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ENTREVISTA A LA ACTRIZ GERALDINE CHAPLIN
“Sí, uso mi apellido”

“Llamarse Chaplin abre todas las puertas”, subraya en una entrevista
con Página/12 la hija del genio del cine, al que recuerda como a un trabajador perfeccionista que necesitaba de público para hacer reír.

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Geraldine filmó con Robert Altman, Carlos Saura, Claude Lelouch, Andrei Konchalovsky y Alain Resnais.
“Casi todo lo que supe de mi padre lo aprendí por niños en el colegio, o por artículos que hablaban de él.”

Por Cecilia Bembibre

t.gif (862 bytes) “Sí, uso descaradamente mi apellido”, afirma Geraldine Chaplin, confrontando al periodista con una sonrisa. Precedida por el nombre de su padre –y aun el de su abuelo materno, el dramaturgo Eugene O’Neill–, la actriz no esquivó nunca la sombra del gigantesco Carlitos. Por el contrario, amparada en ella cimentó una prolífica carrera, con grandes hitos al ser dirigida por Robert Altman, Carlos Saura, Claude Lelouch y Alain Resnais, pero basada sobre todo en la constancia que la lleva hoy a acreditar una filmografía que ronda los 70 films. En el camino participó de Chaplin, haciendo de su abuela materna, e interpretó muchos pequeños papeles en películas olvidables, que hoy sostiene con la convicción de que “más importa el trabajo y menos el resultado”. Chaplin llegó a Buenos Aires invitada por el canal Hallmark. La visita anticipa el estreno televisivo de la película en la que interpretó a Teresa de Calcuta (ver aparte). Aunque en esta entrevista con Página/12 lamentó que el guión dejase afuera la polémica que rodea a la figura y la obra de la religiosa, su visita estuvo en cuidada sintonía con el papel: antes de volver a Europa visitó el hogar para niños del grupo Pimpinela y aceptó una oferta para ser presidenta del jurado del Festival de Mar del Plata del año que viene. Si se hace.
–De todas las personalidades que la rodearon, ¿cuál ejerció mayor influencia sobre usted?
–Si incluyo la familia, creo que mi papá, porque ahí está la base. No tanto en sus películas, sino en las cosas que decía. Cosas como “Olvídate del talento, eso es común, el trabajo es lo que importa. Gente con talento encuentras en todos lados”. Yo no sé si estoy tan de acuerdo. Pero él era tan disciplinado, se levantaba cada mañana, tomaba una hoja en blanco y un lápiz y no salía en todo el día de ahí hasta las seis de la tarde. Escribiera o no escribiera. No esperaba a estar inspirado por una musa. Hay tomas que hizo más de mil veces para que fueran perfectas. Otras dejaba una sin terminar y pasaba un año pensando cómo hacerla de la mejor manera. También en su forma de pensar era fiel a sus principios, y eso es un ejemplo.
–¿Encuentra una gran distancia entre la imagen familiar que tiene de su padre y la que comparten millones de personas?
–Casi todo lo que supe de mi padre lo aprendí por niños en el colegio, o por artículos que hablaban de él. De hecho, yo no sabía que habíamos sido expulsados de Estados Unidos, no tenía ni idea. Para mí, llegamos a Europa y siempre íbamos a volver, pero nunca se hablaba del tema. Y a alguien me dijo en el colegio, o en la calle, no me acuerdo: “Sabes, a tu padre lo echaron por comunista”. Y entonces el comunismo estaba muy de moda, era diferente. Y yo estaba súper orgullosa y fui a preguntarle a mi padre, “¿cómo, te echaron por comunista?”. Y él nunca lo explicó. Me dijo “no soy comunista, no tengo tarjeta de comunista, soy humanista”. Cuando cumplí 20 comencé a preguntar y tuvimos conversaciones. Pero entonces él era muy mayor.
–¿Cuál es el recuerdo más fuerte que tiene de su padre?
–El más alegre, cuando pienso en él siempre es cuando íbamos los domingos, y a veces los miércoles, a cenar afuera, al restaurante. El adoraba los espectadores y, por supuesto, cuando entraba todo el mundo cuchicheaba “Mira, Charles Chaplin”. Entonces hacía payasadas en la mesa: muchas veces hacía el baile de los pancitos, probaba el vino y lo escupía, si pedíamos trucha la besaba en la boca. Y con la magia que tenía, nos reíamos nosotros y todo el restaurante. Cada salida era una expectativa enorme, a ver qué iba a hacer papá, que era, ya se sabe, graciosísimo. En casa no actuaba mucho: necesitaba tener un público.
–¿Qué relación tiene hoy con sus hermanos?
–Muy mala. Se murió mi padre, y luego mi madre, y era lo que nos mantenía unidos. Al principio intentamos reunirnos para Navidad, pero cada uno se fue por su lado.
–Sin embargo trabajan juntos para proteger la imagen de su padre...
–Sí. Hay una entidad que supervisa la utilización de la imagen de mi padre, y allí trabaja mi hermana. Hace un par de años, se filmó en Israel un aviso imitando una película de mi padre, con un actor, para vender la lotería. Nosotros fuimos a juicio. Tratamos de que su imagen permanezca fiel a lo que era, no que se emplee en comerciales de cigarrillos, ni de bebidas alcohólicas, por ejemplo. Son juicios eternos, pero necesarios.
–¿Cuáles son las dificultades de llevar el apellido Chaplin?
–Lo único difícil es tener otros siete hermanos que también lo llevan. ¡Me gustaría ser la única! La verdad es que no encuentro ningún aspecto negativo, ni lo hubo nunca. La gente lo ha adorado, y si quieren a tu papá desean de antemano quererte a ti. El nombre Chaplin abre todas las puertas.
–¿Se siente cómoda trabajando para televisión?
–Sí, me gusta trabajar para televisión, sobre todo cuando son grandes directores, como (Andrei Mijalkov) Konchalovsky, para quien trabajé en La Odisea. Fue maravilloso verlo en acción. En general acepto o no los proyectos en base al director, y a la historia. El papel es lo de menos, me gusta mi trabajo y considero que puedo hacer cualquiera, para eso soy actriz. De todos modos, con la edad, la oferta de papeles es menor.
–Después de haber trabajado en más de 70 películas ¿en algún momento se arrepintió de haber abandonado el ballet?
–Sí, claro. Pero yo no dejé el ballet, él me dejó a mí. No era muy buena; llegué hasta donde pude, pero el cuerpo no me daba. Después, durante veinte años no quise ni verlo por televisión. Fue mi primer amor, y la ruptura fue muy dolorosa. Por suerte mi hija es una bailarina magnífica. En general, cuando dejo mis grandes amores nunca vuelvo a ellos. Me da rabia, tristeza, rencor.
–¿Le pasó algo parecido con las películas en las que trabajó con Saura, después de separarse?
–No con sus películas, pero sí con él. No nos hemos visto, cortamos to el contacto. Pero sus películas son maravillosas, aunque Tango todavía no la he visto. El otro día vi Cría cuervos con mi hija Oona, que tiene 12 años, porque quería enseñársela. Es durísima, pero sensacional.
–¿Qué sabía de Teresa de Calcuta antes de hacer la película?
–Muy poco. La conocía, sabía que trabajaba en la India con los más pobres de los pobres, pero no sabía de dónde era ni nada de su historia. Me preparé viendo sin cesar todo el material que hay sobre ella, leyendo todos los libros, intentando imitarla, captar sus gestos. Es difícil, porque como actriz no me dejaba mucho espacio para crear: hacía un gesto en falso y sacaba a la gente de situación. Una vez conquistado lo físico, el acento, tuve que encontrar su esencia. Llegó un momento en que me sentí habitada.
–Su investigación acerca de la vida de la religiosa ¿incluyó libros y documentales que adoptan una mirada crítica? ¿Cómo manejó las contradicciones del personaje?
–Fue fácil, porque las contradicciones no entran en la película. Sí, tuve en cuenta todas las versiones y la verdad me hubiese gustado, como actriz, tener el otro lado de la moneda. Pero esta es una película para The Family Channel, para Estados Unidos...y muestra a una santa. Ahora estoy contenta de que haya sido así. Ella ha hecho tantas cosas buenas que me parece mezquino buscarle defectos. Esto lo digo como persona, porque como actriz habría preferido los matices.

