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Una decisión tomada en Italia, con el OK de Brasil y Washington

Desde Roma, Menem ordenó conceder refugio a Oviedo después de constatar que su deseo de hacerlo tenía la bendición de brasileños y norteamericanos. La decisión fue acatada por el Gobierno y discutida por Duhalde.

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Por Adrián H. Mouján

t.gif (862 bytes)  Lino César Oviedo ya descansa en un campo en la provincia de Buenos Aires disfrutando de su flamante carácter de “asilado político” del Gobierno. El aterrizaje de Oviedo en el aeródromo de San Fernando, en la madrugada del lunes, significó para Carlos Menem amanecer en Roma, donde está de viaje oficial, escuchando la voz del ministro del Interior, Carlos Corach, quien le comunicaba que su amigo paraguayo “había llegado a la Argentina”. Paraguay ya pidió la extradición de Oviedo, acusado de haber ordenado a francotiradores que el viernes disparasen contra los manifestantes reunidos en el centro de Asunción.
“Vamos a tomar los tiempos que corresponden, no se puede obrar por impulso”, razonó el Presidente en Italia. En una primera reunión, Corach recibió en su domicilio, acompañado por el vicecanciller Andrés Cisneros, la orden de Roma de buscar la argumentación del asilo en los tratados constitucionales incluidos en la Constitución.
Con Menem en Roma, cerca del mediodía, Corach recibió en su despacho de Casa de Gobierno al jefe de Gabinete, Jorge Rodríguez; al ministro de Justicia, Raúl Granillo Ocampo; al ministro de Economía, Roque Fernández; el secretario de Seguridad Interior, Miguel Angel Toma; el titular de la SIDE, Hugo Anzorreguy; el director nacional de Migraciones, Hugo Franco, y el jefe de la Policía Federal, Baltazar García. De Cancillería, llegaron Cisneros, el secretario de Coordinación y Relaciones Institucionales, Osvaldo Daniel Castruccio, y el subsecretario Julio Freyre, acompañados por un grupo de especialistas en derecho penal internacional.
Los asesores letrados del Ministerio de Relaciones Exteriores brindaron todo tipo de explicaciones jurídicas que apuntalarían el asilo basados en que la Constitución lo reconoce, y explicaciones políticas sobre las maravillas de tener a Oviedo lejos para garantizar la estabilidad paraguaya. Todos los presentes presentaron algunos inquietudes, pero el único que, en privado, cuestionó políticamente la decisión fue el ministro de Justicia, Raúl Granillo Ocampo.
“Aunque consigamos que Estados Unidos diga que fue a pedido de ellos, el costo político al que estamos exponiendo al Presidente y al Gobierno es enorme”, fue una de las quejas del titular de la cartera de Justicia.
“Castruccio se molestó bastante –narró a Página/12 uno de los presentes– porque consideró que Granillo lo estaba cuestionando. Entonces para laudar hubo que llamar a Roma.”
La respuesta de Menem fue clara: asilo para el “jinete bonsai”, como se lo conoce en Paraguay a Oviedo. El okey de Menem está sustentado en la ronda de consultas que realizó Guido Di Tella. El Departamento de Estado norteamericano contestó que “si la Argentina le da asilo a Oviedo hará un aporte importante a la paz en el Paraguay y por consiguiente en la región”, fue lo que dijeron los estadounidenses a Di Tella según la Cancillería.
Con el canciller brasileño, Luiz Felipe Lampreia, se acordó que Brasil le concediera asilo al renunciante presidente Raúl Cubas Grau. El delfín de Oviedo partió anoche desde la embajada brasileña en Asunción rumbo a Brasil, donde ya está asilado el ex dictador Alfredo Stroessner.
Al igual que con la encendida defensa que Menem y Di Tella realizaron del reclamo chileno para que Gran Bretaña libere al ex dictador, Augusto Pinochet, el gobierno argentino esgrimió razones de Estado y la “necesidad de llevar tranquilidad al Mercosur”. “Para Paraguay lo mejor era darle asilo político a Oviedo. Esta decisión tiene que ver con cómo los países del Mercosur están cuidando la democracia en la región. Dejar a Cubas y Oviedo presos en Paraguay significaría un retroceso, porque allí son muy populares y la presión sería casi insoportable para (Luis) González Macchi. Cuando la situación se ordene, podría ser que los extraditen”, explicó a este diario un funcionario nacional.
Un ejemplo del costo interno que podría pagar el Gobierno por la presencia de Oviedo la dieron el jefe del Estado Mayor del Ejército,Martín Balza, y el gobernador Eduardo Duhalde. Mencionado en Paraguay como amigo de Oviedo, Balza debió aclarar que mantuvo “una relación estrictamente profesional” con su ex colega paraguayo. Duhalde tomó distancia del Gobierno con un contundente “no debería existir lugar en América latina para los golpistas”.

