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EL CHILENO PATRICIO GUZMAN COMPARTIO CON PAGINA/12 EL FALLO DE LOS LORES
La vida está llena de causalidades

El documentalista que acaba de estrenar aquí, casi de rebote, "Chile, la memoria obstinada", vivió en Buenos Aires el histórico fallo contra la inmunidad del ex dictador Augusto Pinochet. "Me parece que este escenario es el mejor de los que se podían desear", plantea.

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Ahora prepara una obra sobre el plan de Baltasar Garzón para llegar al proceso a Pinochet.
Patricio Guzmán aún está sorprendido por el estreno de su documental sobre el Chile de los últimos 25 años.


Por Martín Pérez

t.gif (862 bytes) La mujer baja con sus valijas y se dirige al mostrador del hotel. Afuera llueve, y tal vez lo único que le preocupa es que no va a poder evitar mojarse, lo difícil que va a ser encontrar taxi, lo complicado que va a estar el tránsito... De pronto, se da cuenta de que el hall no es un páramo tranquilo. Ve a la gente alrededor del televisor: entonces se acuerda y pregunta. Alcanza a escuchar que los lores no reconocen la inmunidad de Pinochet y se olvida de todo. Y se larga a llorar. Uno de los pasajeros del hotel, que se había pasado casi todo el programa pegado al visor de su cámara, registrándolo todo, tiene el pudor --pese a su oficio-- de no enfocarla. Pero se queda mirándola, sorprendido y un tanto emocionado él también, aun después de tantas emociones filmadas.

Unos minutos después de las once de la mañana de ayer, cuando los lores comunicaron al mundo su decisión sobre el caso Pinochet, el documentalista chileno Patricio Guzmán --sorprendido en Buenos Aires por la noticia-- simplemente guardó su herramienta de trabajo. Y escribió un fax destinado a su productor. "Te felicito por la buena película que tendrás en tus manos", escribió. Autor de la monumental La batalla de Chile, tal vez el mejor testimonio fílmico del final del gobierno de Salvador Allende --y, según el diario New York Times, comparable con La tristeza y la piedad de Marcel Ophuls, uno de los mejores documentales del siglo--, Guzmán compartió ayer junto a Página/12 la noticia que conmovió a todo el mundo, especialmente a sus compatriotas.

"Me gusta la idea de estar lejos del centro de los acontecimientos", desliza el cineasta, que acaba de cerrar trato para realizar un documental sobre la batalla legal de Garzón contra Pinochet. "Me parece que este escenario es el mejor de los que se podían desear", arriesga. "Porque, mientras sirva para mantener preso a Pinochet en Londres, tal vez la ambigüedad del fallo permita discutir mejor el tema en Chile", calcula Guzmán, que se sorprende cuando ve en CNN a un tal José Miguel Vivanco, del Human Rights Watch. "Ese es precisamente el organismo que va a financiar mi película. Ellos fueron los que exhibieron Chile, la memoria obstinada en Londres, con un éxito increíble".

La película a la que se refiere Guzmán es la que, casualmente, el cine Cosmos estrenó la semana pasada. Y lo de las casualidades no es broma: de paso por aquí para filmar unas escenas por encargo, Guzmán no estaba enterado del estreno. "Me enteré por boca de David Blaustein, a quien me encontré en la calle hace un par de días", revela. "Fui al cine porque quería ver los cortos que la acompañan en el programa. Y comprobé que son demasiado densos, el público llega a mi película con la soga al cuello", advierte el realizador, que está realmente de paso. "Vine a filmar unas tomas para Héctor Faber, un director argentino que vive en Barcelona. Está haciendo un extraño largo de ficción llamado Rodar Invocación, para el que me pidió que entreviste a figuras de la lucha por los derechos humanos. Incluso debo rodar para él imágenes de la marcha del aniversario del golpe. Después me voy para Chile".

--¿Qué va a hacer en Chile?

--Tengo dos películas en marcha. Una es la del caso Pinochet. Pero la que debo terminar ahora no es política: se llama La isla de Robinson Crusoe, y es una filmación con una cámara digital que voy a realizar completamente solo, en una isla ubicada a unos 600 kilómetros de Valparaíso. Es una especie de diario de viaje, que va a formar parte de una colección llamada Voyages, por encargo del canal Arte. Voy a estar dos semanas en esta isla, que se transformó en un excéntrico lugar de vacaciones. Y ya me contaron que la habitan acérrimos pinochetistas, con lo que incluso en mi papel de Robinson Crusoe cinematográfico no me voy a poder aislar del tema.

