Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


EL FESTIVAL DE BUENOS AIRES ABRE SU COMPETENCIA OFICIAL
Ese notable sabor de la manzana

La sección competitiva abre hoy con tres de de sus propuestas más fuertes: "Sólo contra todos", "Behskempir" y la iraní "La manzana".

Foco: El film de Majmalbaf no juzga ni se pone por encima de nadie. Con enorme candidez, expone los problemas y los enfrenta con el espejo del cine.

"La manzana" es la historia de dos hermanas encerradas por sus padres.
El film fue una de las revelaciones de la última edición de Cannes.

na25fo01.jpg (9062 bytes)

Por Luciano Monteagudo

t.gif (862 bytes) Contra el deseo de los organizadores de la muestra es la gran ausente del Festival de Buenos Aires. Se trata de Samira Majmalbaf, 19 años, iraní, realizadora de La manzana, la película que se convirtió en la revelación del último Festival de Cannes y que hoy inaugura la sección competitiva de la muestra porteña. No se trata de que La manzana sea un gran film, considerando que su directora lo concluyó cuando apenas había cumplido la mayoría de edad. No, se trata de un buen film, a secas, una de esas películas que por sí solas justifican un festival.

Hija de Mohsen Majmalbaf, detrás de Abbas Kiarostami el segundo gran nombre del cine iraní (y de quien en el Festival de Buenos Aires se podrá ver uno de sus mejores films, Gabbeh), Samira contó, obviamente, con la ayuda de su padre para llevar a cabo La manzana. Pero después de ver el film nadie puede dudar que se trata de una película que solo podría haber hecho una mujer. Y una mujer iraní, de su edad, que pudiera sentirse tan cerca de sus personajes como Samira de sus dos pequeñas protagonistas.

Como sucede con la mayoría del cine iraní (al menos el cine iraní que llega al circuito de festivales internacionales), La manzana fue inspirada por un hecho real y oscila constantemente en una frontera indiscernible entre el documental y la ficción, hasta borrarla completamente y devolverle al cine su pureza esencial. A través de un noticiero de televisión, Samira y su padre se enteraron de un hecho insólito: unas familias de un barrio modesto de Teherán le escriben a la Dirección de Asuntos Sociales para denunciar que un vecino mantiene encerradas desde su nacimiento a sus dos hijas mellizas, de doce años. Una asistente social se encarga de realizar la correspondiente investigación, y descubre que el padre de las chicas es muy mayor de edad y la madre, además de no hablar el farsi (proviene de Azerbaijan), es ciega.

Sin perder tiempo, Samira se sumergió en esa realidad, primero con una cámara de video (porque era la única que tenía a mano) y luego con una de 35mm, con rollos de película tomados de una producción de su padre. Durante dos semanas convivió con la familia, escuchó a todas las partes involucradas (padres, vecinos, asistente sociales) y participó de la recuperación de las chicas que, finalmente y después de diversas gestiones, comenzaron a llevar una vida normal y a integrarse a la cotidianeidad de su barrio. Samira incluso fue más allá: intervino en esa realidad y, con la complicidad de los adultos y las niñas, hizo un film de una enorme sensibilidad, una película en las antípodas del "freak show", que ayudó a todos a comprender mejor la situación por la que atravesaban.

"Al principio no estaba muy segura de si iba a hacer un documental o un film de ficción", declaró Samira. "Para mí, el tema era un pretexto para tratar de entender por qué la calle juega un papel tan importante en la integración del hombre en la sociedad. A los niños se les permite que jueguen en la calle, pero a las niñas no. También intentaba descubrir el motivo por el cual los padres, a pesar del amor que tienen a sus hijas, las mantuvieron encerradas".

En ese dilema radica uno de los aspectos más desafiantes del film de Samira, en el contexto de la cultura y la religión islámica. Según Samira, si uno lee el Corán descubrirá la razón por la cual el padre (a quien los vecinos quieren que sea juzgado como un criminal) ha privado de la libertad a sus hijas: "Uno puede leer en el Corán que las niñas son como flores, que si son expuestas al sol se marchitan. Es un texto tan hermoso, tan poético... Pero es malo que semejantes cosas se digan de una manera tan poética, porque uno puede llegar a pensar que son correctas".

Como decía el maestro Jean Renoir, todo el mundo tiene sus razones. Y con La manzana Samira escucha las de todos. Su película nunca juzga, ni se pone por encima de nadie. Con una enorme candidez, el film va exponiendo los problemas de unos y otros, los enfrenta con el espejo del cine (El espejo se titula otro gran film iraní que se verá este año en Buenos Aires) y les hace ver que hay un mundo allí afuera, que se trata simplemente de atreverse a dialogar con el prójimo y de compartir el sabor de una manzana.

(La manzana se exhibe en competencia en el Abasto 5 hoy a las 18 y el miércoles 7 a las 23. Su estreno comercial está previsto para el jueves 22 de abril).

 

La sorpresa de Kirguizistán

Apareció a mediados del año pasado por Locarno y Toronto, dos festivales que tienen una merecida fama como descubridores de talentos. Desde entonces, Beshkempir o El hijo adoptivo viene abriéndose camino no sólo por el exotismo de su origen -–Kirguizistán, una región del Cáucaso de la que no se sabía nada de su cine en Occidente-— sino también por la belleza simple de su historia y la sensibilidad de su director, Aktan Abdikalikov, en el que es su primer largometraje. El pueblo de Kirguizistán tiene una antigua tradición: los padres de familias con muchos hijos ofrecen un recién nacido a parejas estériles, después de que el bebé ha sido destetado. En un ritual que viene del principio de los tiempos, cinco mujeres de edad pasan al niño sobre sus rodillas y lo llaman "Beshkempir". Este es el punto de partida que utiliza Abdikalikov para su relato de iniciación, la pequeña historia de un "Beshkempir", un chico adoptado llamado Azate, que va atravesando las pruebas básicas de la vida, como el primer amor y la muerte de un ser querido. Filmado en blanco y negro (salvo algún episodio ocasional en color), Beshkempir va dando cuenta con gran delicadeza de los ritmos y los sonidos de una aldea kirguiz, de los trabajos y los días de un pueblo, a través de una cámara siempre discreta pero particularmente elocuente, que en su celebración de una idiosincrasia casi no necesita de diálogos.

(Beshkempir se exhibe en competencia en el Abasto 5 hoy a las 20.30 y el martes 6 a las 15.30. Su estreno comercial no está asegurado aún en la Argentina.)

 

PRINCIPAL