Conocí a Luis María Argaña cuando él era presidente de la
Corte Suprema de Justicia.
Visitamos a Argaña con el embajador argentino Raúl Quijano en su despacho exigiendo que
se cumpliera el tratado de extradición en relación con los Miara y con los Bianco,
procesados por la apropiación de bebés nacidos en las mazmorras clandestinas del
Proceso.
Eran tiempos en que mandaba el Supremo Alfredo Stroessner y gobernaban los
cuadrunviros, un cuarteto duro ahijado de la CIA y de China nacionalista que,
paradójicamente, pretendía revitalizar el régimen. En los 80 ya se había agotado el
oro brasileño de Itaipú y afines y Stroessner buscaba una revolución cultural a la
paraguaya, financiada con drogas, autos robados y contrabando en gran escala.
Argaña no sólo reconoció la legitimidad del reclamo argentino, también dejó en claro
sus diferencias con los cuadrunviros e insinuó vientos de cambio. Al volver,
me despidió en el aeropuerto, con mensajes tranquilizadores Teruko Papalardo, mano
derecha del Supremo. Decían que él era jefe de los nuevos ricos de Itaipú, cuya
aspiración de paz burguesa no parecía compatible con el extremismo de los cuadrunviros
ni con el sucesor que promovían, el hijo del Supremo, la Coronela. Decían,
también, que el socio de Papalardo era un tal ingeniero Wasmosy.
Todo quedaría en claro no mucho después con el golpe militar encabezado por el general
Andrés Rodríguez, consuegro del Supremo. Argaña fue el jefe civil del golpe, cuyo
triunfo se logró por la decidida actuación de Lino Oviedo. Golpe que Papalardo hizo
posible. Cuentan que el Supremo, sospechando del consuegro, invitó a Rodríguez a una
habitual partida de poker con el propósito de meterlo preso. Rodríguez recibió una
llamada telefónica: General, ¿me reconoce? No diga mi nombre y no vaya a donde lo
invitaron.
Rodríguez se enyesó una pierna y la supuesta fractura fue la excusa para la ausencia
salvadora que precipitó el golpe.
Argaña recibió el premio de la Cancillería, el general Oviedo el jinete
bonsai lo llamaban la jefatura militar, y Papalardo la impunidad para sus
negocios y los de su socio Wasmosy, luego presidente sucesor de Rodríguez con la dura
oposición de Argaña.
La vueltas de la vida: hoy Oviedo y Papalardo son acusados del asesinato de Argaña, jefe
del ala stronista del oficialismo colorado, mientras Wasmosy incita a la
insurrección militar para vengar a Argaña.
¿Cosas del Paraguay? Cuidado.
Cosas de la política centrada en partidos hegemónicos: Luis Donaldo Colosio. Del Estado
convertido en instrumento de enriquecimiento privado: Carlos Salinas de Gortari. De la
influencia del narcotráfico: democracia a la colombiana. De la apertura financiera en
beneficio del lavado de dinero: Panamá.
¿Quién puede decir, en la actual América latina, de esta agua nunca beberé?
* Ex subsecretario de Asuntos Latinoamericanos.
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