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Por Cristian Alarcón Como si el lugar pretendiera convertirse en un siniestro y clásico escenario del crimen argentino, la costanera norte, en la zona cercana a las aulas de la UBA, volvió a ser el escenario de una muerte rodeada de misterio. Tal como ya ocurrió con Marcelo Cattáneo, el empresario de CCR que apareció ahorcado allí, ahora fue encontrado muerto pero de una manera que recuerda a la que usaron los asesinos de José Luis Cabezas, Héctor Manuel Rivas, un peón de taxi de 45 años. De la autopsia se desprende que fue un homicidio. Le ataron los pies y las manos con alambres. No se pudo establecer aún si tiene o no un tiro en la sien, pero sospechamos que pudo haber sido quemado vivo, le dijo anoche a Página/12 una fuente de la investigación. A las características del crimen y de la escena se le suma que quienes mataron a Rivas eligieron una forma similar a la que utilizaban los escuadrones de la dictadura militar para liquidar personas y también el lugar donde hoy se colocará la piedra fundamental del Monumento a las Víctimas del terrorismo de Estado, para abandonar a la víctima. Ayer eran las 6.20 de la mañana cuando tres testigos ubicados en distintos puntos cercanos a la costanera vieron cómo entre las calles Rafael Obligado y Güiraldes, frente al restaurante Los Platitos, se prendía fuego un coche. En el asiento del conductor estaba el cuerpo de Rivas, con un aparente tiro en la sien. Las hipótesis que la policía barajaba anoche fueron durante el día desde el crimen por encargo al pasional, pasando por el fantasma de la mafia de los taxis. Hacia la noche, luego de los primeros resultados de la autopsia que confirmó que la víctima había sido atada, trabajaban sobre una venganza o un ajuste de cuentas. Durante la tarde pareció que los investigadores tenían una pista fuerte al detener a uno de esos testigos, el cafetero Héctor Romero, quien escuchó una explosión que, según su testimonio, venía de adentro del auto. Pero en rigor, Romero nunca estuvo preso, sino que se trató de impedir que tuviera contacto con periodistas hasta que declarara ante los policías. El taxi patente LCX941 resultó ser propiedad de Claudio Dorsa, y fue él quien informó a la policía que el chofer del mismo era Héctor Rivas. El cuerpo fue hallado en el asiento del conductor, inclinado sobre el volante y levemente hacia la derecha. Estaba completamente calcinado. A la policía le llevó tres horas determinar el sexo de la víctima. Los peritos policiales se mostraron extrañados por el tipo de combustible con el que fue incendiado el Renault 12. Las llamas consumieron por completo el interior y el exterior del taxi, que además estaba con el capot abierto. Sin embargo no explotó el tanque de gas del auto. El perito forense Horacio Sapag sostuvo que dentro del coche se encontraron varios materiales, entre ellos alambres, con los que Rivas habría sido atado. Para dilucidar el misterio de un crimen con una saña que implica encargo, pasión o mensaje, la Federal intentaba anoche reconstruir las últimas horas de Rivas. Según sus familiares el taxista salió a trabajar a la hora en que lo hacía habitualmente: las 5 AM. De manera que no pasó más de una hora desde que salió de su casa hasta que fue interceptado. Los investigadores consideraban anoche que Rivas fue asesinado antes de llegar al macabro lugar donde quemaron su coche y no lejos del lugar, al que sólo se accede por una entrada ubicada a unos cien metros, porque a la altura de donde apareció el coche el acceso está bloqueado por los pilotes que delimitan una bicisenda. Según una fuente policial, el taxista habitualmente trabajaba por la zona de Costanera Norte. El lugar donde abandonaron y quemaron el auto es un descampado de unos cien metros por veinte, frente al Río De la Plata, y a un costado de Ciudad Universitaria. Hasta que la Justicia a pedido de la Universidad de Buenos Aires hizo desalojar a la Villa Gay, allí se levantaban las casillas de unos 150 sin techo, la mayoría homosexuales y travestis quevivían del cirujeo. Luego el lugar volvió a tener prensa cuando a unos sesenta metros de donde ayer fue quemado el taxi de Rivas, apareció colgado dentro de un rancho abandonado, el empresario Marcelo Cattáneo. Y ese lugar había sido elegido para depositar los escombros del edificio de la AMIA, después del atentado. Hoy, cuando se cumplen 23 años desde el último golpe de Estado, está previsto que a pocos metros del punto donde abandonaron a Rivas se coloque la piedra fundamental del Monumento a las Víctimas del terrorismo de Estado, en homenaje a quienes sufrieron la represión ilegal de la última dictadura militar y a los muertos en los atentados a la sede judía y la embajada israelita. Hasta anoche la causa judicial, a cargo del juez de Instrucción Adolfo Calvete, estaba caratulada como investigación de muerte dudosa y se esperaba, una vez elevado el informe de autopsia que cambie a homicidio simple.
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