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Por Diego Fischerman ![]() Tal vez no sea un dato menor que, de los artistas convocados por el Colón, Lastra fue el único que compuso ballets sobre músicas de compositores argentinos (salvando a Piazzolla, claro que, como dice Lastra a ese todos lo conocen). Y tampoco que, en su trabajo con Julio Bocca junto al Ballet Folklórico, había un trabajo explícito con elementos de la tradición. No se trata de salir al escenario con la bandera argentina explica el coreógrafo ni tampoco de tomar literalmente pasos del baile popular y traspolarlos a otro contexto. A mí lo que me interesa son las maneras de expresar con el cuerpo los sentimientos propios de cada lugar. Pero el Ballet Folklórico depende de la Secretaría de Cultura de la Nación (bautizada recientemente de la Presidencia de la Nación, y su situación no está aislada de lo que podría denominarse con cierta generosidad la política cultural del país. Es decir: no tiene presupuesto. La ropa la hace la propia Norma Viola, no hay plata para luces ni para encargar músicas ni para llamar a los coreógrafos importantes del país para que compongan para el ballet. A diferencia de la música, una obra de ballet necesita luces, escenografía, una puesta. Y si no se dota al Ballet Folklórico de una partida presupuestaria acorde con sus necesidades y posibilidades, se lo condena. No obstante, la inauguración de la Sala Nacional de Danza, algo de lo que Lastra se muestra especialmente orgulloso, es un paso significativo hacia adelante. Entre los síntomas que hacen de la danza una actividad no siempre tenida en cuenta un dato cercano es la exclusión de la actividad de la redacción de la Ley del Teatro, el director nacional de Danza señala que hay una falta de reflexión acerca de la actividad. Quizá tenga que ver con la formación profesional del bailarín, con la idiosincrasia de alguien que está abocado al perfeccionamiento y tiene, por otra parte, un período de vida útil muy corto. Esto provoca una ansiedad existencial y, muchas veces, no permite ver más allá de lo que le pasa al propio bailarín con su carrera. De hecho, quienes deciden qué ballets se incluyen en una temporada teatral suelen ser músicos o directores de orquesta, nunca bailarines o coreógrafos. La otra cuestión que afecta a la danza, en este momento, es, según Lastra, la falta de incentivos e incluso las dificultades para que haya creadores de música para danza. Los costos son altísimos, no hay alicientes impositivos ni nada por el estilo, el coreógrafo que monte una obra con música contemporánea debe pagar fortunas de derechos de autor y, de esa manera, se cercena su libertad y se lo obliga a trabajar con músicas de Bach, Mozart y Beethoven. Septima temporada de La Scala
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