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ANTONIO CAFIERO, 76 AÑOS, PRECANDIDATO A GOBERNADOR POR EL MENEMISMO
“El peronismo es el Viagra de la política”

Cafiero se define como un “peronista a secas” y asegura que no es el candidato del menemismo, sino que el menemismo es una línea interna del justicialismo que apoya su candidatura a gobernador bonaerense. Fue ministro del primer gobierno peronista y a los 76 años es un protagonista privilegiado de los últimos 50 años de la historia argentina.

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Por Nora Veiras

t.gif (862 bytes) El con Perón, él con Vandor, él con Isabel, él con el papa Juan Pablo II, él con Fidel Castro, él con Bob Kennedy, él con Gorbachov. Las fotos de la antesala y el despacho del senador Antonio Cafiero son un muestrario de la historia de su ocupante. Una historia que, a los 76 años, lo lleva a ser el precandidato a gobernador bonaerense apoyado por su ex oponente Carlos Menem. Un salto que, en medio de la desenfrenada carrera rereeleccionista, el duhaldismo no le perdona. Sueña con ser el hombre de la unidad y convertirse en el candidato a vicepresidente de la fórmula de octubre. Conserva intacto su pragmatismo y provoca con la idea de un “Pacto Pampa” con el radicalismo para reformar la Constitución y allanar el camino hacia un nuevo mandato de Menem. Define a “Alfonsín como el político más importante de los últimos veinte años en la Argentina. Alfonsín es más que Menem”. Cafiero señala el retrato que lo muestra con apenas 28 años como ministro de Perón y coquetea: “¿Sabés por qué todavía sigo en carrera? Porque el peronismo es el Viagra de la política”. Quizá sea ésa la clave para entenderlo.
–¿Cuándo descubrió que era menemista?
–Nunca he sido menemista, no soy menemista, no soy duhaldista, no soy cafierista, soy peronista a secas.
–¿Cuál es la diferencia entre menemismo y peronismo?
–El menemismo es una expresión del peronismo. El peronismo tiene la virtud de ir cumpliendo etapas y las va asumiendo dentro de su desarrollo histórico. En un tiempo existió el laborismo, después vino el feminismo con Evita, después el vandorismo, después la renovación, ahora vino el menemismo. Ustedes me quieren vender como menemista porque parece más llamativo. Cuando Menem estaba en el apogeo de su modelo yo lo criticaba.
–Eso es lo llamativo.
–Siempre he sido independiente porque he sido siempre peronista. Lo que tenés que preguntar es por qué dos vices de Menem están en contra de Menem. Es cierto que dicen que el vice de Dios es ateo, pero no es para tanto.
–¿Entonces Menem es Dios para usted?
–Ahora me vas a hacer decir que Menem es Dios. No me busques por ahí. Vas a aceptar una ironía o vas a tomar todo al pie de la letra.
–En esta coyuntura usted quedó como el candidato de Menem en Buenos Aires.
–No soy el candidato de Menem. El menemismo, que es una línea interna en la provincia, me apoya.
–¿Por qué usted, que decía que Duhalde era el mejor candidato a presidente, ahora disputa con Carlos Ruckauf, el candidato de Duhalde?
–Creo que el peronismo con sus aliados naturales y circunstanciales tiene suficiente caudal electoral para ganar la elección de octubre. Tiene que acertar en la estrategia a llevar adelante. Le dije a mi amigo y compañero Duhalde (lo subraya) que yo creía que su estrategia no era la más acertada. Le dije: “Usted puede ganar las elecciones con Menem, sin Menem, pero no contra Menem”. Porque Menem es un valor agregado al desarrollo del peronismo, insustituible para una política de unidad que nos lleve a la victoria. El segundo disenso con Duhalde, que es un habilísimo político, es que no ha permitido que se exprese con libertad el peronismo de la provincia. Una interna es muy positiva porque moviliza y prepara para la lucha final contra la Alianza.
–¿No es Menem el que planteó la puja contra Duhalde al insistir con la re-reelección?
–El proyecto de re-reelección le ha servido a Menem para algo estupendo, con la complicidad de los medios, se ha mantenido en el centrodel escenario político. Otro presidente a esta altura no tendría más poder. Estaría exánime.
–Pero está poniendo en riesgo la Constitución.
–Para mí Menem no puede ser candidato a presidente si no hay una reforma de la Constitución.
–Usted dice: “juega a esto para mantener el poder”, pero el país está paralizado.
