Por Ariel Greco
Este plantel está
integrado por muchachos muy inteligentes. En esta semana hicimos un trabajo táctico
bárbaro y acá están los resultados. Tras el 3-0 al Once Caldas, Ramón Díaz
mostró su agrande por el rendimiento de su equipo y el envión le duró para repetir la
fórmula ante San Lorenzo. Sin embargo, a medida que corrían los minutos, Ramón bajó su
apuesta y terminó muy lejos de aquel esquema. Los tres delanteros iniciales derivaron en
la soledad del juvenil Saviola para los últimos minutos. La línea de tres defensores del
comienzo mutó por una de tres volantes de contención, bien apuntalada por una
tradicional zaga de cuatro. Y el arrollador arranque de River se transformó en una tibia
espera basada en la lucha, con un enamoramiento cada vez más notorio por el empate. Nada
reprochable desde las estadísticas: un punto en una cancha ajena y difícil, la punta
compartida con Boca, un rival directo en el camino y un obstáculo menos para la trajinada
semana que debe afrontar el plantel.
Los primeros quince minutos de River fueron inmejorables. Con la movilidad de Berti
delante de los volantes y la inteligencia de Sorín para ocupar cada espacio vacío, sin
olvidarse de cuidar su espalda, el equipo de Ramón Díaz manejó el trámite a su antojo.
Pero San Lorenzo contestaba ante cada ataque, con lo que el partido se tornó emocionante.
Goles, llegadas claras de ambos lados, tránsito rápido por la mitad del campo y
actuaciones individuales destacables. Hasta que Fernando Galetto se afirmó en el medio y
la pelota pasó más tiempo por los pies de Gorosito. Con eso, San Lorenzo emparejó y en
una eventual definición por puntos hubiese sacado ventajas. Además, Romeo jugó un gran
primer tiempo, por lo que los de Ruggeri dejaron una mejor impresión.
El planteo de Ramón Díaz ya empezaba a tener fisuras. Sorín, golpeado, ya no podía
cubrir la trepada de Coudet y Hernán Díaz perdía con Romeo. Adelante, Cristian Castillo
y Rambert jugaban de lo mismo, por lo que era evidente que uno no iba a volver.
Incomprensiblemente, el que se quedó fue Rambert. Más allá de la displicencia del ex
Colón y de su poco discernimiento para elegir la mejor opción, lo suyo había sido muy
superior a lo de su compañero.
En el segundo tiempo, el desarrollo cambió sustancialmente. La lucha empezó a prevalecer
sobre el juego, y de a poco le ganó definitivamente la pulseada. Ya no hubo situaciones
de riesgo, por lo que el nivel decayó. Sólo quedaba la emoción por el resultado
incierto.
San Lorenzo buscaba el triunfo, aunque ya Romeo se había apagado, Gorosito no pesaba y
sólo el criterio y la elegancia de Galetto permanecían inalterable como en la primera
parte. Lo de River era bastante pálido. Con la obligación de justificar la negativa de
entregar a Saviola a la selección juvenil, Ramón, obstinado, lo mantuvo hasta el final.
Sin compañía, el pibe se debatía entre los centrales rivales, obligado a un desgaste
innecesario y, peor aún, sin posibilidades de demostrar sus cualidades. Díaz le quiere
sacar jugo, pero terminó exprimiéndolo.
Lamolina se despidió y dejó una tarjetita
Por Juan Sasturain
Mientras bajaban las desnudas escaleras interiores que se enroscan en picada desde la zona
más exclusiva de la platea de San Lorenzo, un par de hinchas reclamaban: Ahora
habría que ir pedirle que devuelva la plaqueta... El taxista, cuarto de hora
después, coincidía: No sé para qué le dieron todas esas boludeces, si al final
nos cagó igual. Los juicios eran recurrentes: todos opinaban final, casi
póstumamente sobre Francisco Lamolina. Lo notable, o no, es que a diferencia de los
plateístas, el taxista era de River. Los quejosos y diversos individuos que se expresaban
así no diferían en su juicio con la partida multitud: alternativamente, porque no se
permitieron coincidir en el coro sino en el regocijo ante la derrota parcial de Boca,
ambas cabeceras habían llenado el aire con un poderoso Lamolina botóóón,
Lamolina botóóón... En algunas transmisiones radiales calificaron su actuación
no sólo de la última sino también de la peor de todas. En fin... Sin duda que Francisco
Lamolina no podrá decir, como dijo alguna vez Perón al irse del balcón de Plaza de
Mayo: Llevo en mis oídos la más hermosa música... Y sin embargo hay algo de
profunda injusticia en esa mezcla de prejuicio y equívoca vox populi, vox dei.
