Estados Unidos y Brasil respaldaron la decisión del gobierno argentino de dar asilo al general paraguayo. A Menem no le costó demasiado: es su amigo y amigo de sus amigos, que no dudaron en alojarlo.
|
Por Martín Granovsky El apoyo de los Estados Unidos y Brasil al asilo en favor de Lino Oviedo habría bastado para que Carlos Menem asumiera la decisión sin pensar en los costos políticos que pagará en la Argentina, donde el militar paraguayo es sinónimo de golpismo. Pero en este caso los costos también están compensados por las buenas relaciones personales: Oviedo es amigo de Menem, es un buen amigo de su amigo el brigadier Andrés Antonietti y ayer, además, se alojó en el haras de otro gran amigo, el empresario naviero Arnaldo Martinenghi. No hay nada mejor que los intereses o la amistad para dulcificar la razón de Estado. Oviedo llegó al campo de Martinenghi después de abandonar el aeródromo de San Fernando, donde había aterrizado de madrugada para entregar al Gobierno una carta con el pedido de asilo que invocaba la hospitalidad de esta benemérita tierra, recordaba la nacionalidad argentina de su esposa y decía que estaba con sus tres hijas. El general declaró el dinero de bolsillo que llevaba encima: 350 mil dólares. Los diplomáticos de la Argentina y Brasil con los que conversó ayer Página/12 no tienen dudas de que el asilo a Oviedo beneficia la estabilidad paraguaya. Un cultor de la razón de Estado, Raúl Alfonsín, coincidió con esa opinión, que sin embargo dejó muchas dudas entre los demás miembros de la Alianza y el duhaldismo (ver más información en la página 2). Oviedo preso en Paraguay significaba su martirologio y su transformación en una bandera dijo un diplomático que pidió reserva de su nombre. Funcionarios de las cancillerías del Mercosur coincidieron ante este diario en que la salida es más fácil después de la decisión argentina. Si hubiera una Copa América de los asilados indeseables en Paraguay, Brasil ganaría dos a uno: Alfredo Stroessner y Raúl Cubas Grau contra Lino Oviedo. En Paraguay hay indignación, pero no sorpresa por el asilo dijo en conversación telefónica desde Asunción el consultor de Naciones Unidas Leandro Despouy. Aquí todos saben de las relaciones entre Oviedo y Antonietti. Los paraguayos, como los lectores de Página/12, ya conocen que Antonietti no pudo ser embajador de Menem en Asunción por oviedista. Y que contrató a Federico Pinto Kramer para asesorar jurídicamente a Oviedo. Hoy podrán sumar, en esa historia, al próspero Martinenghi, dueño del haras La Madrugada en la ruta 193, cerca de Escobar. Buenos amigos míos son Andrés Antonietti, Julio Mera Figueroa y Jorge Antonio. Con Hugo Anzorreguy tenemos una magnífica relación. Y tengo buena relación con (Carlos) Corach, (Eduardo) Bauzá y (Domingo) Cavallo, explicó didáctico el empresario a La Prensa en 1995. Con varios de ellos, y con Oviedo, comparte la pasión por los caballos. Le regaló a Menem dos, Potrillazo y Bluetin. Dueño de la cadena Pizza Cero, Martinenghi era propietario de Astilleros Alianza cuando ayudó a Menem en la campaña electoral de 1989 y le facilitó su avión Merlín. En El Poseidón, su casa de Punta del Este, pararon Menem y Antonietti. El último servicio que prestó Astilleros Alianza al Gobierno fue el apoyo a María Julia Alsogaray frente al irrespetuoso intento de la Justicia de averiguar si se enriqueció por medios lícitos o ilícitos. Los fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia quieren saber por qué Alsogaray hija dice haber cobrado 500 mil pesos de honorarios de Astilleros Alianza cuando la firma ya estaba en quiebra. Hasta ese momento, Martinenghi recibió generosa ayuda del Estado nacional por indicación del Presidente. Según el ex presidente del Banco Central Javier González Fraga, el propio Menem pidió una línea de créditos de 50 millones de dólares presuntamente para construir un ferry. La única forma de que el negocio fuese rentable era que recibiera un subsidio paracompensar la diferencia entre la tasa de un préstamo que el Banco Provincia tomaba en el exterior y la tasa con la que beneficiaba luego a Martinenghi. El Provincia, bajo la gobernación de Antonio Cafiero y el control de Eduardo Amadeo, por sugerencia de Menem formó un club de bancos con el Nación, el Ciudad y el Nacional de Desarrollo. El crédito se paró porque González Fraga, ante un reclamo de Martinenghi, decidió ponerse firme. Yo creía que el oficial de cuenta era el Presidente, dijo al empresario en un diálogo que figura en Robo para la corona de Horacio Verbitsky. Si no me llama no lo muevo. Martinenghi también vendía barcos a Polonia con una financiación favorable del Banco Central. ¿Qué me importaba que esos empresarios vinieran recomendados si yo tenía que convalidar esa pérdida?, comentó González Fraga el día de su renuncia. Y se preguntaba después: ¿El señor Martinenghi puede vender barcos a Polonia financiados por el Banco Central a ese 8 por ciento?. En ese entonces Martinenghi era, además de empresario, un movedizo asesor presidencial que le acercaba a Menem personajes del establishment ultraconservador norteamericano como Roger Fontaine, un fundamentalista del combate contra el Estado. Lo mío son la pizza crocante, los caballos rápidos y las mujeres lerdas, suele definirse Martinenghi. Desde ayer, con el asilo de Oviedo, debe añadir las relaciones internacionales.
Por Raúl Kollmann
|