Por Pablo Rodríguez desde Asunción
Con Oviedo y Cubas fuera
de sus fronteras, el presidente paraguayo Luis González Macchi terminó ayer de nombrar
su gobierno de coalición. Por primera vez en 50 años, los liberales volverán al poder
con dos ministerios: el de Relaciones Exteriores y el de Agricultura. El Partido Encuentro
Nacional (PEN) se quedó con otros dos y el resto de las carteras quedó en manos de los
colorados argañistas. El desplazamiento del sector oviedista, descabezado por la partida
de su líder, es cada vez más profundo. El juez Gustavo Campos pidió el desafuero de los
senadores oviedistas Octavio Gómez y Enrique González Quintana por participación
indirecta en la muerte de seis personas (ayer se veló a otra) el viernes. El ex
vicepresidente Angel Seifart, procesado por incitación a la violencia, se presentó ante
el juez Campos y a la salida casi lo linchan los empleados del juzgado presentes.
Ahora comenzó la caza de brujas. Están buscando a todos los cabezas de turco y
todos los chivos expiatorios que puedan encontrar, dijo en una colección de
metáforas el senador Gómez. Me voy a presentar a la Justicia con un abogado, pero
ya sabemos que no hay Justicia independiente aquí, completó el voluminoso
legislador, que fue objeto de innumerables bromas en los últimos días. El viernes por la
noche, cuando había entrado al Palacio presidencial de López para reunirse con el
entonces presidente Raúl Cubas, una periodista le preguntó si había estado brindando.
¿Por qué?, preguntó el senador. Por su aliento, dijo la
periodista. Un colega de otro medio confirmó que el hedor que destilaba la boca de Gómez
era insoportable.
El argumento de los oviedistas sigue siendo el mismo desde el comienzo de la crisis: hubo
y hay una conspiración contra Oviedo y contra su hijo político Raúl Cubas. Pero ahora
su tono es derrotista. Según ellos, la conspiración triunfó y ahora están en manos de
una Justicia que los condenó antes de procesarlos. Otro de los que deben presentarse ante
el juez Campos, el senador Enrique González Quintana, incluso reconoció amargamente que
el ex general golpista nos ha abandonado.
En las filas del nuevo gobierno todas eran sonrisas y declaraciones felices de ocasión.
Pero la pelea por los puestos entre colorados, liberales y encuentristas había sido feroz
durante la noche e incluso retrasó dos horas la ceremonia de juramento de los ministros.
Cuando el Salón Independencia del Palacio de López estaba atiborrado de periodistas,
funcionarios y toda clase de políticos, una convención del Partido Liberal Radical
Auténtico (PLRA) discutía de qué manera se iba a participar del nuevo gabinete. Los
argumentos iban desde la cantidad y calidad de ministerios hasta el cuestionamiento de la
idea misma de un gobierno de coalición, rechazado hasta hace dos días tanto
por liberales como por encuentristas.
El diputado liberal Luis Guanes Gondra denunció que el nuevo gobierno nos presionó
para que en 20 minutos definiéramos los nombres de nuestros ministros o si no quedábamos
afuera del reparto. Quizás era una mera cuestión protocolar: hacía una hora y
media que estaba todo listo a la espera de los liberales. Finalmente, los principales
dirigentes del partido, que había sido símbolo de la resistencia a la dictadura de
Alfredo Stroessner, aparecieron en el Palacio López.
Los ministerios a definir eran nueve. El argañista Walter Bower, hasta el domingo
presidente de la Cámara de Diputados y antes destacado dirigente de la juventud colorada
en los últimos años del régimen militar,ya había sido designado ministro del Interior.
Encuentro Nacional tiene a dos ministros: el de Industria y Comercio, el ex diputado
Guillermo Caballero Vargas, y el de Justicia y Trabajo, Silvio Ferreira, un antiguo
dirigente sindical. Para los liberales las carteras fueron repartidas entre sus dos
grandes corrientes. Luis Alberto Wagner, ex diputado, perteneciente a la corriente de
Domingo Laíno, es el nuevo ministro de Agricultura y Ganadería. Y Miguel Abdón
Tito Saguier, líder del sector que está al frente del partido, es el
canciller paraguayo.