Lamolina se preparó especialmente para la despedida que fue, en realidad, vivida como una
última función. Eligió a Taibi y Celano para que lo acompañaran en ese momento y tuvo
de salida los regalos habituales en estos casos de retiro y culminación de carrera: toda
esa ferretería que los hinchas le hubieran pedido que devolviera. Antes de empezar los
jugadores no estuvieron efusivos: se lo vio al pibe Romeo arrimarse a saludarlo; tal vez a
alguno más. Al final, Berizzo le dio su camiseta.
Lo cierto es que Lamolina no quiso que la circunstancia de su retiro pasara inadvertida y
lo logró. Incluso, como en un recital, cambió de indumentaria para la segunda parte del
show volvió a lo clásico del negro con vivos blancos, se armó una rutina
que comenzó eligiendo el mismo partido con que había empezado su carrera y
terminó con el gesto estudiado y simbólico de entregar en mano la última tarjeta
amarilla de su carrera. Se la regaló después de mostrársela al Coco Ameli después de
los cuarenta del segundo tiempo. Tan así fue, tan pendiente estaba de ese final que era
más suyo que del partido en sí o de los jugadores, que aunque estaba en el filo de la
hora no lo siguió después de un foul muy probablemente porque debía amonestar a uno de
River y ya no tenía tarjeta... La terminó ahí.
Hay algo de paradójico en el puteado destino de Lamolina. Como en el de Castrilli, otro
receptor de unánimes insultos. Aunque parezcan y sean, ciertamente exponentes
de dos maneras opuestas de entender el arbitraje, los ha unido, en perspectiva, una misma
intención (excesiva en ambos) de salvar el juego y lo mejor del espectáculo. Castrilli,
soberbio esclavo del reglamento, encarna la incorruptibilidad en un medio
corrupto, pero también la mano dura que todo argentino con enano fascista
incluido requiere de la autoridad. Lamolina, débil pecador y uno más en la cancha, por
sobre todo otro juicio, apostó a la persuasión, al calor y a la apelación personal: fue
amiguero y dialoguista, más moderno e incluso de izquierda en otro contexto
menos erizado de sospechas.
De cualquier modo (ayer alternó buenas y malas), como Castrilli, debió luchar contra
nuestros deshonestos jugadores y nunca fue botón. No es poco. |
Boca
jugó de menos
Sin el Mellizo Guillermo, sólo
con Riquelme en función creativa, y desenchufado Palermo, el equipo no encontró
intérpretes para ganar.
riquelme saca el derechazo que superará
la estirada de noce: es el empate definitivo. |
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Por Carlos Stroker
No era un domingo para dejar pasar. Boca sabía que debía hacer valer su fútbol para
despegarse de aquellos equipos que lo siguen. También se perdió la oportunidad de
separarse de River. Se notó en Boca la falta de belleza que pretende su entrenador Carlos
Bianchi y quedó al desnudo que mantener un buen nivel de juego debe modificar algunos
puntos de su esquema. Tiene como bendición la presencia de Juan Román Riquelme y la
certeza de que en el próximo partido regresará Guillermo Barros Schelotto. Para los
hinchas, tener a los dos es una fortuna; para los otros, resulta un castigo. Sin esos
jugadores, Boca pierde presencia, carece de ingenio y muestra la ausencia de los mejores
intérpretes del fútbol actual. Ayer, Boca chocó ante un rival mezquino, que optó por
levantar un muro para evitar sorpresas y que eligió el egoísmo para llevarse lo que se
llevó, un punto.
Boca fue más que su rival. Por voluntad, por intención, por insistencia. Desde los
primeros minutos del encuentro se vio lo que sería el desarrollo del partido. Boca
apostaba a la salida constante de su lateral derecho, pero también al pelotazo frontal a
Palermo. Sólo la habilidad de Riquelme y la presión de Serna en la mitad del campo de
juego iban a mostrar la diferencia del resto. No era para menos. El creador buscó
incesantemente los espacios para manejar el balón y para tratar de habilitar a sus
compañeros, mientras que el colombiano se cansó de recuperar la pelota y como lo hace
casi siempre se le entregaba a uno de sus compañeros. Pero no era suficiente para romper
la muralla levantada por Griguol. Gimnasia hacía su juego, rompía en la mitad del campo
y apostaba al contragolpe.
