de su visión apátrida de la guerra había reunido, casi de milagro,
siete candidaturas (y que en el recuento no consiguió, como se podía prever, ningún
premio). Pero Shakespeare ... era otra cosa, en todo sentido. Aquí hay, por sobre
cualquier consideración el romance, la comedia vertiginosa, el protagonista,
una celebración del mundo del espectáculo como lo concibe Hollywood, una mirada entre
piadosa y condescendiente hacia los arquetipos de la industria del cine, con los ropajes
del siglo XVI. Hasta los productores, que suelen ser reflejados como villanos, tienen en
Shakespeare in Love la posibilidad de redimirse. Cómo resistirse a una u otra película,
habrán cavilado los académicos. Y el resultado fue una votación dividida como hacía
bastante no sucedía.
Steven Spielberg, mejor director
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En el escenario Robin Williams hizo el saludo
comunista, burlándose de la presencia del macartista
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El Oscar a Gwyneth Paltrow pareció particularmente representativo de lo que premiaba la
Academia: la primorosa hija de una familia de artistas, con un vestido rosa que lucía
más apropiado para una fiesta de graduación adolescente que para el Oscar. En todo caso,
fue la graduación de Paltrow en Hollywood, que ahora (después de varios tropezones en su
corta carrera) puede contarla entre sus estrellas dilectas, como una forma de ir renovando
el stock, que ya daba la impresión de estar un poco agotado.
Al margen de la contienda entre Ryan y Shakespeare, la Academia hizo de Benigni el gran
ganador. Ningún film extranjero había tenido el privilegio de llevarse tres estatuillas.
Y ningún actor de habla no inglesa logró antes ganar el Oscar al mejor actor. El único
antecedente es el de Sofía Loren, elegida mejor actriz por Dos mujeres en 1961. El hecho
de que fuera precisamente la Loren la elegida para entregar el premio daba una pauta de
qué tipo de emoción se buscaba la Academia. Después del revuelo del año pasado en
Cannes, los organizadores sabían qué clase de show era capaz de montar el italiano. Y el
clown no defraudó las expectativas, al punto que los payasos locales Carrey, Robin
Williams quedaron deslucidos.
Más allá de los desbordes de Benigni, debe decirse que si no hubiera sido por él (y por
el modesto suspenso) la ceremonia debería consignarse entre las más aburridas de los
últimos años, lo que no es poco decir. Ni siquiera la aparición de Elia Kazan provocó
la controversia que se esperaba. En la platea (ver aparte) abundaban las sonrisas de
compromiso, mustias, congeladas. Parecían las mismas que deben poner cuando se sientan en
el sillón del dentista más caro de Beverly Hills.
LAS FIESTAS POSTERIORES, OTRA CITA DE
CELEBRIDADES
Desde Monica Lewinsky a Elton John
La célebre ex
becaria de la Casa Blanca Monica Lewinsky paralizó prácticamente el restaurante
Mortons cuando llegó en la noche del domingo, con media hora de atraso, a la fiesta
del Oscar organizada por la revista fashion Vanity Fair. Con un vestido negro largo y
escotado que contrastaba con sus anteriores atuendos, la pasante que, escándalo sexual
mediante, estuvo a punto de causar la destitución del presidente de Estados Unidos, fue
recibida por la directora de Vanity Fair, Graydon Carter, y luego llevada rápidamente a
la mesa donde estuvo con las actrices Neve Campbell, Ellen Barkin y Bryan Lourd. La
princesa Monica, comentó uno de los presentes. Sabe cómo hacer una entrada
espectacular, dijo otro. En Washington, la razón por la cual alguien es
famoso es importante, expresó a su vez la ex secretaria de prensa de la Casa
Blanca, Dee Dee Meyers. En Hollywood, sólo importa que una sea famosa.
Hasta la llegada de Lewinsky, el tono de la fiesta se parecía mucho más al estilo de Los
Angeles que al de Washington. Por otro lado, la escritora neoyorquina Fran Lebowitz
relató que asiste todos los años al Oscar y a sus respectivas celebraciones: Voy a
75 fiestas. En treinta minutos en la primera fiesta veo a toda la gente con la que me voy
a encontrar en las demás. Los invitados a este festejo, uno de los más importantes
del año, incluyeron a David Hockney, Kirk Douglas, Billy Wilder, Mery Griffin, Anthony
Hopkins, Tom Freston y Barry Diller. Cruzando la calle, en el restaurante Pagani, una
persona mencionada en el monólogo isabelino de la presentadora Whoopi Goldberg en la
ceremonia de la entrega de premios estaba celebrando su propia fiesta: Elton John se unió
con la revista InStyle en un festejo a beneficio de la fundación del cantante contra el
sida. Aunque John no quiso decir qué iba a hacer con el vestido que le había prometido
Goldberg, parecía entusiasmado con la idea mientras saludaba a los invitados, entre ellos
Tim Allen, Bill Macy, Charlie Rose, K. D. Lang, Fran Drescher, Robert Wagner, Chris
ODonnell, Fred Rosen y Leann Rimes.
