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IGNACIO RAMONET, DIRECTOR DE “LE MONDE DIPLOMATIQUE”
Verdades y mentiras de la guerra en los Balcanes

Con este conflicto la ONU se mostró anacrónica, la OTAN reformuló de hecho su misión histórica y Estados Unidos encontró la excusa para reafirmar su presencia militar en Europa. Las campañas mediáticas de la guerra.

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Ignacio Ramonet y una visión “retórica”, no ideológica, de los medios en el conflicto.

Por Luis Bruschtein

t.gif (862 bytes) “Más allá de que la principal causa son las políticas de Milosevic, la guerra en los Balcanes le dio una gran excusa a Estados Unidos para reafirmar su presencia militar en Europa”, explicó a Página/12 el director de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, reconocido especialista en geopolítica y estrategia internacional y profesor de Teoría de la Comunicación en la Universidad de París. Para el director de uno de los mensuarios más prestigiosos del planeta, cuando se desata un conflicto, los militares controlan las campañas mediáticas con un modelo que inició Gran Bretaña en la guerra de Malvinas y que se aplicó en todas las guerras que siguieron.
–Hay dos o tres cosas que se pueden decir sobre los bombardeos en Serbia: es la primera vez que un país soberano es atacado por fuerzas de la OTAN, sin que este país haya cometido una agresión fuera de sus fronteras; segundo: es la primera vez que un país es atacado por la OTAN en Europa. La OTAN nunca ha atacado a nadie, ha sido un sistema de defensa y su primera intervención militar se hace ahora cuando el bloque comunista no existe, y tercero: es la primera vez que la OTAN desencadena un ataque de gran envergadura sin una resolución de Naciones Unidas, lo cual es un retroceso del derecho internacional. Por otra parte, se adoptó una solución militar que no ha dado resultado en ningún teatro de operaciones; no dio resultado en Irak y tampoco en Libia. La actitud de Estados Unidos, que consiste sistemáticamente en demonizar a un Estado y a su dirigente, fue probada con Saddam Hussein, con Kadafi, lo hace con los afganos, lo hizo con Irán y con Fidel Castro; y todos esos regímenes siguen en pie. Europa se embarca así en un conflicto piloteado por Estados Unidos, con un método que no ha dado resultado en ningún lugar.
–Pero con tanto despliegue mediático demonizando a los serbios y a Milosevic, cualquiera podría dudar incluso hasta de los hechos reales...
–El caso de Kozovo es realmente dramático y la política de Milosevic es la principal responsable de lo que ocurre. La política de expulsión o de humillación de los albaneses de Kozovo que son mayoría, el 90 por ciento de la población, es condenable. El problema está en si se puede, después de hacer una declaración de condena, pasar a un acto de agresión militar fuera de Naciones Unidas.
–Desde el punto de vista fáctico, no sólo pareciera que se puede, sino que además expresa una realidad internacional...
–Nosotros sabíamos que Naciones Unidas era una institución creada para prevenir los conflictos de la posguerra. También sabíamos que desde 1989, con la caída del Muro, y de 1991, con la caída de la URSS, Naciones Unidas era un sistema que, en cierta medida, había quedado obsoleto. Con la desaparición de la URSS termina la posguerra. Entonces había que adaptar a las Naciones Unidas, a su Consejo de Seguridad con los cinco miembros permanentes con derecho de veto. Rusia, Estados Unidos, China, Francia e Inglaterra son los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, pero no tiene sentido esta conformación en este contexto, cuando sería necesario hacer entrar a otras potencias. No haber reformado la ONU y el Consejo de Seguridad hace que ahora ya no se utilice Naciones Unidas.
–¿Entonces el conflicto de Serbia le sirve a Estados Unidos para reafirmar su presencia militar en Europa...?
–Independientemente de las causas reales, que existen, y en particular de los escándalos en materia de violación de derechos humanos que se cometen en Kosovo, es indiscutible que esta situación le ofrece a Estados Unidos un extraordinario pretexto para encontrarle a la OTAN una nueva misión en Europa. La misión original era proteger a Europa occidental de la agresión comunista. Con la caída del comunismo desapareció esa misión. En los años ‘93, ‘94, se discutió qué hacer con la OTAN. Muchos de los países europeos, entre ellos Francia, Italia y España, pensaban que había que reconvertirla en una organización militar en el marco de la Unión de Europa Occidental, para crear un sistema de defensa europeo. Vemos ahora cómo después de la guerra de Bosnia primero y ahora Kosovo, Estados Unidos toma como pretexto la inestabilidad en los Balcanes para reconvertirla en una organización militar de mantenimiento de la paz en Europa.
