Por Pablo Rodríguez desde Asunción
Fue el golpe de Estado
militar que no ocurrió. El presidente Raúl Cubas Grau renunció ayer a su cargo del
presidente de Paraguay y asumió en su lugar interinamente el presidente del Senado, Luis
González Macchi. Dos horas antes de que Cubas le anunciara su decisión al presidente de
la Cámara de Diputados Walter Bower, el general Lino Oviedo, que permanecía
detenido en el Regimiento Guardia Presidencial, huyó hacia la Argentina,
donde fue detenido en el aeródromo de San Fernando al tratar de entrar con documentos
falsos. Antes, la Justicia militar lo había eximido de todo pecado.
Faltaban 11 horas para que comenzara, a las siete y media de la mañana del lunes, la
sesión en el Senado que seguramente iba a destituir al presidente. A las 19 de ayer,
minutos antes de la noticia, el clima en la Plaza de las Armas, convertida en epicentro de
la crisis desatada por el crimen del vicepresidente Luis María Argaña, era más que
amenazador. Fuerzas de la Policía paraguaya y del FOPE (Fuerza de Operaciones de la
Policía Especializada) se apostaban en la cima de los edificios aledaños, entraban al
antiguo Cabildo donde funciona el Senado y reforzaban el cerco sobre la plaza y sobre el
Senado. Los diputados que estaban dentro del Cabildo no se cansaban de confirmar que se
trataba de fuerzas leales, pero las dudas persistían: había un cuerpo de
Caballería la fuerza más fiel a Oviedo que estaba llegando al centro de la
ciudad y el arzobispo de Asunción, Felipe Santiago Benítez, llamó misteriosamente a
abandonar la explanada de la Catedral, convertida en foco de resistencia civil
por los denominados Jóvenes por la Democracia.
Mientras las versiones sobre la renuncia de Cubas comenzaban a amplificarse, un grupo de
legisladores antioviedistas, encabezados por Walter Bower, se reunió en la sede de la
embajada norteamericana, cuya titular es Maura Harty. En las últimas horas, en realidad,
las relaciones de fuerzas parecían contrarias al sector civil y militar oviedista. Los
diputados comenzaron a señalar a los efectivos instalados en los edificios como custodia
pedida por el Senado. La Policía había realizado un allanamiento en la casa de uno de
los que dispararon en la plaza durante la masacre del viernes, y aparentemente había
encontrado armamentos, un maletín con 500 millones de guaraníes (cerca de 200.000
dólares) y un listado de funcionarios. El jefe de la Policía Nacional Niño Trinidad,
oviedista, había sido reemplazado en la noche del sábado por Ricardo Caballero Parquet.
Pero los Jóvenes por la Democracia eran un tanto ajenos a esta serie de signos y
movimientos: ante el pedido de Benítez, su líder Waldemar Franco fue a buscar a las
cámaras para declarar que no estaba de acuerdo con el prelado y que nosotros vamos
a seguir resistiendo.
Lo que aún no queda claro de este movimiento político son sus condiciones. El sábado,
en el pasillo que da a la sala del Senado, mientras los legisladores debatían las
consecuencias de los alegatos de los diputados fiscales y afectados a la defensa del
presidente, el encargado de esta última, Luis Fernando Canillas, y Walter Bower, se
abrazaban y hablaban en voz baja. Bower aún conservaba puesto el chaleco antibalas que se
había echado encima la noche anterior cuando los integrantes legislativos del
frente antioviedista reconocían que no sabían de qué lado estaban las FF.AA. y lo
flanqueaban dos hombres con armas largas. Más tarde quedaba clara la línea de la
salida decorosa. El propio senador argañista Juan Carlos Galaverna, el que vinculó
a los gobiernos argentino y uruguayo con el asesinato de Argaña vía Oviedo, reconocía
cuando se levantó la sesión que si el lunes estamos de nuevo aquí, es porque las
gestiones han fracasado. El discurso mismo del argañismo comenzó a cambiar. Ese
mismo día, Bower comenzaba a deslizar que Cubas podría acceder a una banca como senador
vitalicio, como cualquier ex presidente. El senador José Francisco Appleyard, mano
derecha de Oviedo, reconoció a Página/12 que las conversaciones existían. Y Galaverna
dijo ayer, horas antes de la renuncia del presidente, que el próximo objetivo de
estos asesinos es Cubas y hay que evitarlo.
