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Por Diego Fischerman El cargo de director nacional de Danza fue, en su origen, una especie de presente griego. Se trataba de hacerse cargo, fundamentalmente, de algo que había sido creado en la Secretaría de Cultura, de una suerte de Frankenstein con forma de ballet que a nadie parecía interesarle demasiado. El Ballet Folklórico Nacional fue algo así como un agradecimiento en forma de compañía estable, estatal y rentada, a la trayectoria de El Chúcaro y Norma Viola. Y Rodolfo Lastra, director del área desde 1996, es una excepción por varios motivos. Por un lado, porque el conocido perfil de administrador cultural poco familiarizado con cuestiones artísticas es rápidamente desmentido por sus antecedentes como solista del Royal Ballet y su trayectoria como coreógrafo de siete ballets y ocho óperas en el Colón y de obras presentadas en las provincias argentinas, en Uruguay, Brasil, México y Cuba. Por otro, porque el Ballet Folklórico, lejos de ser una molestia, para él es un organismo con grandes posibilidades de creación y con un espectro enorme en cuanto a la producción. Tal vez no sea un dato menor que, de los artistas convocados por el Colón, Lastra fue el único que compuso ballets sobre músicas de compositores argentinos (salvando a Piazzolla, claro que, como dice Lastra a ese todos lo conocen). Y tampoco que, en su trabajo con Julio Bocca junto al Ballet Folklórico, había un trabajo explícito con elementos de la tradición. No se trata de salir al escenario con la bandera argentina explica el coreógrafo ni tampoco de tomar literalmente pasos del baile popular y traspolarlos a otro contexto. A mí lo que me interesa son las maneras de expresar con el cuerpo los sentimientos propios de cada lugar. Pero el Ballet Folklórico depende de la Secretaría de Cultura de la Nación (bautizada recientemente de la Presidencia de la Nación, y su situación no está aislada de lo que podría denominarse con cierta generosidad la política cultural del país. Es decir: no tiene presupuesto. La ropa la hace la propia Norma Viola, no hay plata para luces ni para encargar músicas ni para llamar a los coreógrafos importantes del país para que compongan para el ballet. A diferencia de la música, una obra de ballet necesita luces, escenografía, una puesta. Y si no se dota al Ballet Folklórico de una partida presupuestaria acorde con sus necesidades y posibilidades, se lo condena. No obstante, la inauguración de la Sala Nacional de Danza, algo de lo que Lastra se muestra especialmente orgulloso, es un paso significativo hacia adelante. Entre los síntomas que hacen de la danza una actividad no siempre tenida en cuenta un dato cercano es la exclusión de la actividad de la redacción de la Ley del Teatro, el director nacional de Danza señala que hay una falta de reflexión acerca de la actividad. Quizá tenga que ver con la formación profesional del bailarín, con la idiosincrasia de alguien que está abocado al perfeccionamiento y tiene, por otra parte, un período de vida útil muy corto. Esto provoca una ansiedad existencial y, muchas veces, no permite ver más allá de lo que le pasa al propio bailarín con su carrera. De hecho, quienes deciden qué ballets se incluyen en una temporada teatral suelen ser músicos o directores de orquesta, nunca bailarines o coreógrafos. La otra cuestión que afecta a la danza, en este momento, es, según Lastra, la falta de incentivos e incluso las dificultades para que haya creadores de música para danza. Los costos son altísimos, no hay alicientes impositivos ni nada por el estilo, el coreógrafo que monte una obra con música contemporánea debe pagar fortunas de derechos de autor y, de esa manera, se cercena su libertad y se lo obliga a trabajar con músicas de Bach, Mozart y Beethoven. Septima temporada de La Scala Este sábado empezó la temporada número siete de La Scala. Pero en este caso no se trata de la de Milán sino de la de San Telmo, en el Pje. Giuffra 371. Y el ciclo 1999 comenzó con la reposición de Misia (en busca de la musa perdida), el espectáculo de teatro musical que, basado en la vida de Misia Sert y sobre melodías de Poulenc, Fauré, Duparc, Debussy y Ravel entre otros, cuenta con la dirección musical del tenor Eduardo Cogorno, quien participa además como cantante junto a la mezzosoprano Marta Blanco, el contratenor Cristian Zabala y los pianistas Enrique Prémoli y Alicia Mazzieri. Con el auspicio de Radio Clásica y de la embajada de Francia, Misia se presentará todos los sábados de marzo, abril y mayo a las 20.30.
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