–Al mismo tiempo que los diarios aquí informaban de los bombardeos en Serbia, se informaba sobre el desarrollo de la crisis en Paraguay, cuyo tramo definitivo se resolvió en la embajada de los Estados Unidos...
–En este momento tenemos una situación que no se ha conocido jamás en la historia de la humanidad. Tenemos una hiperpotencia que ejerce su hegemonía en los cinco grandes sectores de la potencia: en el sector político, vemos cómo sustituye a las Naciones Unidas a escala planetaria; en lo económico; en el sector militar; es la primera potencia tecnológica, y es la primera potencia cultural a escala planetaria. Es la primera vez en la historia que una potencia ejerce su hegemonía en esos cinco sectores a escala planetaria. Es un poco lo que Roma fue en el Mediterráneo durante cinco siglos. Pero era el Mediterráneo nada más. Y de hecho poco a poco Estados Unidos va asumiendo la misión de reparar o intervenir en todos los conflictos. La primera guerra de Bosnia se solucionó en Estados Unidos, en Dayton; el conflicto de Medio Oriente ya no se negocia en Naciones Unidas, sino en Wye Plantation, con Estados Unidos. En Africa, ya sea Ruanda, el Congo, Liberia o Sierra Leona, todos acuden a Estados Unidos. En Kosovo, tanto Milosevic como los independentistas de la UCK, la Unión de Nacionalistas de Kosovo, piden que Estados Unidos intervenga. Hoy Estados Unidos es el mediador reclamado por todos aquellos que están en conflicto.
–Esa situación tiene una expresión en los medios, como lo señaló antes, que demonizan a los protagonistas enfrentados a las políticas norteamericanas. Desde Noriega en Panamá, hasta Milosevic, Saddam Hussein o Kadafi son presentados con un perfil muy similar, muy parecido, que de alguna manera también es el de Hitler.
–Habría que decir que muchas veces es real. En el caso de Hussein, por ejemplo, obviamente es un dictador, un megalómano, un personaje que ha reprimido a su propia población a veces con armas químicas. Lo que sucede es que necesitan descalificar el discurso de ese adversario, se le retira del marco de la humanidad. Hitler, por definición, es alguien que está fuera de la humanidad, el autor de un genocidio como el de los judíos de Europa, es el dictador más detestado, y comparar a estos protagonistas con Hitler es una forma de rechazar la posibilidad de negociar con ellos. No se negocia con esa persona, se le hace la guerra. Actualmente la manera de cubrir mediáticamente el conflicto serbio es característico: estamos frente a una gran operación de manipulación mediática. Los medios occidentales casi no les dan la palabra a las autoridades serbias, no muestran de la misma manera lo que ocurre en el lado serbio, si hay víctimas civiles, si hay destrozos civiles, como se muestra el sufrimiento real de los kosovares. Y la interpretación que se da es sistemáticamente antiserbia para justificar los bombardeos y la operación en general. Es decir, en cuanto estalla una guerra el sistema funciona de manera muy desigual, sin que sea fácil poder establecer un equilibrio entre los dos discursos.
–En la Argentina, tanto durante la dictadura y la guerra de Malvinas, el periodista, no digo los medios, estuvo presionado por emociones elementales que son las que manipulan estas campañas mediáticas de guerra...
–En los casos de conflicto ocurren dos tipos de fenómenos. En primer lugar una guerra es exactamente lo que los medios, sobre todo los audiovisuales, desean tener como argumento porque está la idea de que el progreso tecnológico permite filmar en directo como si fuera una película de Hollywood. Y en realidad, cuando empieza un conflicto, los periodistas se encuentran ante un fenómeno viejo como el mundo que es la censura militar. En un conflicto son los militares los que controlan las operaciones y son los portavoces militares los que van a dar la versión de lo que ocurre. Eso crea una pantalla entre los periodistas y el conflicto.
–Pero en Vietnam los medios lograron mostrar una cara de la guerra que hizo que la opinión pública se le pusiera en contra...
–Justamente, la experiencia de Vietnam fue lo que trataron de no repetir. Cuando fue la invasión a Granada, la prensa norteamericana amenazó con un juicio a las autoridades porque se impidió la llegada de los periodistas. Más tarde, con la invasión a Panamá, se había creado un foco de atención en la caída de Ceaucescu en Rumania. Nadie defendió al dictador rumano, cayó sin que nadie lo defendiera. Pero las imágenes que se difundieron mostraban enfrentamientos y se habló del descubrimiento de fosas comunes en Timisoara con cientos de cuerpos con signos de tortura. Después se comprobó que no había habido enfrentamientos grandes ni cientos de muertos, sino que eran 16 cuerpos de víctimas de accidentes con las heridas de las autopsias. Cuando todos miraban hacia Rumania, Estados Unidos invadió Panamá. No hay una sola foto de la invasión a Panamá.