G A N A D O R E S |
* Película: Shakespeare...
* Director: S. Spielberg, por Rescatando al soldado Ryan.
* Actriz protagónica: Gwyneth Paltrow por Shakespeare apasionado.
* Actor protagónico: R.Benigni por La vida...
* Actriz secundaria: Judi Dench, Shakespeare...
* Actor secundario: James Cobrun por Affliction.
* Película extranjera: La vida es bella, de R. Benigni.
* Guión original: Marc Norman y Tom Stoppard por Shakespeare apasionado.
*Guión adaptado: Bill Condon por Dioses y monstruos, de la novela Father of Frankenstein,
de C. Bram.
* Música para film musical o de comedia: Stephen Warbech, por Shakespeare...
* Música para drama: Nicola Piovani, por La vida...
* Canción: When you believe (El príncipe de Egipto).
* Fotografía: Janusz Kamensky, por Rescatando...
* Dirección artística: Marten Childs y Jill Quertiers por Shakespeare apasionado.
* Vestuario: Sandy Powell por Shakespeare apasionado.
* Edición: Michael Kahn por Rescatando al soldado Ryan.
* Maquillaje: Jenny Shircore por Elizabeth.
* Sonido: Gary Rydstrom, G. Summers, A.Nelson y R. Judkens por Rescatando...
* Edición de efectos sonoros: Gary Rydstrom y Richard Hymns por Rescatando...
* Efectos visuales: Joel Hynek, Nicholcomo Brooks, Stuart Robertson y Keve Mack, Más
allá de los sueños.
* Largo documental: The last days, de James Moll y Ken Lipper.
* Corto documental: The Personals: Improvisations on romance in the golden years, de Keiko
Ibi.
* Corto de animación: Bunny, de Chris Wedge.
* Corto de acción viva: Valgaften (Election Night), de Kim Magnusson y Anders Thomcomo
Jensen.
* Oscar honorario: Elia Kazan.
* Premio Irving Thalberg: Norman Jewison. |
"Nido de ratas", en una
versión de fin de siglo
En uno de los momentos más polémicos
de su historia, la Academia premió la imborrable trayectoria artística del delator Elia
Kazan. |
Elia Kazan abrazado con el cineasta Martin
Socrsese, que lo defiende
|
Por Juan Forn
La
Academia había anunciado con esa patética solemnidad de pacotilla que reserva para
ocasiones especiales --como, por ejemplo, que el general Colin Powell presentase las dos
películas bélicas que competían-- que la polémica en torno del Oscar honorífico a
Elia Kazan recibiría una cobertura "justa": mostraría igual la reacción del
auditorio, estuvieran a favor o en contra. Por supuesto, cuando llegó el momento, lo hizo
a su manera. Primero, eligió a Martin Scorsese y a Robert De Niro para entregar el premio
(nada de blandura hollywoodense, especialmente después que Sean Penn y Carl Reiner
firmaran algunas de las solicitadas contra Kazan los días previos). Segundo, en los
fragmentos elegidos del clip de homenaje a su filmografía, hizo irritante hincapié en el
tema de la delación y la absolución: las dos escenas más largas del clip eran de Nido
de ratas (en la primera Eve Marie Saint gritándole a Brando que lo detestaba por
buchón; en la segunda el gran Marlon después de la paliza, demostrando su entereza y
recuperando su dignidad a los ojos de su compañeros). Después vino el turno de mostrarlo
en persona.
Kazan avanzó hacia el micrófono, dijo que
"felicitaba" y "agradecía" a la Academia por "su coraje" y
por "su generosidad" (y era evidente que había pensado mucho antes de
elegir esas cuatro palabras). Agregó con cierta incongruencia que era miembro de la
Academia "hace no sé cuántos años ya". Todo eso mirando bien la platea (y es
imposible que no se haya dado cuenta de la cantidad de gente que no se había puesto de
pie a aplaudirlo, especialmente en las primeras filas: incluso por TV se notó, en una de
las escasas tomas panorámicas durante el aplauso, que Nick Nolte y Ed Harris no eran los
únicos que se mantenían fríamente sentados y con las manos inmóviles en esa primera
fila y en las posteriores del auditorio). Recién después de comprobar que pesaban más
los aplausos que las miradas de desprecio, se permitió hacer doblemente evidente que
estaba apadrinado por "inimputables": le pidió a Scorsese que se acercara y se
abrazó con él (Scorsese pareció emocionarse y también ponerse un poco nervioso: le
hizo llamar a De Niro también, que hasta entonces se mantenía unos pasos atrás con su
inverosímil corte de pelo). Eso fue todo. O casi todo; después dijo: "Creo que ya
me puedo escabullir", miró a su acompañante femenina y le preguntó: "¿Tengo
que decir algo más?". Quién iba a decirle que sí: ¿la pobre mujer, Scorsese, De
Niro?