 

En el papel de Madre Teresa

El telefilm Madre Teresa: en nombre de los pobres de Dios fue rodado en Sri Lanka en 1997, con un presupuesto de más de 20 millones de dólares. Esta producción especial para televisión fue financiada por The Family Channel, una emisora asociada a Hallmark y se estrenará en la Argentina el 4 de abril, a las 22. La película cuenta la historia de Agnes Gonxha Bojaxhiu, a partir del momento en el que decide abandonar el convento de la India donde había vivido enclaustrada por más de veinte años, para trabajar en uno de los barrios más pobres de Calcuta, donde un basural es la fuente de subsistencia de sus habitantes. El film registra el crecimiento del proyecto humanitario de Teresa de Calcuta, desde sus inicios, prácticamente sola al abandonar el convento en donde trabajaba como maestra de geografía, hasta la mediatización mundial de su figura.
El primer espacio adonde llegaban los pobres a morir, la resistencia de los hindúes y de la misma Iglesia frente al empuje de su figura son retratados en orden cronológico, en una historia que culmina con la entrega del Premio Nobel de la Paz, en 1979. Quedan sin explorar las aristas más polémicas de la Madre Teresa: en ningún momento se mencionan las fuentes de las donaciones que recibía la orden, ni se tocan temas como el aborto o el sida, frente a los cuales la religiosa representaba la postura más tradicional de la Iglesia Católica.

 

Una historia de películas

Geraldine es hija del genial Charlie Chaplin y de la última de sus mujeres, Oona O’Neill, hija a su vez del dramaturgo Eugene O’Neill. Nació en California, pero muy chica emigró a Suiza con toda su familia. Debutó en cine con su padre, en el film Candilejas. Tras una breve carrera como bailarina en Londres resolvió dedicarse a la actuación. Trabajó en alrededor de 70 películas, entre las que se cuentan Peppermint Frappé, Ana y los lobos, Cría Cuervos y Mamá cumple 100 años; fue dirigida en ellas por Carlos Saura, quien fue su marido durante 12 años. Nombrada “Caballero de las Letras y las Artes del Gobierno Francés” durante la gestión de Jack Lang, la actriz reside en Suiza y en España con su segundo esposo, el artista chileno Patricio Castilla y la hija de ambos. Sus próximos planes incluyen un cameo en el primer largometraje de Saura junior, y la participación en Las caras de la luna, una película mexicana en la que trabajará junto a Cecilia Roth.

 

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