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“Vivimos preguntándonos cuándo volverán a atacar”

Una periodista disidente serbia cuenta en esta nota cómo se vive, qué se dice y qué se piensa en una Belgrado bajo el doble asedio de la OTAN y de la represión del régimen de Slobodan Milosevic.

Oposición: “Aquí nadie comprende cómo antes de empezar con las bombas, los occidentales no intentaron sostener mínimamente a la oposición al régimen”.

Manifestantes yugoslavos protestan en Belgrado contra la OTAN.
Atacaron dos blancos: los dos únicos McDonald’s de la capital.

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Por Oscar Guisoni desde París

t.gif (862 bytes) La ciudad de Belgrado respira por primera vez, desde el inicio de los bombardeos aéreos de la OTAN, a pesar de que la Fase 2 de la operación significa una intensificación del ataque. En las últimas 24 horas son pocas las explosiones que se han podido oír en los barrios periféricos de la capital serbia, a pesar de que en la noche del lunes las sirenas de alarma vuelven a sonar anunciando nuevos ataques. En diálogo directo con Página/12, Melitsa Cecur, periodista independiente, colaboradora del desaparecido Nasa Borba, uno de los periódicos más importantes del país, que no pudo resistir la censura del gobierno serbio, cuenta cómo se vive en la capital bajo las bombas de la más importante ofensiva militar decidida en Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
–¿Cuál es la reacción de la población de Belgrado ante el recrudecimiento de la ofensiva aérea de la OTAN?
–Hicieron falta dos días de bombardeo intenso sobre la capital para que la población tomara conciencia de que existía un peligro real en las calles e hiciera caso de las advertencias que la televisión oficial transmite a cada momento. En la noche del sábado, la recomendación de usar máscaras de gas trajo las primeras manifestaciones de pánico. Los que vivimos en los edificios más altos del centro de la ciudad pasamos las dos últimas noches en los subterráneos, oyendo aterrorizados las explosiones y las sirenas que no dejan de sonar hasta la madrugada. El gobierno difundió hasta el hartazgo las imágenes de un edificio de departamentos tocado supuestamente por error, en la vecindad de una instalación del ejército, a pesar de que, para no bajar la moral de los civiles, nadie habla oficialmente del número de víctimas. Pero todos sabemos que es mentira, basta acercarse hasta un hospital de la periferia para darse cuenta de la brutalidad del ataque que estamos sufriendo. Vivimos aterrorizados preguntándonos a cada momento dónde va a caer la próxima bomba. Para nosotros es lamentable ver cómo los políticos y la mayor parte de los medios de comunicación occidentales justifican este ataque “por razones morales y humanitarias”.
–¿Qué postura ha tomado la oposición a Milosevic después del inicio de las hostilidades?
–Es muy difícil saber, porque la censura es total y el único medio independiente que aún quedaba, la cadena de radio B-92, fue cerrada por el gobierno 24 horas antes del inicio del ataque. De todas maneras, esta agresión logró lo que Milosevic no pudo en los últimos años: unir al pueblo serbio detrás de una causa común y, por supuesto, detrás de su figura. En las últimas horas han aumentado los rumores entre los colegas, sobre el arresto de militantes políticos opositores. Aquí nadie comprende cómo antes de empezar con las bombas, los occidentales no intentaron sostener mínimamente a la oposición al régimen... es como si en realidad nunca les hubiera interesado otra cosa que llegar a este callejón sin salida.
–¿Qué dice el gobierno ante la hipótesis de que la OTAN se decida a intervenir por tierra?
–Milosevic se siente ganador. Es increíble cómo han sabido utilizar la destrucción del F-117 (el supuesto avión indetectable de la aviación norteamericana), para demostrar que Occidente no es tan poderoso como aparenta. Una intervención terrestre sería su máximo triunfo. Todas las expresiones de solidaridad que hemos recibido en los últimos días de los rusos nos la pasan una y otra vez por todos los medios. Si la OTAN llega a invadir, cosa que en Belgrado nadie cree en estos momentos posible, los rusos van a venir en nuestro socorro. Eso es al menos lo que nos quieren hacer creer acá todos los días.
–¿Se ha difundido algún balance de daños y víctimas oficial?
–No, para nada. Lo único que nos dicen es que las bombas de la OTAN en realidad están matando a los kosovares y que a nuestras instalaciones militares no les ha sucedido nada. La manipulación llega a ser tan obvia que el fin de semana nos mostraron las calles de Pristina supuestamente bombardeadas por los occidentales, en llamas... Cualquiera que tenga una mínima idea del efecto que produce una bomba podía darse cuenta de que en realidad era falso, pero la gente se lo cree. Nadie piensa aquí que esos incendios fueron producidos por los paramilitares que han salido como locos estos días a cazar albaneses. Además, cuando reconocen una pérdida, lo hacen mostrando las instalaciones destruidas, pero nadie habla aquí de muertos. La muerte en Belgrado se respira en el aire, pero nadie se anima a nombrarla.
–¿Cuál piensa el gobierno serbio que puede llegar a ser la actitud de los rusos de proseguir la ofensiva?
–Extraoficialmente el gobierno reconoce haber recibido ayuda militar rusa. La llegada de Primakov (el primer ministro ruso) es presentada en Belgrado como una victoria: los occidentales se han dado cuenta del fracaso y vienen a pedir de rodillas que les demos una oportunidad para no pasar tanta vergüenza ante el resto del mundo. Eso es lo que nos dice la propaganda del régimen. En medios políticos se habla de otra cosa: la jugada parece haber desembocado en un fracaso para las dos partes. Esto quiere decir: Milosevic no puede aguantar mucho tiempo más las bombas, la OTAN no puede seguir bombardeando sin que su supuesto objetivo se cumpla.
–¿Y de la limpieza étnica que lleva a cabo el ejército serbio en Kosovo?
–Por supuesto que de eso tampoco se habla, a pesar de que en las calles lo comenta todo el mundo. La estrategia parece ser “limpiar” de albaneses la mayor parte posible de la provincia, para sentarse luego a negociar una autonomía como la que pidió Occidente, pero sobre una porción de territorio sensiblemente menor. Es atroz, pero es así: cuanto más pueblos deje el ejército serbio sin albaneses, mayores serán después los argumentos a la hora de volverse a sentar a negociar. Lo que resulta más terrible, para aquellos que como yo jamás hemos visto con buenos ojos a este gobierno, es ver cómo muchos justifican lo que está pasando en Kosovo en estos momentos. Me da mucha lástima ver a mis compatriotas inscribiéndose como voluntarios para ir a matar albaneses al sur, como si se tratara de una cacería de animales salvajes. Extraoficialmente, el gobierno ha dado 48 horas a los albaneses de Kosovo para abandonar la provincia, o en caso contrario serán “desalojados por la fuerza”. La consigna es: Kosovo es nuestro, para lograrlo estamos dispuestos a resistir hasta la muerte. Un horror, verdaderamente, una vergüenza inexplicable que no parece tener fin.