El problema de esta estrategia de la salida negociada es que no cuenta, en
principio, con el apoyo de la oposición no colorada. El senador del PEN Luis Mauro dijo a
este diario que no se iba a aceptar ninguna negociación que escapara a lo establecido en
el proceso de destitución (ver nota aparte). En el mismo momento en que los rumores de
renuncia se multiplicaban, el senador liberal Francisco José de Vargas dijo que no se
podía aceptar ninguna negociación con el oviedismo, sobre todo cuando la mayoría en el
Senado está más que asegurada.
A partir de ahora hay dos caminos. Luis González Macchi, presidente interino, se
convierte en efectivo hasta el 2003 al frente de un gobierno de coalición, o se convoca a
elecciones generales en un plazo de 90 a 180 días. Representantes de la oposición del
Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) y el Partido Encuentro Nacional (PEN) ya dijeron
que no apoyarán un gobierno de coalición. Sin embargo, no se puede descartar, aunque
parezca descabellado, que los oviedistas se unan con los argañistas para confirmar la
nueva mayoría. Ambas corrientes, en definitiva, son del mismo partido, el Colorado, y
puede ser que este aspecto haya entrado en la salida negociada.
En todo caso, la sangre que había llegado al río, con el crimen de Argaña primero y con
las muertes del viernes, parece que se detuvo.
ANTES DEL FIN, IMPEACHMENT EN GUARANI SE
ESCRIBIA CON SANGRE
Una masacre anunciada (que no fue)
Por P. R.
La renuncia de Raúl
Cubas fue precedida por la violencia. Ayer hubo tiros en plena tarde en la explanada de la
Catedral, donde hacía nada más que dos horas se había oficiado una misa en homenaje a
los muertos durante la batalla campal del viernes por la noche. En el sector de la plaza
donde se produjo el tiroteo, todos estaban convencidos de que a la noche habría muchos
más tiros desde los edificios circundantes a la Plaza de Armas, que está enfrente del
Palacio Legislativo. Al mismo tiempo, la televisión difundía una lista de políticos a
ser asesinados supuestamente encontrada en 1997 en uno de los domicilios de Oviedo, y
donde figuraban el asesinado vicepresidente Luis María Argaña y otras figuras.
El sol rajaba de tal manera en la explanada de la Catedral que los bomberos no cesaban de
tirar manguerazos a la multitud. Los médicos pedían a la gente que retirara a los chicos
del lugar porque la insolación podía ser brutal. Pero en el sector ocupado por los
Jóvenes por la Democracia, los campesinos y algunos argañistas, el clima era el de la
resistencia civil. Que vengan todos. Y, si es necesario, vamos a morir por la
democracia, decía Andrés Rivas, un joven de 25 años que acababa de ser herido en
una pierna. La frase no parecía vana: los colorados antioviedistas divulgaron
posteriormente una conversación telefónica en código donde se hablaba de Sierra
1, Sierra 2 y Sierra 3, en presunta alusión a tres
políticos a ser asesinados en las próximas horas.
Las caras de los que estaban en la plaza mostraban el pánico que se instaló desde el
viernes, cuando francotiradores dispararon contra la multitud y provocaron una masacre.
Todos miraban hacia arriba, buscando otra vez de dónde venían los disparos. Es cierto
que las balas fueron pocas y que la policía corrió a allanar los edificios sospechosos,
pero el miedo era contagioso. El palacio donde funciona el Senado, con diputados y algunos
senadores dentro, cerró sus puertas inmediatamente después de estas noticias. Todos
esperaban que por la noche volviera la balacera. Ayer no pasó nada porque había
que dar un respiro después de lo del viernes. Pero hoy los oviedistas van a volver,
porque ya se están quedando sin nada. Y los vamos a enfrentar, decía Deolinda, una
mujer de unos 50 años con un largo vestido colorado.