–¿Quién dijo que está paralizado? Paralizado estuvo cuando Alfonsín dejó el gobierno.
–Hay problemas gravísimos y de lo único que hablan los políticos es de la re-reelección...
–Los medios han hecho de la re-re el único tema de la vida nacional. La Constitución es muy clara.
–Es el Presidente el que dice: “Hay un juez que me habilita pero yo todavía no he decidido”.
–Lo habilita a la interna del justicialismo y eso no está mal.
–¿Cuál es el sentido de esa participación si después no se va poder presentar?
–Tiene un enorme significado interno. Nosotros queremos votar quién va a ser el presidente del partido.
–El no está planteando la interna para ser presidente del partido.
–Es una forma de plantearlo. Cuando él habla de que puede ser candidato a presidente, sabe que tiene la restricción constitucional. Yo soy de los que piensa que, sin una reforma, no puede obviarse la prohibición. Pensará que tal vez un nuevo Pacto de Olivos lo habilite. ¿Por qué no?
–¿Está haciendo gestiones para eso?
–No lo sé. Pero puede haber un segundo pacto. En el ‘93 fue posible porque no podemos ahora imaginar que en homenaje a la salud democrática del país y para que sus opositores se puedan sacar el mito de Menem lo inviten a una presidencial y lo derroten.
–Es un planteo muy hábil para lograr lo que él quiere.
–En la Alianza muchos dicen: “Dejemos de ser hipócritas. Menem se quiere presentar, que lo haga. En este momento su popularidad no pasa del 20 por ciento de la opinión pública, por qué no lo derrotamos en las urnas”. Yo sé de unos distinguidos estrategas de la Alianza que piensan que con Menem en la oposición, sin haber sido derrotado en las urnas, tienen un enorme y formidable oponente. Entonces por qué no sinceramos la realidad. Pero esto no por la vía, a mi juicio espuria, de un pronunciamiento judicial. Por ahí ni se necesita hacer una reforma y basta con una fórmula de consenso, con un “Pacto Pampa”.
–¿Para usted Menem es imprescindible entonces?
–No he dicho eso. En el peronismo sí, es un componente esencial del peronismo, no el único, ni siquiera el predominante, pero sí esencial.
–Clinton está en la cúspide de su popularidad y jamás se le ocurriría querer presentarse.
–A Clinton se lo prohíbe expresamente la Constitución norteamericana.
–Y a Menem la argentina.
–Sí también, por eso digo que hace falta una reforma. Yo estoy atendiendo a otros factores que pueden llevar un poco más de sinceridad a la vida política argentina. No es que Menem sea imprescindible, es un argentino más que ha hecho muchas realizaciones positivas, otras no tanto, que merece haber gobernado diez años el país, en democracia, en libertad.
–¿Qué le faltaría hacer para justificar otro mandato?
–Al peronismo le hacen falta hacer otras cosas: todavía no ha podido dar una respuesta categórica al problema social de la Argentina.
–¿No pudo o es parte del modelo?
–Es un tema de alta complejidad que va a merecer, en muchos casos, políticas de consenso. Hay temas que no se van a resolver si no se abordancomo políticas de Estado, la desocupación entre otras cosas. Lo que le falta al peronismo le falta al país y lo que le falta al país no se puede hacer con el peronismo solo. Ni con la Alianza sola.
–¿Se puede revertir el problema social con semejante concentración económica?
–Si no es factible revertir la exclusión, no se justifica nuestra misión histórica. Nosotros vamos a hacer la gran tercera transformación de la Argentina: hicimos la de los años ‘40/’50, hicimos la del ‘90, ahora vamos a hacer la del 2000.
–¿Van a tener que retomar algunas líneas del discurso del ‘45?
–Siempre están presentes, lo que pasa es que cambian de significado. La justicia social es una bandera absolutamente inescindible del peronismo, pero no puede ser la del ‘50, cuando el gremialismo era todopoderoso. Hoy en todo el mundo está en decadencia el poder gremial. No podemos hacer una política de pleno empleo cuando está en discusión si el trabajo va a seguir siendo así o vamos a llegar al fin del trabajo.
–El problema es que se llegó a niveles de esclavitud para los que tienen trabajo.
–Pero lógico, ya lo sabemos. Además muchas jubilaciones son magras, muchos salarios son bajos. Lo vamos a hacer con el radicalismo. Esa enorme expectativa del Frepaso terminó siendo una línea interna del radicalismo. Nos vamos a entender con los radicales. Radicales y peronistas después del abrazo Perón-Balbín somos los autores de los grandes consensos del siglo que viene.