Del lado colorado, la presencia fantasmática del vicepresidente asesinado Luis María
Argaña se hizo sentir, y no sólo en los cánticos que ahora lo presentan como un
mártir de la democracia. Uno de los hijos del ex mano derecha de Stroessner,
Nelson, es el nuevo ministro de Defensa, y Alberto Icho Planás, el abogado
personal de Argaña, es el titular de la cartera de Obras Públicas. Dos colaboradores
cercanos a Argaña ocupan el Ministerio de Salud (Martín Chiola) y el de Hacienda
(Federico Sayas). El de Educación recayó en el periodista, ahora diputado colorado, Luis
Nicanor Duarte.
Los nombramientos crearon un problema obvio: ahora hay bancas de senadores y diputados que
deberán ser reemplazados por legisladores suplentes. Y entre éstos hay varios
oviedistas. De hecho, uno de ellos es el encargado de prensa de Oviedo, Alejandro
Velázquez. Hay quienes piden que se les impida asumir a los oviedistas, pero eso
confirmaría la caza de brujas de la que habló el senador Gómez. Si no hay
procesamientos contra alguno de ellos que habiliten un desafuero, no hay ninguna razón
jurídica o legal que deba frenar a estos oviedistas.
Además de los detenidos, como Walter Gamarra, implicados directamente en la matanza del
viernes las cámaras de televisión lo tomaron descargando varias veces su pistola
automática sobre la multitud, la búsqueda llegó hasta uno de los editores del
diario oviedista La Nación, Alberto Vargas Peña, quien está siendo procesado por
incitación a la violencia. En esta nueva configuración política, con el
oviedismo momentáneamente derrotado, la gran pregunta que ahora le queda por responder a
Paraguay es si es verdad, más allá del triunfalismo, que muerto el perro, se
acabó la rabia.
La democracia incluiría elecciones
Por P.R.
Los movimientos y las muertes políticas en Paraguay están reacomodando totalmente el
mapa de funcionarios pero también están enfocando la atención sobre la Constitución
paraguaya.
La Corte Suprema de Justicia paraguaya debe decidir en los próximos días cómo se
interpretará la laguna en la cual la Carta Magna no indica si el presidente del Senado
hasta el domingo, Luis González Macchi debe o no completar el período
presidencial.
Algunos dicen que sí, simplemente por omisión. Pero en el capítulo de la elección de
presidente y vicepresidente, la Constitución señala que ambos deben ser elegidos
conjunta y directamente por el pueblo, algo que no ocurre con González
Macchi, electo senador.
Donde no hay dudas es en la vicepresidencia: allí se debe llamar a elecciones. No se sabe
quién será el candidato de la coalición colorado-liberal-encuentrista (que no tendrá
rivales de peso para la ocasión), pero llama la atención que el único viceministro
nombrado ayer, el liberal Carlos Mateo, sea de la Cancillería.
El candidato más probable para la coaliciónsería, entonces, Tito Saguier. Y si la Corte
Suprema de Justicia dicta que debe haber elecciones para presidente y vicepresidente, la
chapa ya está puesta: González Macchi-Saguier. |
EL SOCIOLOGO JOSE MORINIGO RELATA LOS
ACONTECIMIENTOS
Trama secreta de la salida negociada
Por P.R.
Oviedo estuvo a un
paso del poder. Pero en lugar de calcular la última maniobra, se descontroló y se
desbarrancó. Pero no se mató. El sociólogo José Nicolás Morínigo, uno de los
analistas políticos más respetados de Paraguay, explicó a Página/12 cómo fueron las
negociaciones secretas para que ocurriera la famosa salida negociada de Cubas
y de Oviedo.
¿Oviedo realmente mató a Argaña?
Oviedo creó las condiciones para que ocurriera este atentado. Creó un movimiento
de estructura militar como el UNACE (Unión de Colorados Eticos), basado en un movimiento
de masas destinado a ejercer una presión violenta sobre las instituciones. Hubo
explosiones de vehículos y ataques con granadas a legisladores. El discurso de Oviedo
tenía una violencia inusitada, como nunca se ha visto en este país.
¿Oviedo volvió a intentar, como en 1996, un golpe de Estado?
Puede ser que Oviedo haya intentado un golpe de Estado. Pero hay que ir más allá.