ALFONSIN APOYA, DE LA RUA NO
Las voces de la Alianza

t.gif (862 bytes) La decisión del gobierno nacional de concederle “asilo político” al ex militar golpista paraguayo, Lino César Oviedo, generó posiciones encontradas en el seno de la Alianza. Mientras el ex presidente Raúl Alfonsín opinó que le hace “un bien a la democracia paraguaya”, el candidato presidencial, Fernando de la Rúa, consideró “apresurada” la medida y reclamó que se le busque rápidamente otro destino a Oviedo.
Un rato antes de la presentación de Melchor Posse como candidato a vicegobernador bonaerense en el Hotel Castelar, De la Rúa, Alfonsín, Chacho Alvarez y Graciela Fernández Meijide acordaron fijar una posición oficial de la coalición por encima de los considerandos personales. Pero en la conferencia de prensa se manifestó el contraste entre el ex presidente, miembro fundador del Mercosur, y el jefe de Gobierno porteño.
“La de Oviedo es una presencia indeseable en Argentina. No lo queremos entre nosotros, que resida en otro país y no en el nuestro”, afirmó De la Rúa. El candidato de la Alianza exhortó al gobierno argentino a “que le ponga término a la situación buscando otro país donde se vaya porque no lo queremos entre nosotros”. Alfonsín brindó su opinión personal desvinculando a la Alianza, pero poniendo en evidencia que su opinión era la de un ex mandatario, conocedor de los resortes del poder. “Pienso que estamos haciendo un servicio a la democracia paraguaya”, señaló y cerró su párrafo con un: “Todavía estará presente la posibilidad de la extradición”.
Por el lado del Frepaso, no hubo disensos. Chacho Alvarez y Graciela Fernández Meijide criticaron duramente al Gobierno y la candidata a gobernadora recordó que había anticipado la decisión de Menem. “Anoche cuando oía a los medios que decían que Oviedo había escapado, decía: ‘Que no vaya a aparecer por acá y que no lo protejan por acá”. Para Chacho, “Argentina no puede refugiar golpistas. Debe haber un reclamo conjunto de las fuerzas democráticas políticas de nuestro país para que el general Oviedo sea extraditado al Paraguay”.


Por qué sí al asilo

Por Eugenio Raúl Zaffaroni

t.gif (862 bytes) En el mundo moderno, el asilo se concede al perseguido o al delincuente político. Para considerar “político” un delito se sostienen por lo menos dos posiciones: para unos es el delito contra el gobierno (objetivamente político); para otros es el delito contra cualquier bien jurídico, siempre que tenga motivación política (subjetivamente político).
En el caso de Oviedo, el delito por el que se le condenó es objetiva y subjetivamente político: es el delito de rebelión, político por esencia.
Nuestra tradición siempre fue la de amplio reconocimiento del derecho de asilo por delitos objetivamente políticos. Es la posición clásica consagrada en el Tratado de Montevideo, hace más de un siglo. La historia de nuestros pueblos está plagada de casos y anécdotas de turismo forzado de políticos de toda nuestra región por sus países limítrofes.
Negarle asilo territorial a Oviedo era imposible sin borrar
esa tradición saludable y liberal. Algo diferente y mucho más discutible es si mañana se le reclamase por autoría o instigación del asesinato del Dr. Argaña. Se entraría en la discusión acerca del concepto mismo de delito político, con todas sus dificultades y habría que valorar las pruebas que sustenten el reclamo y las garantías que se ofrezcan.
Por supuesto que éste es el planteo jurídico, pero en lo político nadie puede pasar por alto que Oviedo es una persona problemática en cuanto al respeto a las condiciones del asilo que, entre otras cosas, impone no llevar adelante actividades políticas ni formular declaraciones que puedan crear dificultades diplomáticas a la Argentina. Tampoco se puede ignorar que requerirá un considerable esfuerzo de seguridad, que quizá cause algunas molestias en Itamaratí y que no es bueno que la Argentina aparezca amparando a alguien perseguido por golpismo.
Pero estas consideraciones, en último término, harían aconsejable sugerirle que abrevie su estancia aquí. En lo jurídico, pese a estas dificultades, es bueno que al menos por una vez y aunque el personaje no sea simpático, el
oficialismo no haya aniquilado otra tradición garantista.

 

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