–También existe un gran hartazgo por la corrupción.
–A nosotros nos derrocaron en el ‘55 bajo el estigma de la corrupción, en el ‘76 también. La corrupción es un flagelo que ataca a la mayoría de las democracias. Pero yo diría que nunca antes ha habido tanta libertad y un Congreso que funciona con una fuerte oposición como ahora. Esa es la condición para que la corrupción sea advertida y condenada. Esperemos que se sancione la ley de Etica Pública, ya es obligatoria la declaración de nuestros bienes. Hay que buscar formas para combatir este flagelo. En democracia la gente, por lo menos, tiene la libertad de hurgar, denunciar y debatir los grandes casos de corrupción. Un ejemplo es el caso del Banco Nación y la empresa IBM y otros escándalos que se han dirimido por vía de la Justicia o de la publicidad de los actos.
–Hay una pata renga con el funcionamiento de la Justicia.
–Yo sé que esto está de alguna manera en el centro del debate argentino. Cavallo no acaba de decir que hay que modificar la inamovilidad de los jueces. Bueno, hagamos una reforma constitucional y modifiquemos ese punto. Busquemos la forma de hacer la Justicia cada vez más independiente.
–Cuando usted habla de lealtad, ¿se refiere a una persona o a una institución?
–La lealtad a la causa peronista. No me gusta ver a compañeros a los que estimo que se junten con nuestros adversarios políticos. Los disensos en el peronismo tienen fronteras; quienes se exceden, entran a un campo desleal.
–¿Aun si se produce para defender la Constitución?
–Acá la Constitución fue sistemáticamente violada: ¿a alguien se le movió un pelo cuando nos derribaron del poder en el ‘55, cuando se fusiló habiendo un artículo de la Constitución que lo prohíbe, cuando nos proscribieron en el ‘63, cuando en el ‘73 se proscribió a Perón? A nadie, los mismos que hablan de la defensa de la Constitución son los que toleraron en silencio y hasta impúdicamente todo esto.
–Las violaciones pasadas no justifican las futuras...
–No lo justifican pero algunos de los que se rasgan las vestiduras fueron ministros del Proceso, gobernadores, embajadores.
–Muchos de esos son aliados de Menem.
–¿Quiénes?
–Alsogaray, Cavallo, ¿cuántos otros hay? El mismo almirante Isaac Rojas se abrazó con Menem...
–Sí, sí, sí, pero no lo hicieron en violación de la Constitución. No queremos volver a nada de eso, pero seamos sinceros.
–El tema es que el Presidente no es sincero.
–El Presidente hasta ahora se ha autoexcluido.
–Pero, senador, es como si usted se autoexcluyera de ser madre. No puede.
–En el tema de la re-reelección ustedes, los periodistas, han sido los mejores aliados.
–La prensa entra en el juego pero el dueño de la pelota es Menem.
–Si no se hablara de la re-reelección, ¿sabe qué soledad tendría Carlos Menem en este momento? El no es el dueño de la pelota, está la Constitución de por medio, no puede pasarle por encima.
–Lo que pasa es que la Corte Suprema también tiene una posición muy ambigua.
–La Corte no se ha expedido, ni el juez de Córdoba se ha expedido sobre el fondo del asunto. Duhalde no acepta la re-re y muchos gobernadores tampoco, yo tampoco estoy de acuerdo en el camino judicial.
–¿Cómo llega a cerrar con Alberto Pierri?
–Yo no cierro con Pierri. El se ha sumado a la línea que yo encabezo en la provincia de Buenos Aires. ¿Hasta ayer no era la mano derecha de Duhalde? ¿Alguien le decía algo por eso? Ahora él se pasó de bando.
–¿Cómo hacen para cambiar de la mano derecha de uno a la del oponente?
–Chacho Alvarez no hace mucho decía que De la Rúa estaba rodeado de corruptos y represores y ahora forma parte del binomio presidencial. ¿Qué tal?
–Usted también decía que Pierri era el representante de una dirigencia empresarial que mezclaba negocios con política.
–Es cierto, lo dije en su momento, pero eso no lo inhabilita políticamente. No es –como te podría decir– sustancial. Las internas son muy crueles, porque el entrejuego de posiciones se da con mucha asiduidad. Si no acepto esas reglas de juego no puedo hacer política.
–Usted, cuando disputó la candidatura presidencial con Menem en el ‘88, dijo que él encabezaba el “Operativo Ambulancia”, porque iba recogiendo los heridos que usted dejaba. ¿Ahora no siente que está en la ambulancia?