Lo había anticipado en los días anteriores y lo cumplió tal cual en
la ceremonia: Kazan considera que no le debe a nadie el menor mea culpa por su delación
macartista. Para algunos, lo que hizo en el escenario del Dorothy Chandler Pavillion fue
tan sobrio o parco como han sido sus últimos años. Otros creen que, si hubo un fallido,
debe adjudicarse a sus nervios, o a sus achaques (como Robin Williams, que primero
aplaudió a Kazan y, al subir él al escenario poco después, hizo el saludo comunista con
el puño en alto). Y también están aquellos que creen (como el comediante Chris Rock,
que al subir al escenario dijo: "Vi a Elia Kazan en bambalinas y mejor que lo alejen
de De Niro. Ya se sabe cuánto odia Bobby a las ratas", en alusión a la remake de Cabo
de miedo) que lo de Kazan fue una muestra más de su empecinamiento. Ese "¿Tengo
que decir algo más?" era su manera falsamente conmovedora de repetir aquello que
dijo mucho más belicosamente hace casi veinte años, en su autobiografía: "Lector
no busco tu favor. Si esperas que ahora pida disculpas, te equivocas al juzgar mi
carácter".
A la hora de los números Pasada la fiebre de la entrega, empieza el momento de
la estadística. Con los siete premios obtenidos sobre un total de trece nominaciones, La
película Shakespeare apasionado se situó en la honorable lista de grandes
ganadores, que incluye a pesos pesados como La lista de Schindler, Danza con lobos, La
guerra de las galaxias, El puente sobre el río Kwai y El golpe. Otros
largometrajes que se adjudicaron siete premios son Patton, la épica Lawrence de
Arabia y El buen pastor. La última vez que una película había obtenido siete
estatuillas fue La lista de Schindler, de Steven Spielberg, que en 1994 logró
incluso los premios mayores de mejor director y mejor película.
Dirigida por el inglés John Madden, Shakespeare apasionado
obtuvo lauros como mejor película, mejor actriz, mejor actriz de reparto, mejor guión
original, mejor vestuario, mejor dirección de arte y mejor música original para comedia
o musical. En cuanto a las actrices de ese largometraje, tanto Judi Dench (intérprete de
reparto) como Gwyneth Paltrow (actriz protagónica) ganaron un Oscar por primera vez en
sus carreras. Para las estadísticas también quedará el italiano Roberto Benigni como el
segundo extranjero en ganar un Oscar como mejor actor, premio al que se suman las dos
estatuillas a mejor película de habla no inglesa y mejor música original para drama. La
vida es bella sumó un Oscar a los 11 que Italia ganó en toda la historia de la
Academia en la categoría destinada a las películas no habladas en idioma inglés,
convirtiéndolo en el país que más premios tiene en su haber.
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DOS DIRECTORES ARGENTINOS OPINAN SOBRE LA VELADA |
La
lógica del premio
Por Marcelo Piñeyro
Me alegró ver
a Roberto Benigni, saltando por los pasillos y convirtiéndose en el centro de la fiesta.
Esto, pese a que La vida es bella, aun cuando parte de una idea fenomenal, no está
totalmente lograda, al menos para mí. La película que más me gustaba para los grandes
premios era La delgada línea roja, y como extranjera, la brasileña Estación
central. Me da pena que no ganara, pero era obvio que no tenía oportunidad, y que
Fernanda Montenegro, aunque era la mejor actriz, no iba a ser tomada en cuenta. Shakespeare
apasionado es una linda comedia, muy disfrutable, pero también rápidamente
olvidable. Rescatando al soldado Ryan, otra ganadora, no me gustó. Tiene gran
virtuosismo en la primera media hora pero el resto es muy patriotero. De las
estadounidenses, lamento que The Truman Show no estuviera nominada, porque tiene
aristas muy potentes, y junto con Estación central y La delgada línea roja,
que tiene hallazgos y profundidad, se inscribe dentro del conjunto de películas que
quedan en el alma para siempre. Pero ya se sabe: los premios tienen parámetros difíciles
de comprender. No hay nada nuevo bajo el sol, al respecto.
Un circo aburrido
Por Eliseo Subiela
De la entrega de los
Oscar no me sorprendió nada. Me parece, sobre todo respecto de los premios principales,
que fueron bastante justos, aunque le hubiera dado el de mejor director a John Madden, por
Shakespeare apasionado, en lugar de a Steven Spielberg por Ryan. Y como
siempre, hay cosas injustas: que no esté The Truman Show entre los premiados, ni La
delgada línea roja, es parte de los disparates y de los olvidos que suelen acumularse
en estos eventos circenses. Porque la entrega es un circo que cada vez me divierte menos,
quizá porque los argentinos estamos con bronca por no tener cine nosotros, y nos ubicamos
frente a la gran noche de la Academia como quien mira una fiesta desde la cocina. La
película de Benigni no me gustó, creo que está sobredimensionada. Me decepcionó, pero
es un disparate decir que es inmoral. No entiendo el impacto que causó: no es nada del
otro mundo. Sí me inquietó pensar qué hubiera hecho yo frente al homenaje a Elia Kazan:
si me hubiera parado o no en la platea. No llegué a ninguna conclusión, porque lo admiro
como director pero no como persona. Su actitud es muy dura.
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