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Por Eduardo Videla La policía se anotó ayer un triunfo contra el delito: capturó a un peligroso secuestrador de perros y rescató de su cautiverio a un pichicho de siete años y medio que había sido robado hace más de tres meses. Mark --un cazador húngaro de pelo marrón y orejas lánguidas-- fue restituido ayer mismo a sus verdaderos dueños, mientras el secuestrador, un hombre de 54 años que en su barrio se hacía pasar por cuidador de perros, fue a parar tras las rejas. Atrás había quedado un pedido de rescate de 400 pesos, que los dueños lograron bajar a 200, escuchas telefónicas y finalmente un silencio de dos meses que hizo temer lo peor. Un agudo trabajo de inteligencia puso al descubierto el modus operandi del secuestrador. El hombre tomaba como objetivo al sector VID (very important dogs) de la raza canina: animales de pedigree, caros y bien cuidados, que denotaran especial cuidado y cariño por parte de sus dueños, domiciliados preferentemente en los barrios de Belgrano, Palermo y Barrio Norte. "Cuando sus dueños entraban a un comercio y los dejaban atados en la puerta, el delincuente se los llevaba. En otras ocasiones aprovechaba algún descuido de los propietarios cuando los sacaban a pasear a una plaza", explicó a Página/12 una fuente policial. El siguiente paso del émulo de Cruella De Vil era recorrer nuevamente la zona para detectar los cartelitos improvisados por los desesperados dueños pidiendo información sobre el animalito presuntamente extraviado. Así obtenía el teléfono de sus víctimas y luego pedía jugosas "recompensas", que iban desde los 300 a los 1500 pesos, según la cara del perro (y el barrio del dueño). La policía recibió unas veinte denuncias, todas con la misma metodología y en los mismos barrios. En doce de esos casos, los propietarios hicieron la denuncia después de pagar el rescate, con la idea de preservar la vida del secuestrado. Estas personas lograron tomar contacto con el raptor --él mismo se encargaba de cobrar el dinero y devolver al animal-- y pudieron hacer una minuciosa descripción. El caso de Mark no escapó a este patrón. Fue secuestrado el 5 de diciembre último, cuando su dueña, Georgina Durán, lo dejó en un lugar reservado para perros, en la puerta del supermercado Tía de Cabello y Ugarteche, en Palermo Chico. La familia distribuyó carteles con la foto del perro y el teléfono. "Como vi muchos avisos de perros perdidos en el barrio, me puse en contacto con los dueños. Algunos ya habían pagado, otros no. Pero ya se estaban organizando para hacer algo. Entonces, cuando recibí el primer llamado, me fui al Departamento de Policía", relató la dueña a Página/12. Confiado por la sucesión de éxitos, el secuestrador cometió algunos errores: le dio su nombre y dirección a la señora Durán. "Un día me llamó al celular cuando yo estaba en el Departamento de Policía", confío la mujer. Los detectives de la División Defraudaciones y Estafas no se conformaron con esos datos y encararon una investigación a fondo. Así, orden judicial mediante, intervinieron el teléfono de los Durán. Como todo secuestro que se precie, hubo negociación, y la misión de los dueños de la víctima era extender las charlas, regatear el precio, para los sabuesos pudieran rastrear la llamada. No hubo sorpresas: el secuestrador llamaba desde su propia casa, en la localidad de San Miguel, o desde su teléfono celular. "Todo estaba listo para hacer el allanamiento el 30 de diciembre, pero hubo demoras en el trámite judicial", se lamentó la señora Durán. Mark, en definitiva, también era víctima de la burocracia y las dilaciones judiciales. Sus dueños ya habían bajado la guardia: "A esta altura creía que lo habían vendido o que estaba muerto", comentó Georgina. Pero ayer llegó la orden judicial y la policía pudo allanar la casa de San Nicolás 2046 --donde fue detenido el raptor-- y otros tres inmuebles, en Los Polvorines, San Miguel y San Martín. No encontraron 101 dálmatas, como en el film de Disney, sino a Mark, salvo pero no tan sano: tenía una infección en el hocico, dermatitis en la cola y centenares de pulgas. No había adelgazado, sino todo lo contrario. Lo acompañaban otros seis pichichos, presuntamente privados de su libertad, como Mark. Ninguno figuraba en el catálogo de animales buscados, por lo que quedaron bajo tutela judicial. La alegría volvió a la casa de los Durán, principalmente para los chicos. Para Georgina, más que el perro, "lo importante es que no nos quedamos con los brazos cruzados y que tuvimos una respuesta". "Se puede vivir sin un perro --desdramatizó la mujer--. Porque en definitiva, si lo hubiéramos querido, habríamos pagado lo que nos pedía".
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