Los diputados y senadores antioviedistas denunciaban desde intentos de compra de votos por
parte de gente cercana a Cubas más concretamente, su esposa hasta amenazas de
muertes a sus hijos. Más allá de la firme decisión política que muestra el bloque
antioviedista, existían imponderables en la forma de tres senadores: Basilio Nikighoroff
(ex colorado, ahora de Encuentro Nacional), Gregorio Segovia (único representante de un
partido declarado caduco por la Justicia electoral, el Partido Blanco) y el colorado
neoviedista Gustavo Pedrozo. El senador colorado Juan Carlos Galaverna, el
mismo que denunció a los gobiernos argentino y uruguayo por su complicidad con el ex
golpista, dijo ayer llamativamente que el próximo objetivo de estos asesinos es
Cubas y hay que evitarlo.
Pero el domingo por la tarde, la escena de la Plaza de Armas no dependía de ningún
factor climático. Los coches nuevos de los senadores, apoyados sobre el piso
completamente destrozado del parque, los restos de palos, comida y heces de los
dispensarios que estuvieron instalados hasta anteayer gobernaban una plaza custodiada por
los militares. En la explanada de la Catedral, enfrente de los policías y apiñados como
en una tribuna de fútbol, los miles de manifestantes con banderas paraguayas por
disposición de Cubas, no se podían llevar insignias partidarias se preguntaban si
seguirían vivos hoy a la mañana. Mientras caía la noche, la Iglesia de Asunción
divulgaba que irregulares de Oviedo avanzaban hacia la capital, y el Parlamento fue
evacuado ante lo que parecía una inminente reedición de la masacre del viernes, pero
ahora corregida y aumentada.
EL PRESIDENTE SE FUE, VIVA EL PRESIDENTE
La noche que Asunción era una fiesta
Por P.R.
Media hora antes del
anuncio de la renuncia del presidente Raúl Cubas, la Plaza de Armas estaba vacía. Los
Jóvenes por la Democracia, la única organización que permanecía cerca de allí luego
de la masacre delviernes, estaban apiñados en la explanada de la Catedral y advertidos
por el arzobispo de Asunción, Javier Santiago Benítez, para que se vayan ante la
inminencia de más violencia. En diez minutos desaparecieron los vallados policiales y
militares. En una hora, las tres cuadras que conforman la plaza que está frente al Senado
se tapizó de gente hirviente que cantaba toda clase de consignas contra Lino Oviedo. Pero
como el nombre todo junto no se prestaba a la rima, el enemigo número uno del
Paraguay se convirtió en Lino O..
A medida que llegaban, los senadores y diputados argañistas y de la oposición se
abrazaban con cuanta persona, en general enfundada en una bandera paraguaya, se cruzara en
su camino. La Cámara de Diputados improvisó su sesión en el Senado, y allí el nuevo
presidente Luis González Macchi pronunció su discurso.
El Senado, con 45 bancas, estaba repleto. Además de muchos de los 80 diputados
paraguayos, estaban presentes muchos invitados, como el líder de la Central Unitaria de
Trabajadores (CUT), Alan Flores.
Todos cantaron el himno paraguayo, primero en versión bulliciosa y luego en versión
formal. Mientras todos se abrazaban, se iban pasando como un trofeo de guerra la renuncia
de Cubas. Algunos incluso pegaron el papel de la renuncia al vidrio detrás del cual se
ubica la prensa, para que todos pudieran filmar y fotografiar el papel.
Los mástiles de los edificios oficiales tenían la bandera a media asta, por el luto
nacional decretado por 15 días por el ahora ex presidente Raúl Cubas, luego de la muerte
de su vicepresidente Luis María Argaña. Pero en el Congreso, donde todos gritaban
Argaña vive, en la Plaza de Armas, donde todos gritaban, y en las calles de
Asunción, donde todos tocaban la bocina de sus coches, ya no había luto. Había
estallado una fiesta nacional.
