Por Juan Ignacio Ceballos desde Key Biscayne
Fueron cinco drives
seguidos, a un lado y otro de la cancha. Cinco mazazos brutales, lanzados por la jugadora
más poderosa del WTA Tour. Cinco pelotazos furibundos, que sirvieron para cerrar un
partido y, tal vez, abrir una nueva era. La impresionante victoria de la estadounidense
Serena Williams (16ª preclasificada) 6-4, 7-6 (7-3) sobre la número 1 del mundo Martina
Hingis, en la primera semifinal femenina del Lipton Championships 99 al
cierre, Venus Williams batió a Steffi Graf 6-2 y 6-4 y será final entre hermanas
encontró en su definición el mejor reflejo del valor agregado que trae este resultado:
el del desembarco definitivo de la potencia física como arma letal en el tenis femenino.
Nadie mejor que la intimidante Serena para levantar la bandera (negra) de La Fuerza. Ella
había anticipado el martes pasado, tras aplastar a Monica Seles: Venus y yo somos
fuertes y consistentes. Las dos podemos correr rápido y hacer toques. Estamos marcando el
camino a seguir: el tenis dará un paso adelante, ahora que hemos llegado. La
profecía comenzó a hacerse realidad ayer. Serena estaba siempre un paso adelante
de mí, me superaba en velocidad. Adentro de la cancha, de pronto, no sabía qué
hacer, confesó Hingis, quien dominó por lapsos el partido (estuvo 40 arriba
en el primer set y 52 adelante en el segundo) en base a los errores de su rival,
pero nada pudo hacer cuando Williams retomó su camino. Jugó un gran partido
agregó la suiza. Ganó los últimos dos torneos (París e Indian Wells). Es
un buen momento para ella...
En realidad, es un buen momento para el tenis femenino, que finalmente empieza a quitarse
el estigma de que 80 de las mejores 100 del mundo son cerdos, como dijo hace
un par de temporadas el holandés Richard Krajicek quien hoy enfrentará en la final
al francés Sebastien Grosjean, vencedor anteanoche del español Francisco Clavet por
36, 63 y 61 y como buena parte del mundo del tenis pensaba.
Esa apreciación comienza a cambiar. Las mejores ya no pueden dar ventajas. Lindsay
Davenport bajó 18 kilos y asume que no le gustaba hacer dieta, comer sano y
entrenar con pesas. Hingis se internó en la academia de Nick Bollettieri durante
dos semanas en noviembre pasado y trabajó como nunca antes lo había
hecho con un preparador físico para adelgazar y tonificar sus músculos. Y el resto
de las top siguen los mismos pasos. Pero en potencia, velocidad y poder, no hay nadie como
Serena, la niña de 17 años con físico de pantera que ayer liquidó a palazo limpio a la
mejor del mundo y, como festejo, simuló desvanecerse en medio de la cancha.
Moya: Vi cosas muy extrañas No sólo deprimido, sino enojado. Así se fue el español Carlos Moyá de
este Lipton 99, que lo vio estrenar y perder el número 1 del mundo. Pero antes de
volver a España donde la semana que viene jugará Copa Davis habló con
Página/12 y lanzó durísimas acusaciones.
Aquí en Estados Unidos no me han tratado como un número 1, ni como un jugador top.
Me han hecho jugar en los peores horarios y no en la cancha principal. ¿Qué ranking debo
tener para estar en ella? Pero esto es Norteamérica, y cualquier cosa puede pasar.
¿Qué significa eso?
A ellos no les gusta demasiado que haya un número 1 no americano, y menos español,
alguien que juegue mucho en polvo de ladrillo. Existen prejuicios contra los tenistas de
canchas lentas. No de los jugadores, sino de la prensa. La manera como criticaron a Thomas
Muster cuando llegó al número 1 fue muy injusta. De mí no han dicho mucho, pero en mis
conferencias no he visto periodistas americanos presentes.
Muchos pensarán que estás exagerando...
No. Creo que me pusieron a prueba. He visto cosas muy extrañas. Me perjudicaron los
árbitros, me cobraron coaching cuando no saben una palabra en español, y los jueces de
línea... aquí en Estados Unidos ponen a domingueros para cantar estos partidos.
¿Qué rescatás entonces de esta semana en el Lipton?
La experiencia de que es muy duro estar allá arriba. No he tenido mucho tiempo para
comprobarlo. Pero ahora, en la temporada europea, puedo recuperar el liderazgo. |
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