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CASTILLO HIZO LOS TRES GOLES
River obliga a Boca

Con tres defensores y tres puntas, le ganó fácil a Talleres y es único puntero. Boca  debe ganar esta tarde para alcanzarlo.

Castillo cruzado por Suárez a la entrada del área.
El delantero tuvo un rendimiento óptimo: Tres tiros, tres goles.

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Por Carlos Stroker

t.gif (862 bytes) River lo resolvió muy fácil. En apenas un ratito se puso dos goles arriba, dio el golpe de gracia apenas volvieron del descanso y después reguló media hora. Mantiene el invicto, la punta en solitario y con el triunfo de anoche le puso la presión a Boca, que esta tarde debe ganarle al necesitado Huracán para seguir compartiendo la punta. Además del amplio rédito, Ramón Díaz se dio el lujo de estrenar el sistema defensivo con tres hombres sin resentir la estructura del equipo, guardó a varios titulares (Sorín, Hernán Díaz) y sacó a otros tres (Castillo, Astrada y Berti) cuando tenía el 3-0 en el bolsillo. Negocio redondísimo.
Dos llegadas, dos goles. Castillo había cumplido cuando no habían pasado 20 minutos. Y junto a su goleador había cumplido River. El esquema que Gareca puso en la cancha aguantó poco y se desparramó no bien Berti y Alvarez empezaron a moverse detrás de Lillo y Cabrera aunque después se rearmó aprovechando el quedo local, que descansó en la ventaja temprana hasta que terminó el primer tiempo.
En esos primeros 45 minutos River mostró dos caras. Una, la del comienzo, agresiva y ambiciosa a partir de la novedosa línea de tres defensores, empujando literalmente a los cordobeses desde el medio a su campo. Sin terreno y sin la pelota, Talleres sólo pudo defenderse. En cuanto River proyectó ese sistema hacia el área, la diferencia se estableció con los dos goles de Castillo. Pero con la ventaja, lo que faltaba por jugarse, el maratón de partidos que viene soportando el equipo, River soltó las riendas, se tiró unos metros atrás y dejó que transcurriera el tiempo. Ahí se rearmó Talleres y llegó a crear algunas situaciones, generalmente cortadas cuando llegaban a la zona de Berizzo. River descansaba pero retrocedía mal y entonces Pino y Garay, ubicados detrás de Escudero y Astrada, conseguían progresar hacia Bonano como al principio lo hacían Berti y Castillo hacia el área de Ciancaglini, parándose detrás de Lillo y Cabrera.
Los dos goles de Castillo fueron de muy buena factura. En el primero Alvarez robó una pelota que alcanzó a Berti y éste cruzó al área para la entrada de Castillo, que definió con toque suave de derecha. Un gol muy parecido al de Berti ante San Lorenzo. El segundo nació en una recuperación de Alvarez –el mejor jugador de la cancha– que siguió en gran pase a Angel. Tiró el colombiano, dio en el palo, y Castillo, que andaba por ahí, la empujó sin mucha clase y puso el segundo. El tercero y último fue a los pocos minutos de la reanudación, gracias a un rebote generoso que le dejó Ciancaglini ante un centro de Pizzi.
A esa hora Ramón Díaz ya estaba preparando su salida para hacer entrar a Sarabia y rearmar el fondo con cuatro defensores porque Gareca le había puesto a Medina Bello. Castillo se fue con todos los aplausos y empezó otro partido donde lo que menos importaba era el resultado. A esa altura, cuando faltaba más de media hora, River ya se había asegurado los tres puntos. Ramón hizo otros experimentos. Puso a Sarabia rearmando el fondo, sacó a Astrada y Berti, le dio posibilidades a Netto y sobre todo a Gancedo y se fue esperando el final, silbando bajito. El sábado debe ir a Rosario y el martes se juega la clasificación con el Cali. En lo doméstico, tiene todo bajo control.

 

Un médico ahí, Ramón
Por C.S.

Como si no le bastara con los problemas corrientes, a Ramón Díaz se le abrieron un par de nuevos frentes de conflictos, especialmente uno que le explotó dentro de su propio entorno.
Es que todos los planteles de River, incluidos los de las inferiores, se hacen sus controles en la clínica Aptus, exámenes que son supervisados por el médico del plantel de Primera, Rafael Giulietti, que responde al riojano. Pero algunos de los jugadores, especialmente los históricos, suelen atenderse por las manos del doctor Gustavo Ríos y del kinesiólogo Jorge Bombicino, algo que no le cae nada bien al técnico: hay que recordar que la primera medida que Díaz adoptó al asumir la conducción técnica del plantel hace tres años, fue despedir a Ríos, que era el médico del plantel, porque lo consideraba un confidente de los jugadores. Bombicino siguió el mismo camino.
Ahora, la bomba estalló. Un alto dirigente de la CD decidió, con la anuencia de sus pares, contratar a la dupla cuestionada para que trabaje ad hoc en la clínica Aptus, en la función que cumple Giulietti. Ramón, que lo ve como un ataque directo a su poder, ya se quejó por la decisión.
Tampoco tiene mucho tiempo para andar perdiendo, porque se reabrió otro frente de tormenta: el de los jugadores. Peleando la punta del Clausura, recrudecieron los enfrentamientos entre el bando de los históricos (cuyas cabezas visibles son Hernán Díaz, Astrada, Berti), que no defienden al técnico, y el de los más nuevos (que reconocen en Berizzo y Pizzi a dos de los líderes), que están más próximos al entrenador. Se cuenta que las relaciones entre Berizzo y Berti no son de las más cordiales.

 

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