–Forma parte de la dinámica de la interna. Lo hacemos nosotros, los radicales, generalmente se buscan los descontentos de la lista oficial. No hay que rasgarse las vestiduras.
–¿Va manejando la ambulancia entonces?
–No, no, porque mi gente no ha sido seleccionada después de que Duhalde hizo la lista. No te escandalices, ésa es la vida política. Es sinuosa y con muchas impurezas.
–¿Qué quiere decir impurezas?
–Por ejemplo que si a un amigo de toda la vida el contrincante le ofrece un cargo importante, va y se pasa al otro bando. Como no son luchas ideológicas, de la profundidad que nosotros le imprimimos cuando fundamos la renovación, pasa esto. El caso más flagrante es que dos vicepresidentes ungidos por Menem hoy están en el bando opuesto a los deseos del Presidente, por lo menos a los deseos imaginarios del Presidente.
–¿Si tuviera diez años menos hubiera aceptado candidatearse otra vez a gobernador?
–Esto la gente no lo cree, pero yo tengo una vocación militante muy grande. Voy ahí donde creo que el movimiento me considera necesario. Yo no lo busqué, me vinieron a buscar compañeros de toda la provincia de Buenos Aires que dijeron “¿Un porteño más?”. Esto de la “porteñitis” aguda que leha agarrado a la política del país también se va a reproducir en el peronismo. “¿Es que el peronismo bonaerense no tiene un candidato entre sus filas para oponerlo a otra porteña que quiere revalidar sus derrotas en la Capital dentro del territorio de la provincia?” El mío es un gesto de rebeldía, de transgresión.
–¿Y a dónde quiere llegar? ¿Nada más que a gobernador?
–A gobernador de la provincia de Buenos Aires. Porque creo que soy el único que le puede ganar a Graciela Fernández Meijide. Esto es una total inmodestia de mi parte, pero lo siento así.
–¿Está seguro de que le gana a Ruckauf?
–A Ruckauf le voy a ganar. Por lo menos algunas encuestas así lo han mostrado. Me dan unos tres puntos por encima. Hay una encuesta de Hugo Haime. Ahora, yo no he perdido la esperanza de ser un vehículo más para la unidad total del peronismo. Considero que represento el peronismo genuino de la provincia de Buenos Aires, pero también la renovación del peronismo. La re-renovación. Yo estoy en la re-renovación.
–Algunos dicen que, si Reutemann acepta finalmente ser el candidato que enfrente a Duhalde, usted iría como vicepresidente de él.
–No lo tengo en mis planes.
–¿Es una posibilidad?
–Si querés ponerlo como una posibilidad ponelo. Por ahora soy candidato a gobernador de Buenos Aires. Y voy a ser gobernador de la provincia.
–¿Y cómo lo ve a Reutemann, se va a definir o no?
–No sé. También los tiempos se estrechan, Reutemann no tiene mucho tiempo por delante para decidir si va a aceptar o no.
–¿Se imagina al peronismo en la oposición a partir de diciembre?
–No es una eventualidad que la pueda descartar. Yo creo que vamos a ganar. Cuando liquidemos el problema interno vamos a ganar. La gente no quiere volver atrás. Sabe que los únicos que hacemos cosas somos los peronistas, los demás debaten, discuten. Ahí lo tenés a De la Rúa, un día con el plebiscito, otro día se hace vetar el plebiscito. La gente no puede entrar en una larga siesta.
–¿Cómo definiría a De la Rúa?
–Es una persona de bien. Claro que yo no comparto su estilo cansino. No me parece un hombre vigoroso, pero dejémoslo, si llega, le vamos a dar nosotros ánimo para que modifique lo que tenga que modificar. No lo veo al frente de grandes reformas de nada.
–¿Chacho Alvarez?
–Es uno de los políticos modernos más inteligentes que ha dado la nueva generación.
–¿Menem?
–Un político de raza.
–¿Eso es bueno o malo?
–Bueno. Alfonsín es otro político de raza. Par mí es el gran político de estos últimos veinte años.
–¿Más que Menem?
–Sólo él pudo haber concebido este engendro de la Alianza que le permitió a un partido derrotado con el 17 por ciento de los votos poder tener nuevamente un presidente radical. Alfonsín lo supera a Menem. Es un fenómeno. Mis amigos, mis ex amigos de la renovación peronista con el Chacho Alvarez a la cabeza, tienen que seguir a alguien que no representa ciertamente el progresismo, ni la capacidad transformadora, ni las ideas revolucionarias, pero esto no lo desmerece; yo tengo por De la Rúa una gran simpatía personal, es un político que ha cumplido siempre, no es un oportunista, no es un improvisado.
–¿Duhalde?
–Si recapacita y se reencauza puede ser presidente de los argentinos todavía.