Oviedo controlaba al aparato de Estado y a buena parte del Ejército. Era el poder
fáctico en Paraguay. Tenía problemas con la Marina y la Aviación, pero su principal
obstáculo era que no podía controlar al Partido Colorado, algo que aquí es fundamental
para gobernar. Y no podía controlarlo precisamente por Luis María Argaña. Y Argaña era
una personalidad muy dura. Oviedo no podía negociar nada con él.
¿Pero hasta dónde le convino a Oviedo la muerte de Argaña? Por lo que hemos
visto, no le convino demasiado.
Creo que se apostó a generar una parálisis política y social en el país, donde
la gente se recluiría en sus casas y el juego político quedaría circunscripto a la
elección del nuevo vicepresidente.
Entonces Oviedo no quería dar, exactamente, un golpe de Estado.
La efervescencia popular hizo replegar a los oviedistas y se puede decir que ahí
sí falló el cálculo. Sobre todo el viernes. Se trató de un fenómeno completamente
nuevo en el país. Nosotros mismos, los analistas, teníamos una concepción freudiana de
las masas, en el sentido de su identificación completa con los líderes. Pero ahora
fueron realmente protagonistas. Y frente a eso, a pesar de la sorpresa, hubo una
planificación, pero no sé si era exactamente golpista. Primer movimiento: represión
policial. Como no funciona, sale el ejército. La gente tampoco se va. Entonces salen los
francotiradores a tirar a las piernas. Y la gente sigue ahí. Entonces disparan
directamente a matar. La idea era desalojar la plaza. La copaban los oviedistas y en ese
contexto se votaba la destitución. Presionados por el ejército y la gente, los senadores
indecisos votarían en contra de la destitución y Oviedo lograba la vía libre que
necesitaba.
A partir de ese fracaso del plan comienzan las negociaciones.
Sí. Con Cubas no se podía hablar porque es un caso de autismo político. El nuncio
apostólico, Baldissieri, negociaba directamente con Oviedo pero él no daba el brazo a
torcer. Entonces había que dirigirse directamente a Cubas. El presidente del Partido
Colorado, Bader Rachid Lichi, habló con el embajador brasileño y lo convenció para que
hablara con el presidente Fernando Cardoso, que a su vez habló con Cubas. Mientras tanto,
la embajadora norteamericana Maura Harty hablaba con el general Torres Heyn, jefe de las
Fuerzas Militares, y le decía que no se podía admitir una sola muerte más.
¿Y qué hacía mientras tanto Oviedo?
Se dio cuenta de la situación y sacó a sus grupos paramilitares. De ahí los tiros
en la tarde, de ahí el copamiento de la costa del río que da al Senado, de ahí el
llamado del arzobispo de Asunción pidiendo a lagente que se vaya. Pero las negociaciones,
a esa altura, habían resultado. A Oviedo no le quedó otra que escapar. El asilo de Cubas
fue negociado, pero creo que el de Oviedo no.
¿Y ahora qué pasará con Oviedo y con el oviedismo?
Es un peligro. Oviedo no se va a quedar escribiendo sus memorias. Va a tocar sus
contactos en el Chaco y en todo el Litoral que los tiene y va a intentar
volver. El cree que su destino manifiesto es gobernar el Paraguay. Es un clásico líder
mesiánico, pero a diferencia del venezolano Chávez, por ejemplo, Oviedo no tiene ninguna
conciencia de que debe negociar con las instituciones. A él sólo le importa ser fuerte e
imponerse. Con respecto al oviedismo, quizá se desbande. Pero esto es muy poco probable.
De hecho, ya hay nuevos legisladores oviedistas con la salida de los que forman el nuevo
gobierno.
¿Se puede confiar en este nuevo gobierno?
Bueno, este país está viviendo un momento muy raro. En los momentos de
revolución, hay una ruptura del tiempo en la cual la gente, de pronto, cree posible la
concreción de la utopía. Si esto que dije suena muy lejos de lo que pasó aquí, es
porque la utopía se basa en un proyecto. Y este nuevo gobierno no tiene un proyecto. Se
juntaron por una necesidad histórica pero es muy dudoso que puedan armar un proyecto.
Por lo pronto, el proyecto se dirige a borrar del mapa al oviedismo.
Sí, pero no va a ser nada fácil hacerlo. Oviedo estuvo a un paso del poder. En
lugar de calcular la última maniobra, se descontroló y se desbarrancó. Pero estoy
seguro que no se mató.
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