HABLA LUIS MAURO, DEL PARTIDO ENCUENTRO
NACIONAL
No haremos una coalición
Por P. R.
Luego de la última
sesión del Senado, el senador del Partido Encuentro Nacional (PEN) Luis Mauro iba de
aquí para allá por el patio de la planta baja del antiguo Cabildo (donde sesionaba la
Cámara de Senadores). Contestaba las preguntas de rigor ante la catarata de periodistas,
que se diluye rápidamente: las versiones sobre la salida negociada requiere
para todos más precisiones, y aparentemente sólo las tenían los colorados argañistas.
Pero Encuentro Nacional representaba, junto al Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA),
los votos que formarían la mayoría necesaria para destituir a Cubas. Mauro, presidente
de la Comisión de Derechos Humanos del Senado, respondió a Página/12 sobre el futuro de
la coalición argañista-opositora.
¿Cuál es el futuro de Paraguay con la salida de Cubas?
Yo creo que recién allí se abre en Paraguay un período de transición. En estos
10 años para mí no hubo transición, porque siguió el Partido Colorado en el poder y su
sistema stronista (en referencia al ex dictador Alfredo Stroessner) de gobierno. A tal
punto que el sector de Argaña y también el sector de Oviedo están llenos de stronistas.
Pero ahora se va a abrir un gobierno de unidad nacional y allí comenzará el período de
transición.
¿Ustedes van a formar parte de un gobierno de coalición?
No, quiero que se entienda bien. Aunque sea Luis González Macchi (presidente del
Senado) quien pida un gobierno de unidad nacional, no vamos a participar. Vamos a cumplir
nuestro papel de contralores para no pactar lo que tú decías: para tener la libertad de
señalar con el dedo a Wasmosy, a los argañistas o a quien sea.
¿Por qué PLRA y PEN se aliaron con el ex presidente Juan Carlos Wasmosy para dejar
fuera a Oviedo?
Elegimos el mal menor. Es cierto que Wasmosy es un corrupto y que debe enfrentar a
la Justicia. Nosotros no lo estamos blanqueando y nos comprometemos como opositores a
llevar a los estrados judiciales a quien haya cometido corrupción. Pero te quiero
recordar algo. El 8 de diciembre de 1997, que es la fecha de la Virgen de Caacupé
como la Virgen de Luján para ustedes, toda la Iglesia paraguaya, todos sus
obispos, leyeron en la homilía un documento calificando al general Oviedo como Hitler. Si
tú me dices: ¿Con quién quieres aliarte, con Hitler o con un corrupto?.
Entonces yo te digo: con un corrupto. Pero sin asumir el compromiso de que no voy a penar
esa corrupción.
Oviedo ha dicho que él y Cubas, en definitiva, fueron los perjudicados por el
crimen de Argaña, y que entonces no podrían haberlo instigado.
Oviedo quedó prisionero de todas sus declaraciones y de los sectores paramilitares,
que él tiene aunque lo haya negado. Si tú sueltas a las bestias, las bestias hacen lo
que quieren. Con todos sus errores, porque era un stronista, Argaña era el gran líder
civil del Partido Colorado.
Claves Raúl
Cubas, quien renunció ayer, fue elegido presidente de Paraguay por el 54 por ciento de
los votos en mayo de 1998 como delfín político del general retirado Lino Oviedo, quien
purgaba una sentencia de 10 años de cárcel impuesta por su archienemigo, el presidente
saliente Juan Carlos Wasmosy. Domingo Laíno, el rival liberal de Cubas, obtuvo el 42 por
ciento.
Luis María Argaña, el vicepresidente de Cubas, era un
stronista que el año anterior había perdido la interna del Partido Colorado por 11.000
votos frente a Oviedo. Pero inmediatamente después del triunfo de Cubas empezó a
maniobrar para que no se cumpliera la promesa central de la campaña electoral: la
liberación del militar. Una mayoría de argañistas del Parlamento saliente votó contra
la liberación de Oviedo, que sin embargo se concretó en agosto.
