En Asunción, Cubas dejaba la presidencia pero aclaraba que no lo hacía "ni por ladrón ni por corrupto". El pueblo salía a la calle a celebrar el recambio por González Macchi. En la unidad militar donde se había recluido, el hombre bajito y semicalvo dio la orden a su asistente: "Vamos", dijo. Lo subieron a una camioneta y de ahí al aeropuerto. Se sentó en su butaca y dio la orden: "Al Chaco", pero allí no le dieron pista. "A Don Torcuato", ordenó entonces, pero al sobrevolar la zona también le negaron el aterrizaje. "Bueno, vamos a San Fernando", resopló Lino Oviedo. Recién allí pudo poner los pies sobre la tierra.
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