El subcomandante Marcos
tuvo el rasgo a la vez de humor y gentileza de regalarme la condición de Indiana Jones,
facilitándome su propio caballo para llegar a él, en el último tramo de su largo
recorrido, iniciado con unas cartas cruzadas a fines de 1997. Aparentemente los
zapatistas están sitiados por el ejército mexicano y por los periodistas e intelectuales
del PRI que han desencadenado una campaña de desprestigio contra las máscaras más
importantes de la revuelta indígena, no sólo en México, sino en toda América latina.
Como si el llamado sujeto étnico de cambio fuera tan peligroso como en el pasado lo fue
el proletariado para la burguesía o la burguesía para el feudalismo. El indígena como
sujeto de emancipación y como metáfora, porque Marcos ve en el emigrante del Sur hacia
el Norte, allí donde se dé, la misma razón de supervivencia y de cambio que en México
polarizan los zapatistas.
Mediante la consulta a todos los mexicanos, el zapatismo piensa recuperar la atención y
la solidaridad de la sociedad civil, un sujeto histórico que Marcos reivindica como el
único que puede apostar por una nueva idea de progreso sin salir de las reglas de juego
democrático. Los ciudadanos de un mundo donde la sociedad se ha reducido a una aldea
global de consumidores, desde esa condición de consumidores de política están en el
derecho de reclamar una plena participación en el producto que consumen. Marcos parte de
la evidencia de que el sistema actual desdibuja la pertenencia de clase en cuanto a
transformación histórica y surge el ciudadano o eso que llamamos la sociedad civil. Es
un actor social que no tiene una militancia política definida y sería el actor de cambio
más importante si se inclina hacia el progresismo, porque lo haría desde la fuerza del
convencimiento y la razón. Cuando le opuse como argumento que así como Rousseau o los
anarquistas creían en el buen salvaje, me daba la impresión de que él creía en la
buena sociedad civil y en el cercado de la sociedad civil cohabita diverso ganado, incluso
ganado reaccionario, Marcos demostró un optimismo histórico que yo quisiera fuera simple
lucidez. Según su criterio, la sociedad civil reaccionará contra el anquilosamiento
progresivo del juego político, contra la doble verdad, el doble lenguaje, la doble moral
de la política en uso, comprometida con las grandes transnacionales y no con las
necesidades objetivas del ciudadano: nosotros decimos: si hay una propuesta equilibrada de
acceso a los medios, de contactos con la gente, nosotros apostamos a que las propuestas
más humanas, más racionales, más justas, más libres y más democráticas son las que
van a triunfar sobre las otras. No se trata de aniquilarlas sino de que entren en ese
espacio y ahí se decida. Que no decida la fuerza sino que decida la razón.
A él que le gusta tanto la metáfora carrolliana del espejo, le propongo el espejo que
devuelve una sociedad mexicana mundial, en la que el poder se sustenta sobre el sector que
pacta con él, porque recibe los beneficios más inmediatos, más luego una red de
clientelismo a todos los niveles sociales, la defensiva ante cualquier sociedad civil
crítica. Le recuerdo que un diputado católico español durante la Segunda República
previa a la Guerra Civil se indignó porque otro diputado católico proponía una reforma
agraria basándose en las encíclicas papales: como su señoría nos quiera quitar las
tierras con las encíclicas en la mano, nos vamos a hacer ateos. ¿No reaccionará así el
sector emergente de la sociedad civil cuando compruebe que el simple cumplimiento de la
Constitución, no es otro el objetivo zapatista, lleva a normas distributivas que afectan
sus status? Marcos tiene respuesta: ¿Hasta cuándo puede sostener eso? ¿Hasta cuándo
pueden sostener que la amenaza a la clase media en México son los indígenas y no el gran
poder trasnacional? No se puede y en ese sentido, los medios de comunicación, en todo
caso, en México, la televisión es muy avasallada, no lo pueden ocultar todo y siempre.
También hay un desgaste de la mentira. Ya no se puede vender el fantasma de la Guerra
Fría. Hasta qué punto pueden decir que el oro de Moscú está detrás de todas las
desestabilizaciones que hay, si es evidente que la estabilidad financiera y política de
un país no está en manos de los gobiernos, tampoco en las montañas donde estamos
nosotros, está en las Bolsas de Valores que los gobiernos no pueden controlar. Ese es el
enemigo. El gobierno mexicano no tiene el respaldo para aniquilar al movimiento zapatista.
No logra convencer a la gente de que somos el enemigo, porque la gente está viendo que el
enemigo está en otro lado.
Indígenas del mundo, uníos. Sociedades civiles de la tierra, no desaprovecheis la
penúltima oportunidad de servir para algo más que pedir el final de la violencia en las
series de televisión o que no salgan tan desnudas en la tele las muchachas en flor o sin
flor.
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