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![]() El partido fue el primero en que intervino un equipo de las Grandes Ligas (el campeonato profesional de béisbol norteamericano) desde poco después de la Revolución. En marzo de 1959 se enfrentaron los Rojos de Cincinatti con los Dodgers de Los Angeles en la capital cubana ante una multitud en la que había, según crónicas de la época, varios rebeldes armados con pistolas del flamante victorioso ejército de Castro. Esta vez el Latinoamericano volvió a estar repleto de seguidores de Fidel, ya que los tickets se conseguían por invitación y fueron distribuidos por el Partido Comunista. Además de vivar a su líder, la concurrencia escuchó respetuosamente el himno norteamericano. No hacía falta nada más. La presencia de Castro era suficiente y los carteles de propaganda del tipo Deporte Socialista Cubano reemplazaban a los de gaseosas, hamburguesas y fotocopiadoras que seguramente se verán en la revancha de Baltimore. El partido de buena voluntad acordado entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos como parte de una distensión en la tensa situación bilateral demoró tres años de gestiones entre los funcionarios. En los días previos se desató una verdadera fiebre en la isla con el béisbol como excusa, ya que el verdadero debate estaba en las relaciones con el vecino hostil y sobre todo con los exiliados en Miami. Desde Florida, los cubanos habían hecho su campaña asegurando que el béisbol existe en Cuba antes de Fidel y criticando la realización del partido porque, sostenían, era darle publicidad a Castro. El juego fue seguido en toda Cuba por la televisión nacional, mientras que los exiliados sintonizaron la señal de ESPN, el cable de deportes, que transmitió para Estados Unidos. Los beisbolistas cubanos y estadounidenses trataron de evitar declaraciones políticas en la conferencia de prensa previa al juego. Hay asuntos que están fuera de mi alcance y de los que no puedo hablar, dijo el receptor de los Orioles, Charles Johnson, quien había sido compañero en los Florida Martins de Liván Hernández, uno de los beisbolistas cubanos desertores.
Chávez tiene su habilitación
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