Fue de esa manera que llegó la apertura del marcador. Yllana uno de los que
sustentan a este equipo robó en la mitad de la cancha, abrió hacia Troglio y fue a
buscar el centro. La recibió y de zurda gritó el único gol de su equipo. Si hasta ese
momento Griguol se preocupaba porque sus muchachos cuidaran el punto, mucho más lo hizo
con los tres. Le duró bastante. Pero la perseverancia, aun con errores, dio sus
resultados. No podía llegar de otra manera, sino mediante una obra de Riquelme. Se notaba
en el campo de Liniers que Palermo no iba a llegar a ser noticia como goleador. Se veía
que los centros no podían superar la defensa de Gimnasia y que la única manera de vencer
a Noce iba a ser con un zapatazo justo. La muralla levantada por Griguol sólo dejó una
pequeña puerta abierta, y Riquelme la advirtió. Le pegó desde afuera y festejó.
Boca tenía el empate en su bolsillo, pero así como Riquelme mostró su fútbol, el resto
del equipo no acompañó lo suficiente para hacer algo más que eso. Con la conquista de
Riquelme llegó al premio a la insistencia y el castigo a la avaricia. Luego de la
igualdad, ya no había mucho por hacer. O, mejor dicho, Gimnasia era puro conformismo y
Boca ya no chocaba contra esa pared, sino también ante las propias falencias. Así se fue
la tarde en Vélez, con un Boca que dejó en claro que necesita de sus mejores
intérpretes para tocar la sinfonía de la belleza y con un Gimnasia que deberá decidirse
a mirar hacia adelante si desea escalar en la tabla. Boca sigue primero. Con poco, parece
que le alcanza.
Faltaron los dos mejores
Por Diego Bonadeo
Gimnasia tiene que encontrar su equilibrio fue una de las paparruchadas más
notorias que pudieron oírse minutos antes del comienzo de Boca-Gimnasia. Es que el equipo
platense llegó a la cancha de Vélez con la faltriquera llena de incertidumbres, que
ciertamente poco tiene que ver con el tan remanido equilibrio, eufemismo
demasiado habitual, que disfraza mensajes timoratos y menesterosos.
Este Boca que gana siempre, golea casi siempre y gusta bastante, y sin goles en contra
hasta ayer, tenía como rival a uno de los más goleadores y, al mismo tiempo, uno de los
más goleados, con dos partidos jugados como local 0-5 contra Unión y 7-5 contra
los jujeños que antes que desequilibrios, parecen demostrar una vez más que,
videos, pizarrones e informática aparte, el fútbol sigue siendo afortunadamente
impredecible.
Sin Palermo una semana atrás y sin el Mellizo Guillermo ayer, Boca llegaba sólido y
fortalecido a la cuarta fecha. Pero los buscadores de equilibrio, apólogos de lo
predecible, probablemente hayan sido tan sacudidos como los hinchas locales cuando, con el
gol de Yllana, Boca se fue al descanso perdiendo. En términos de lo
esperable, del resultado y, otra vez del equilibrio, las cosas
empezaron de nuevo a encauzarse hacia la normalidad cuando Riquelme empató
definitivamente, y Boca conservó el invicto y la punta, habida cuenta del empate de River
con San Lorenzo en el codificado una hora más tarde.
Con Diego Cagna (en un momento especialmente feliz) ausente, además de la baja del
Mellizo Guillermo, Boca pareció sufrir cierta orfandad creativa, que en general hacía
que Riquelme, semipermanentemente cuestionado por los utilitaristas que descreen de la
destreza, buscara los socios que no estaban.
Y entonces se puede debatir lo que de vez en cuando no estaría del todo mal si se
hace desde la buena leche y la ecuanimidad, cuánto hace falta Guillermo Barros
Schelotto en Boca, respecto de la falta que le hace a Gimnasia y Esgrima de La Plata el
chiquilín Messera, ausente ayer.
Es un poco la historia reciente de los que no están. Por lesiones, por los juveniles o
por lo que fuere. Es lo de Huracán con Montenegro y Sixto Peralta y lo de River
reteniendo a Saviola. ¿Cuánto es más (o menos) el Mellizo para Boca tema de otro
análisis en la siguiente página de Líbero que Messera para Gimnasia?
A primera lectura el debate vale por enriquecedor, pero si la discusión es entre
paladares negros, seguramente habrá coincidencia en las conclusiones. Sin Guillermo y sin
Messera, dos de los mejores jugadores del fútbol argentino, BocaGimnasia será casi
inexorablemente un partido devaluado. |
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