OPINION
Si vienen por tu vecino
Por J. M. Pasquini Durán |
El
déficit fiscal de América latina sumó el año pasado 80.000 millones de dólares y la
deuda externa 700.000 millones de dólares. Los cataclismos naturales, la caída de los
precios de las materias primas y las turbulencias de los mercados financieros están
asolando la región. La convulsión de Brasil mantiene en ascuas al Mercosur y la de
Ecuador multiplicó las incertidumbres en Perú, Venezuela y Colombia. A pesar del
tembladeral económico, que demanda un costo social abrumador, la nota optimista es la
democratización latinoamericana.
Los que se atrevían a sugerir que las instituciones políticas son débiles y vacilantes,
que están subordinadas a grupos económicos de elite y que los pueblos no ponen en ellas
ni credibilidad ni esperanzas, eran descartados como pájaros de mal agüero. La
democracia ha llegado para quedarse, respondían los henchidos de confianza. Los
diez balazos que ayer le arrebataron la vida al vicepresidente paraguayo, Luis María
Argaña, han puesto la nota más grave, pero no la única, sobre la estabilidad política
regional.
El asesinato de Argaña, por un comando de tres profesionales, enemigo
político del general Luis Oviedo y del presidente Raúl Cubas, marca la etapa más
crítica, hasta ahora, de una crisis institucional que se arrastra desde hace meses, con
el militar en el centro del torbellino, dueño de una proporción de votos como la que
consiguió no hace mucho Hugo Chávez en Venezuela. Militares con las bocas cargadas de
redentoras consignas nacionalistas y populares levantan olas de adhesión popular.
En Chile, otros militares del más alto nivel, atrapados en su propio pasado, se lanzaron
anteayer a la tribuna para denigrar a España y Gran Bretaña en defensa de Pinochet, con
tanto atrevimiento que el presidente Eduardo Frei, cuyo gobierno hizo toda clase de
gestiones a favor del ex dictador, tuvo que llamarles la atención. ¿Podrá la democracia
chilena soportar sin violencias el regreso del viejo tirano, enpantanada como está en la
encrucijada de hacer justicia o resignarse a la impunidad?
No hay que hablar sólo de militares para referirse a la inestabilidad democrática. En
México, donde el actual sexenio comenzó con dos asesinatos políticos, el autoritarismo
levanta cabeza, lo mismo que en Haití, sin contar los crímenes que se cometen en
Colombia para evitar la negociación con la guerrilla, las violaciones a los derechos
humanos en Perú, y la lista podría seguir por la geografía regional, ya escarnecida por
las relaciones económicosociales de enormes injusticias.
Las democracias jóvenes o inestables, a veces son sinónimos, se ponen a prueba en la
capacidad para soportar las alternancias. Cada vez esa capacidad es menor, mientras
aumenta el catálogo con ejemplares de aspirantes a monarcas o a divinos mandaderos, con
deseos de perpetuidad. Ninguno está a salvo, los pequeños y los grandes países, con o
sin indios, con militares y guerrillas activas o domesticadas, todos tienen sin cumplir
aún la tarea de sustentar la democracia.
Argentina no es una excepción. Hay que recordar los disturbios militares y las
hiperinflaciones que acompañaron el accidentado tránsito del primer al segundo sexenio.
Hoy mismo, a 23 años del último golpe de Estado, la cultura política dominante sigue
pensando que cada partido que llega al gobierno debe ser el único y para siempre, sin
ningún respeto por los demás.
Argentina no es Paraguay, ni Perú, ni Venezuela, ni México, ni Cuba, ni Haití, ni...
¿América latina? Por supuesto: es el miembro más joven de Estados Unidos de América
(pronto tendrá la misma moneda, ¿o no?), la cuna de la democracia, el gendarme del orden
mundial, la tierra de los Kennedy y de Martin Luther King. Aun los que siente únicos y
excepcionales pero quieren de verdad que la democracia sea irreversible, deberían
escuchar las alertas regionales. Por lo pronto y por las dudas, habría que ir hoy a
marchar con los defensores de los derechos humanos. |
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