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OPINION
Todos los no nacidos
Por León Ferrari

El Presidente compite con el Papa en la defensa del óvulo fecundado al instituir el día del “Niño no Nacido” convertido luego en el día del “Niño por Nacer”. Si este homenaje incluye a todos los “Niños por Nacer que no Nacieron” (objetivo de la iniciativa contra el derecho al aborto) a lo largo de la historia del Occidente cristiano, el 25 de marzo estamos recordando y lamentando, con Carlos Menem y la Iglesia, el destino de los innumerables fetos que mueren cuando muere la madre grávida, ya sea por enfermedad, por accidente o por alguna otra de las formas que toma la pena capital a que Yahvé nos condenó cuando suprimió la inmortalidad y nos echó del Edén. Entre esos fetos se cuentan los que Dios Padre dispuso murieran con sus madres en el diluvio y también los que el Hijo anunció que ultimará con sus madres en el Apocalipsis. A diferencia de los abortos que el Papa, De la Rúa y Menem condenan, que se limitan a impedir un nacimiento, los Dioses (del Papa, De la Rúa y Menem) impiden el nacimiento al matar a la madre.
Juan Pablo II, que le agradece al Presidente su ayuda y declara que “los ataques a la vida humana son una grave ofensa al Creador” (Página/12, 23/3/99), tiene sobre su cabeza en la Capilla Sixtina, mientras reza por los no nacidos, el diluvio de Miguel Angel que muestra la desesperación de las mujeres, tratando de salvar a los ya nacidos, que morirán junto a las grávidas con sus no nacidos por los que reza el Papa. A su frente el Juicio Final, culminación del Apocalipsis, anuncia la caída de incrédulas, incrédulos, vírgenes, óvulos y embarazadas al “fuego que nunca se apaga”. Santo Tomás de Aquino, en Suma contra los Gentiles, asegura que resucitaremos con todos nuestros órganos, aunque algunos (como el aparato digestivo y el genital) no se utilicen. El Presidente puede agregar algo a su campaña por lo no nacidos solicitando a Juan Pablo II que proponga, como una muestra del amor al prójimo que nos recomienda el Evangelio, hacer abortar a las pecadoras que mueren fecundadas, para evitar que el no nacido, inocente de las faltas de su madre, que recordamos el 25 de marzo (horas después del aniversario de la llegada de los creyentes secuestradores de niños y asesinos de madres que ocuparon la Rosada durante ocho años junto a Nuncios y Cardenales designados por el Papa), sufra el “tormento eterno” que anuncia el Nuevo Testamento.

 

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