–En la guerra de Malvinas, los militares argentinos sólo permitieron llegar al teatro de operaciones a la televisión oficial...
–Los militares argentinos tuvieron la actitud típica de los gobiernos autocráticos, o sea, la censura evidente. Los ingleses aplicaron un modelo que podríamos definir como el abrazo del oso. Es el que se aplicará de allí en adelante, incluso ahora, en la guerra de Serbia. En Malvinas ellos llevaron a todos los periodistas que lo pidieron, pero los metieron en un portaaviones fuera del radio de los acontecimientos. Tenían de todo, pero la información era provista por los oficiales británicos.
–Pero el gran despliegue mediático se realizó recién en la Guerra del Golfo, con imágenes de los bombardeos...
–En la Guerra del Golfo los periodistas se organizaron en pool. No todos podían ir al frente, sólo podía un grupo representativo de los demás que iba piloteado por oficiales que les contaban la guerra. Ellos pudieron difundir imágenes en las que se veían las bombas entrar por la ventana de un edificio y hacerlo estallar y aparecieron imágenes que confirmaban que el comportamiento de los iraquíes en Kuwait era salvaje. En particular surgió el testimonio de la enfermera de un hospital de Kuwait, donde contaba que los soldados de Bagdad habían llegado hasta la maternidad y habían tirado los bebés al suelo, dejándolos morir para llevarse las incubadoras como botín de guerra. Ese video sirvió para volcar la opinión pública a favor de la guerra. También circularon documentos donde se veía a civiles kuwaitíes, con fusiles, que se atrevían a atacar a los tanques. Luego se comprobó que esos documentos fueron fabricados por una agencia de relaciones públicas dirigida por un ex consejero en comunicación de Ronald Reagan, Mike Deaver. La enfermera era la hija del embajador de Kuwait en Washington, todo era fruto de un guión. Y el video de los resistentes se había rodado en Nuevo México, con película sobreexpuesta para que pareciera casera, los tanques iraquíes eran de cartón.
–¿Hasta qué punto es cierta entonces esa idea de que las nuevas tecnologías permiten hacer una guerra tan precisa que casi no producen víctimas civiles?
–Creo que eso es una construcción falsa también: en la Guerra del Golfo mostraban imágenes, como las que estamos viendo ahora de Serbia, con los objetivos militares y luego otra fotografía con esos objetivos milimétricamente destruidos sin nada roto a su alrededor. Luego supimos que esas fotografías eran falsas. No eran montajes, sino fotografías y documentos tomados durante los ensayos, en los ejercicios de entrenamiento. Luego supimos también que los misiles Tomahawk habían fallado dos de cada tres blancos. Lo mismo que supimos que los misiles Patriot, que eran los que combatían a los Scud, fallan nueve de cada diez veces. Se protegió a todo Israel con Patriot, que no funcionan.
–¿Entonces un general tendría que ser más comunicador que militar?
–Hoy día cuando se hace una guerra, la reflexión sobre la estrategia mediática es casi más importante que la reflexión sobre la estrategia militar. Lo estamos viendo ahora en Serbia, cuando hay muchas dudas en Europa con respecto a seguir los bombardeos. Ayer, los serbios se apoderaron de tres soldados norteamericanos y se publicaron sus fotografías. Son imágenes de la televisión yugoslava. Primero se ve a cada soldado solo y luego se ve a los tres juntos. Uno de ellos tiene la cara destrozada, con heridas y el ojo morado. Apostaría a que este sábado Time o Newsweek hacen la tapa con la cara del herido. Eso ocurrió en la Guerra del Golfo. Para ganar la batalla mediática hay que construir imágenes.
–En los años 70 esta lectura de los medios se hubiera calificado como una lectura ideológica. ¿Desde qué lugar enfoca usted esta realidad?
–Lo que nosotros podemos hacer es un estudio retórico, no ideológico. Cuando tratamos de comprender cómo funcionan los medios de comunicación no podemos plantearnos que si los medios tienen un origen privado o capitalista son necesariamente malos y si tienen un origen proletario o de izquierda son necesariamente buenos. Ese análisis no ha funcionado. Sobre todo porque hoy el discurso está tan “estallado” que no es sólo un discurso ideológico. Es un discurso dependiente de tres elementos: las condiciones económicas de producción, las condiciones tecnológicas y las condiciones retóricas de producción, cómo ser más eficaz cuando narra, cuando cuenta, etc... Si tengo en cuenta esos tres elementos puedo avanzar en la comprensión de lo que sucede con los medios.