La Corte Suprema de Justicia terció en la cuestión ordenando
el regreso de Oviedo tras las rejas, lo que fue ignorado por Cubas. Esto gatilló los
pedidos de juicio político a Cubas por parte de una alianza parlamentaria entre la
oposición liberal y los argañistas.
La embajada norteamericana en Asunción hizo campaña
sistemática contra Lino Oviedo, incluyendo una notoria recepción a Argaña semanas
atrás. Oviedo, por su parte, mantenía fluidos contactos con Alemania, especialmente con
el gobierno anterior de Helmut Kohl.
Detrás de Argaña y su facción estaba el ex presidente
Wasmosy, acusado de malversación de fondos por 6000 millones de dólares, un 60 por
ciento del Producto Bruto paraguayo y 10 veces sus reservas en moneda extranjera.
Los montos involucrados ayudan a explicar parte de la ferocidad de la interna, cuyo
clímax fue el asesinato de Argaña el martes pasado por desconocidos que usaban uniformes
de camuflaje.
Lo que ocurrió ayer no puede interpretarse como un
triunfo de la democracia, en la medida en que se basa en la proscripción de
Oviedo, el político más popular. Pero sí marca un temporario, por ahora
cese de la violencia. |
SUBRAYADO
Golpe a golpe
Por Claudio Uriarte |
En Paraguay acaba de consumarse un golpe de
Estado parlamentario. Lo impulsó una coalición oportunista entre la vieja oligarquía
stronista y los partidos liberales, y su blanco fue el populismo autoritario (y popular)
del general retirado Lino Oviedo, que se movía detrás del mascarón de proa del
presidente renunciante, el ingeniero Raúl Cubas. Pero, más decisivamente aún, el
desenlace es el resultado de la activa intervención de la embajada norteamericana, que
persiguió a Oviedo desde el primer momento, y de la Cancillería brasileña. El mensaje
fue inequívoco: Paraguay debía alinearse; de lo contrario, perdería ayuda militar y
económica y posiblemente la membresía en el Mercosur. De este modo, Oviedo (el político
más votado y más proscripto del país) debe desaparecer de escena. En 1945, ya una
embajada norteamericana en América latina trató de hacer algo parecido, y fracasó
estrepitosamente. Pero Paraguay y Oviedo son cantidades distintas que Argentina y Perón.
El paralelo con la Argentina sirve también para trazar el mapa del futuro. Esta es una
situación peligrosa: los representados por el oviedismo (una vasta mayoría de pobres)
quedarán excluidos de la escena política, con todo el explosivo potencial que esto
significa, ejemplificado por los 17 años de inestabilidad que vivió la Argentina tras el
derrocamiento de Perón en 1955. También están presentes otros paralelos: la alegría y
los festejos de unas presuntas fuerzas democráticas que nunca hubieran logrado llegar al
poder por la fuerza de los votos, y que muy probablemente habrían debido sufrir una
dictadura bonapartista si el Paraguay invisible (contracara de los estudiantes que
llenaban anoche la Plaza de Armas de Asunción) hubiera podido expresarse libremente, sin
intrigas ni manipulaciones entre los stronistas y la Corte Suprema de Justicia. En cierto
modo, ésta fue toda una puesta en escena de lo que Karl Popper llamaba el dilema de la
libertad: qué hacer cuando el pueblo elige líderes que se oponen a ella. Pero en
Paraguay de 1999 ese dilema es más fácil de resolver que en la Alemania de 1933.
El trasfondo ya exclusivamente paraguayo de estos paralelos fue la lucha a muerte de unas
mafias profundamente enquistadas en el aparato estatal de uno de los países más
corruptos del mundo. Pero queda por saber quién mató al vicepresidente Luis Argaña el
martes pasado: si un Oviedo que decidió que ya no tenía nada que perder (el juicio
contra Cubas empezaba el 7) o los que querían que todo terminara como ayer. |
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