--A eso se refiere precisamente su otro proyecto...

--Claro. Va a ser un documental sobre la nueva dimensión que la Justicia podría llegar a tener luego de esto. Y sobre la eventual creación de un tribunal internacional. Por eso decidimos separarnos desde un primer momento del aspecto periodístico. Es decir: a mí no me importa no estar en Londres hoy. Eso ya lo filmarán diez amigos, o cien agencias. Lo que nosotros vamos a tratar de hacer es una película que muestre cómo trabajó Garzón, el camino que recorrió hasta encontrar un dispositivo jurídico que le permitió paralizar a los lores. Un mecanismo tan perfecto que hubiera logrado el mismo objetivo tanto con el gobierno francés como con el suizo. --¿Y dónde entra la realidad chilena en este planteo?

--Mi idea es ensayar una forma de buscar la reconciliación en Chile. Buscar, por ejemplo, conformar una especie de tribunal popular, que permita poner en un mismo estrado a un pinochetista y un alendista, por llamarlos de una manera. Hacerlos convivir en un mismo espacio con la cámara, a ver qué pasa. Porque me parece que en este asunto nos estamos quedando pegados a nuestras respectivas tragedias. A ver si me explico: yo no creo que los militares pidan perdón jamás, no está en su naturaleza. Eso quiere decir que todavía estamos a merced de ellos, incluso para no reconciliarnos jamás. Porque estamos demasiado traumatizados con nuestro pasado. Yo hablé con muchos colegas europeos, interesado por la forma en que se sanaron las heridas internas en Alemania. Un proceso que comenzó a realizarse en los años sesenta, veinte años después de la guerra. Mientras que nosotros ya vamos pasando esas dos décadas y aún estamos crispados. No nos pueden tocar el tema. El dolor está a flor de piel. El dolor, el odio y el rechazo. Algo que me parece un tema interesante para un documental.

--Una curiosidad es que el caso Pinochet parece haber verificado el mismo procedimiento que llevó a cabo en Chile, la memoria obstinada: obligar a que la gente se enfrente a algo que creía olvidado.

--Exactamente. Fue un elemento que creó la catarsis. Dejó ver un nacionalismo absurdo que hace que mucha gente diga que hay que juzgar a Pinochet en Chile, algo que no tiene sentido. Todo el mundo sabe que no se puede hacer, ya que la Corte Suprema no cambió desde el golpe. Pero incluso hay una actitud extraña de una parte de la clase política chilena. El candidato de la Social Democracia casi no dijo nada. Parece estar más preocupado por las encuestas que en decir algo. Me parece que los líderes de hoy día tendrían que arriesgarse un poco más, porque sino vamos a estar gobernados por personajes de marketing, que no atraen ni motivan.

 

"Todo está ahí, a mano"

Uno de los momentos más significativos del documental Chile, la memoria obstinada, de Patricio Guzmán --en cartel en el cine Cosmos--, está relacionado con los guardaespaldas de Salvador Allende. Ubicados por el director veinticinco años después, aquellos hombres duros reproducen en cámara la rutina de custodias, caminando al lado de un auto cualquiera, como si en él estuviera el ex-presidente. "Siempre me obsesionaron", recuerda Guzmán al explicar esa escena. "Yo los veía en los fotogramas y me preguntaba quiénes serían esos tipos, donde estarían hoy en día, si seguirían con vida. Cuando comencé a investigar para este film, no me costó demasiado ubicarlos. Están juntos, tienen un taller mecánico y se ganan la vida arreglando automóviles. Mi mujer ahora incluso les va a hacer un libro. Va a viajar a Chile para entrevistarlos, y componer con sus testimonios un libro sobre sus vidas, que va a publicar una editorial alemana." Un detalle que no deja de subrayar Guzmán es el hecho de que sus hallazgos --el de los guardaespaldas, así como otros sobrevivientes reflejados en el film-- no son mérito de la producción, sino de la realidad chilena. Su país, dice "es una suerte de cantera virgen en lo que respecta a la memoria de esos tiempos. Todo está ahí, a mano del que quiera recordar. Sólo que nadie desea hacerlo".

 

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