 

Las víctimas civiles son “daños colaterales”
Por Richard Norton-Taylor

El conflicto armado –los ministros insisten en que no es una guerra– siempre produce una mezcla única de eufemismos militares y retórica política. En los últimos diez días, los voceros militares estuvieron hablando de “daños colaterales”, o sea, víctimas civiles. Pero el bombardeo aéreo de la OTAN ha producido dos consecuencias inusuales. Los comandantes militares se permiten usar el tipo de retórica que normalmente dejan en manos de los líderes políticos.
Con cada vez más evidencias de la elasticidad de la infraestructura militar yugoslava, de la aparente determinación de Milosevic de no ceder, y del mal tiempo que se agrega a su frustración, los políticos también cambiaron su retórica. Durante el primer día, mientras el general Wesley Clark, comandante supremo de la OTAN, prometía que los aviones iban a “destruir, degradar y devastar sistemática y progresivamente” blancos militares, el general Charles Guthrie, jefe de Estado Mayor británico, fue más cuidadoso y sólo habló de “reducir” o “limitar” la capacidad de las fuerzas serbias para atacar a los albano-kosovares. De todos modos, también describió a Milosevic como el “despiadado dictador”.
Una semana más tarde, a partir de los contactos entre serbios e iraquíes, Guthrie calificó a Bagdad y Belgrado como “estados parias”. Los funcionarios, que primero hablaban del “presidente Milosevic”, pasaron a llamarlo “Slobodan Milosevic” y luego “Milosevic”. El miércoles, el ministro de Defensa británico, George Robertson, se refirió a Milosevic “en su bunker”, uno de los ecos deliberados del régimen de Hitler.
Esta semana, el canciller británico Robin Cook describió la situación de Kosovo como “peor que Bosnia” y la “limpieza étnica” se convirtió en “exterminación étnica” y después en “genocidio”, un término utilizado para establecer paralelos con las atrocidades nazis. Edgar Buckley, ex ministro de Defensa, dijo ayer que el flujo de refugiados hacia Albania, Macedonia y otros países era “el más grande movimiento forzado de gente en Europa desde la Segunda Guerra Mundial”. Todo esto es parte de un intento por mantener y movilizar el apoyo del público para lo que varios funcionarios describen como “un largo camino” sin “paradas cortas”.

 

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