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Un jugador rosarino en medio de los bombardeos

Se llama Mauro Carbajal, tiene 20 años, jugó  en las inferiores de Central y está en   Vojvodina desde diciembre. No quiere volver.

Foto de la ficha de Central.
Mauro Carbajal se fue en diciembre.

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Por D. L.

t.gif (862 bytes) Es el único futbolista argentino en un club yugoslavo. Está varado en medio de la zona bombardeada y después de muchos días de incomunicación, recién ayer, gracias a una radio porteña, pudo conversar telefónicamente con sus padres. La suya es una historia extraña, casi un guión de cine.
Mauro Ezequiel Carbajal nació en Rosario el 5 de mayo de 1978. Se incorporó a Rosario Central el 20 de febrero de 1995, proveniente del Club Atlético Defensores Unidos. En la institución canalla jugó en sexta, quinta y cuarta división, siempre como delantero. En diciembre recibió una oferta inaudita: ir a jugar a Yugoslavia. Como nunca logró ganarse la titularidad en las inferiores de Central, tomó la decisión de dejar el país a los veinte años. Carbajal fue al F.K. Vojvodina hasta el 30 de junio del 2000. El pase hizo sin cargo y sin opción por lo que cuando venza el plazo debería regresar.
Carbajal logró continuidad en el Vojvodina, que marcha tercero en el torneo yugoslavo. Como el certamen se detuvo por las eliminatorias de este fin de semana, el equipo dejó la ciudad de Novi Sad, donde nació Mónica Seles, para ir a un “stage” de dos semanas, una especie de pretemporada. Allí los sorprendió el bombardeo, a 30 kilómetros del ataque.
Desde que las tropas de la OTAN comenzaron a desplegarse en el Adriático, Carbajal perdió contacto con la Argentina. Dos productores de radio La Red, Gustavo Mas y Gustavo Dalasio, tenían el dato de que había un argentino en Yugoslavia y trataron de hallarlo. El miércoles a la noche sólo lograron contactar a Miggi Dussan, el empresario que lo embarcó en la aventura yugoslava, a quien pusieron al habla con Máximo, el padre del pibe. Ayer al mediodía, en el programa “De una con Niembro”, por fin Mauro pudo hablar con Máximo y su mamá. La misma nota, en manos de un Mauro Viale, por ejemplo, hubiera sido una maravillosa página amarilla. En cambio, bien manejada, fue una pieza periodística de antología.
“No, papi... yo quiero quedarme... acá tengo posibilidades de ir a España o a Italia... vos ya sabés...”, se escuchó la voz casi adolescente de Mauro “desde algún lugar” de Yugoslavia cuando el padre, casi llorando le preguntaba “¿qué vas a hacer, hijito?”. Mauro contó que sus compañeros estaban muy nerviosos con la situación del país, que tenían previsto una reunión porque la mayoría quería regresar a Novi Sad junto a sus familiares y que mantenían una posición intransigente: “Acá todos quieren la guerra... ellos dicen que son serbios, que tienen muchos años defendiendo eso y que quieren pelear”. Carbajal les contó a sus padres que “estamos bien, acá no pasa nada. En Novi Sad tiraron cuatro bombas, pero estamos bien, no pasa nada pero estamos todos el día mirando la televisión”. A los 20 años, un futbolista argentino está en medio de la guerra. Y no quiere salir.

 


 

DIASPORA DE LOS FUTBOLISTAS YUGOSLAVOS
Mijatovic hizo la de Benigni

T.GIF (862 bytes) Pedja Mijatovic asumió el papel de Roberto Benigni en La vida es bella para huir de la Yugoslavia bombardeada por la OTAN. El drama del goleador del Real Madrid se multiplicó en cada una de las historias de sus compañeros de selección que retornan a los países europeos mientras los familiares quedan en la tierra natal. Dardo Kovacevic quiso volar desde Belgrado junto a su familia, pero también debió hacerlo por carretera. Diez jugadores de equipos españoles y tres de clubes portugueses estaban en Belgrado a la espera del partido del sábado ante Croacia por las eliminatorias de la Eurocopa pero, ante la suspensión del partido por el ataque aliancista, iniciaron una diáspora desesperada.
“Papá, ¿por qué volvemos a España en auto si siempre vamos en avión?”, preguntó Luka, de 6 años. Su padre Pedja le dijo que se trataba de un juego, que en auto podía disfrutar del paisaje. Pero era de madrugada y había silencio en la carretera con la que unían Podgorica con Palic, en la frontera húngara. Mijatovic había ido a su pueblo natal a rescatar a sus padres y hermanas, pero ellos no quisieron abandonar su lugar y el goleador del Madrid emprendió la vuelta junto a Luka y su novia Annete. En Palic se reunieron con Velko Paunovic, del Mallorca, y Alberto Nadj, del Betis, llegaron a Budapest y de ahí volaron de regreso a España.
De los 20 equipos de la Primera División de la Liga española de fútbol, 15 tienen por lo menos un jugador yugoslavo y hay 36 sumando los equipos de Segunda División. Hubo 10 de ellos convocados para el partido ante los croatas: Pedja Mijatovic (Real Madrid), Goran Djorovic (Celta), Goran Stankovic y Velko Paunovic (Mallorca), Savo Milosevic (Zaragoza), Vladimir Jugovic (Atlético), Albert Nadj (Betis), Slavisa Jokanovic (Tenerife), Miroslav Djukic (Valencia) y Dardo Kovacevic (Real Sociedad). Y también fueron llamados tres de equipos portugueses, Ljumbiko Drulovic (Porto), Pedja Jokanovic (Marítimo) y Simic Sasa (Beira Mar), de los cuales hasta anoche no se tenían noticias. La salida de Belgrado fue organizada por Miljan Miljanic, presidente de la federación de fútbol yugoslava y figura mítica del fútbol de ese país, como que fue técnico del Real Madrid en la década del 70. Cuando le preguntaron por qué ayudaba a huir a los jugadores pero él se quedaba, dijo que “porque ellos tienen la familia dividida y porque los yugoslavos tenemos cojones”.
Stankovic, compañero de los argentinos del Mallorca, tiene a su familia en Pirot, ciudad blanco de los bombardeos. Jugovic debió hacer dos veces los 200 kilómetros entre Belgrado y Palic, porque había olvidado su pasaporte en la capital y desde la carretera pudo ver los destellos del bombardeo a Novi Sad. Los yugoslavos que quedaron en España vivieron pendientes del teléfono para comunicarse con sus familiares. Goran Djorovic, del Celta, cuya familia vive en Pristina, capital de Kosovo, tuvo éxito en sus gestiones para que sus padres y su hermano Zoran viajaran a Belgrado, pero el resto de la familia quedó en Pristina.
Los yugoslavos prefirieron no opinar sobre la situación en su país, pero todos reivindicaron los derechos serbios que esgrime el presidente Slobodan Milosevic. El más duro fue el defensor del Valencia Miroslav Djukic, quien aseguró que “la OTAN nos está matando poco a poco y quitándonos los territorios. Quizás prefieras morir de repente, pero nosotros, con nuestro orgullo, defendemos nuestras vidas y nuestros territorios”.

 

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