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Por Horacio Bernades "Fue algo instantáneo", asegura Juan Bautista Stagnaro cuando se le pregunta cómo surgió la idea de llevar al cine El amateur, la obra teatral de Mauricio Dayub, ganadora de varios premios. "La primera vez que la vi, sentí que detrás de lo que estaba viendo, de ese escenario despojado y esos dos únicos actores, había una película. Lo único que tenía que hacer era darle vida a eso que estaba latente, esperando." Rodada hacia fines del año pasado, El amateur será la película número cuatro de Stagnaro, luego de El camino del sur (1988), Casas de fuego (1994) y La furia (1997), hasta el momento la única incursión de este realizador-guionista en el cine decididamente "de fórmula". Sus comienzos habían sido como guionista. Junto a Beda Docampo Feijóo supieron constituir un equipo cuyo trabajo más destacado fue, en 1984, el guión de Camila, que los puso a las puertas mismas del Oscar. La historia de El amateur es una de pueblo chico. Un pueblo inventado, que se llama Los Juncales y que podría estar, según Stagnaro, en algún lugar de la provincia de Buenos Aires, junto a un río. Allí, un muchacho a quien sus vecinos conocen como "El Pájaro" intentará una empresa aparentemente quimérica: batir un récord mundial de ciclismo. Para lo cual pedalea día y noche, obstinadamente trepado a su bicicleta y con la única compañía de Lopecito, un personaje marginal que es su "cable a tierra". Stagnaro dice haber puesto sus fichas a medio camino entre la picaresca y cierta poesía funambulesca, para lo cual filmó sobre todo de noche. "Hay mucha noche, mucha noche", repite, como paladeando ese momento del día en que el aire se llena de sueños. En los papeles protagónicos, los mismos actores de la versión teatral: el propio Dayub como "El Pájaro" y Vando Villamil en el papel de Lopecito. "Originalmente, Dayub había pensado en El amateur como guión para una película", señala Stagnaro. "Pero no pudo seguir adelante, y terminó escribiéndola para teatro. Lo curioso es que yo lo llamé para decirle que estaba interesado en hacer la película, sin saber que unos días antes por televisión, el propio Dayub había dicho que pensó en mí para dirigirla." Teniendo en cuenta el arrollador éxito de público de La furia --uno de los films argentinos más recaudadores de los últimos años-- no deja de llamar la atención que Stagnaro no haya seguido en esa línea. "La gente de Argentina Sono Film me ofreció dirigir una segunda parte de La furia o una nueva película con Diego Torres, pero yo lo rechacé. No niego el valor de esa experiencia, que me permitió aprender mucho del oficio, más allá de que tal vez no haya significado mucho para el cine que a mí más me interesa hacer. Lo concreto es que tenía ganas de volver a filmar una película que verdaderamente me entusiasmara, que me permitiera contar algo significativo, como había ocurrido con Casas de fuego. Y esa película es El amateur." Las continuidades temáticas entre ambas películas parecen estar a la vista: el doctor Mazza de Casas de fuego también apostaba --como ahora lo hace "el Pájaro"-- por una quimera. En aquél caso, el combate contra la vinchuca, y también contra el establishment médico y político de la época. Ahora, se trata del sueño aparentemente imposible de un muchacho de pueblo --cuyo verdadero talento permanece como incógnita para el espectador-- por alcanzar lo que para él es la gloria. "Si algo me interesa en un personaje, es esa valentía de jugarse por los sueños, aunque parezcan desmesurados", corrobora Stagnaro. El realizador no ignora que trasladar al cine una obra de teatro representa un desafío, inevitablemente. Sobre todo, si se trata de una obra como El amateur, apoyada sobre dos únicos personajes, y que en la puesta de Dayub tendía a la abstracción escenográfica. "Soy el primero en desconfiar ante toda película que se base en una obra de teatro. Pero también conozco excelentes adaptaciones, que no necesariamente 'airean', como se dice habitualmente, la obra original. El caso de la versión cinematográfica de Marat Sade, que hizo Peter Brook en los 60, es uno. En el caso de El amateur, me propuse trabajar sobre todo el valor de la imagen." Stagnaro enfatiza la peculiar elección tanto de actores como de técnicos. En uno y otro rubro, hay una buena cantidad de debutantes, pero también otros bien conocidos. Aunque "excéntricos a lo que podría llamarse el establishment actoral de la Argentina". El caso de Juan Verdaguer, que revalidará laureles cinematográficos (el realizador recuerda las notables participaciones del cómico en Rosaura a las diez y el film de culto La herencia, donde hacía dúo nada menos que con Alberto Olmedo) en el papel de "un chanta portorriqueño que viene a controlar el récord del Pájaro". En roles técnicos, Stagnaro destaca la participación de Víctor "Kino" González, talentoso iluminador que había cumplido esa función en Picado fino, entre otros films, y con quien dice haber logrado "una sintonía perfecta". Tanto como con la directora de arte, Evelyn Bendjeskov, que tuvo que "inventar" el pueblito de Los Juncales. Otros dos jóvenes formaron parte del equipo, en asistencia de dirección y en producción. Respectivamente, Matías y Bruno Stagnaro (este último codirector de Pizza, birra, faso), hijos de Juan Bautista y miembros de lo que él mismo define como un "clan" familiar. O una dinastía, tal vez.
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