 


 

pedradas contra la globalizacion
Serbia no se macdonaldiza

t.gif (862 bytes) Después de varias bromas inofensivas acerca el avión de la OTAN derribado el sábado, los civiles serbios en Belgrado comenzaron a tomar medidas más violentas de protesta contra el ataque de la OTAN. Una multitud se reunió ayer en torno de dos McDonald’s y procedieron a romper todos los vidrios y saquear los edificios. Otros grupos se dirigieron contra las embajadas de Estados Unidos, Turquía y Bélgica, donde también rompieron los cristales de las ventanas. Asimismo, en Polonia, Eslovenia, y el Líbano se montaron ayer varias manifestaciones de repudio al ataque de la OTAN.
“Los irritados ciudadanos de Belgrado atacaron dos restaurantes McDonald’s en Belgrado”. El informe de la agencia yugoslava Beta fue el primero en dar cuenta de la furia iconoclasta que se desató ayer en Belgrado contra Estados Unidos por los bombardeos de la OTAN. Después de estar apiñados por horas en los refugios antiaéreos a causa de los bombardeos de 24 horas de la OTAN, centenares de jóvenes estaban listos para tomar revancha. Dibujando en grafitti referencias a Bill Clinton junto con los nazis o con Monica Lewinsky, los McDonald’s locales –en un momento la insignia de la apertura de Yugoslavia hacia Occidente– fueron sistemáticamente saqueados por estos grupos juveniles.
También sufrieron de este tipo de represalia varios consulados y embajadas de los países de la OTAN. “Están aburridos de estar en los refugios con las abuelas”, explicó una ciudadana local a un periodista del New York Times. La policía local observó plácidamente el accionar de sus compatriotas.

 

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