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Los sandwiches no se venden. Después que hable el compañero Herminio hacemos la choriceada gratis. No se vayan que si no la mercadería queda para nosotros. Eran las dos de la tarde y la presencia de Herminio Iglesias se hacía desear. Las más de mil personas reunidas en la parrilla de la calle Mitre al cinco mil, en Avellaneda, esperaban impacientes ver la cara del ex intendente del lugar. El ex hombre pesado del peronismo, inmortalizado por la ya célebre quema del cajón radical en la campaña de 1983, llegó una hora más tarde de lo citado, acompañado por una caravana de custodios que lo protegían de la efusividad de la gente. Tiene sangre bonaerense, tiene dotes de varón: la canción aturdía a los presentes que, al ver subir a Herminio al palco endeble, levantaron sus manos haciendo ese gesto de victoria tan representativo del peronismo. El devaluado caudillo volvió, con la intención de ser nuevamente el intendente de la ciudad bonaerense que lo vio nacer hace sesenta y ocho años. La gente había empezado a reunirse en la parrilla El Parque al mediodía. Desde algunas unidades básicas y agrupaciones de empleados locales, los contingentes llegaron en micros que paseaban el nombre de Herminio junto a una foto del gobernador Eduardo Duhalde. Habían sido convocados al acto de Fe y Reafirmación Peronista para darle su apoyo al Negro. ¿Hace mucho que lo sigue a Herminio? preguntó Página/12 a una humilde señora que se desgañitaba gritando su nombre. Toda la vida, es que es uno de los últimos peronistas de verdad. Pero no todas eran seguidores de siempre. Cientos de chicos entraron al campito envueltos en una larguísima bandera argentina, con gorritos y remeras al tono que los presentaban como parte de una unidad vecinal peronista de la zona. Herminio, mi buen amigo, tarareaba por lo bajo una señora adornada con todo el merchandising herminista que, como todas las mujeres, había recibido un clavel en la entrada. El locutor empezó a pedir que bajaran las banderas para que los del fondo también lo pudieran ver al compañero Herminio. Más gordo, con más canas y menos pelo, el Negro saludaba mientras resonaba en el altavoz: Señor vecino ¿usted tiene memoria? Pregúntele a su vecino quién fue el mejor intendente. De remera celeste y pantalón negro, Herminio tenía el estilo deportivo típico de una tarde de sábado. Junto a dirigentes locales como el intendente de Lanús Manuel Quindimil, sorprendió ver una réplica de Evita: una mujer de rodete perfecto y trajecito sastre cantó No llores por mí Argentina, después que todos entonaran el Himno Nacional y la marcha peronista, haciendo de nuevo la ve victoriosa. Pero la sorpresa la dio un personaje ya archiconocido en Avellaneda: el presidente de Racing, Daniel Lalín, que acompañaba a Herminio por ser el fiel representante de la doctrina histórica del peronismo, aunque se atajó no busco ningún cargo. Yo no soy el candidato de Duhalde, soy uno de los que va a ir a las internas se defendió Herminio cuando Página/12 le mencionó su relación con el gobernador. Yo hago lo que la gente quiere: si en Avellaneda me quieren con Duhalde, yo estoy con él. Pero, a pesar de su buen humor, su semblante cambió cuando este diario le preguntó por el famoso tema del cajón. ¿Por qué no se dejan de jorobar con eso? Cambiaron muchas cosas, gruñó. Los tiempos cambian, y Herminio sabe que ciertas figuras no lo ayudan a limpiar su imagen de piantavotos: No tengo nada que ver con Pierri, enfatizó para diferenciarse de él. Tampoco él, dicen sus seguidores, es el mismo hombre pesado de antes. Está divino, mirá qué contento que está, comentó una mujer, y otra le respondió con un resignado sí, pobre.... Informe: Florencia Grieco
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