 

POR QUE ANTONIO CAFIERO
Por Nora Veiras

“Un peronista a secas”

Es el único dirigente que puede ufanarse de haber sido dos veces ministro de Juan Perón y seguir en carrera. A lo largo de más de medio siglo de militancia, Cafiero demostró ser un fiel alumno de esa doctrina en la que los límites son necesariamente laxos. El objetivo lo justifica: sumar a los necesarios para ejercer el poder. Parece no hacerle asco a nada. Desde siempre está acostumbrado a conciliar. Fue el hombre de confianza de Augusto Timoteo Vandor, de las 62 Organizaciones, y también el amigo del sacerdote tercermundista Carlos Mujica, asesinado por la Alianza Anticomunista Argentina, ese engendro paramilitar ideado por José López Rega, el monje negro del Perón decadente. Fue detenido por la última dictadura y estuvo recluido en el barco “33 Orientales”, el mismo donde permaneció detenido Carlos Menem.
Después de la derrota del ‘83, encabezó la renovación. La democratización del peronismo, la condena de los viejos métodos de la ortodoxia lo posicionaron como el candidato que llevaría otra vez al justicialismo a la Casa Rosada. Carlos Menem, por entonces un pintoresco caudillo riojano, le birló el sueño. En aquel momento lo acusaba a él de ser la expresión de la “politiquería liberal”. Pasaron diez años en los cuales Antonio Cafiero se ocupó de marcar diferencias con el menemismo y denunciar el abandono de la “doctrina”. Se erigió en la voz de la conciencia peronista. Esa que bregaba por las banderas de la justicia social enterradas por el huracán neoliberal desatado por el pragmatismo de su ex oponente. Los disconformes con el modelo lo consideraban un refugio. Ungió a Eduardo Duhalde como el candidato para “iniciar juntos el siglo XXI y refundar la confianza en la política”.
De pronto algo cambió: se transformó en el hombre de Carlos Menem en la provincia de Buenos Aires. Es partidario de la re-reelección pero, a diferencia de los “gurkas” del menemismo, considera “espuria” la vía judicial. Juega con la idea de una reforma constitucional que elimine la prohibición de un nuevo mandato consecutivo y apuesta otra vez a negociar. Quiere ser el hombre de la unidad. El implacable paso del tiempo no le deja margen para otra partida. Antonio Cafiero es consecuente consigo mismo, es, como a él le gusta definirse, “un peronista a secas”.

 

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