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HOTEL ALVEAR, CENTRO DE OPERACIONES Y RELAX DEL PODER
Donde reposa el guerrero

En “el Alvear”, propiedad del menemista Mario Falak, se cruzan el Presidente con Duhalde, Palito y Corach, Gostanian y los operadores de Cavallo y De la Rúa. Las historias. Los espías.

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Por Raúl Kollmann y Laura Vales

t.gif (862 bytes) Carlos Corach llega, como siempre, apurado. Acompañado por una especie de secretario, oprime el botón del ascensor y sube. Alberto Kohan es habitué, al igual que Ramón Hernández o Armando Gostanian: todos van casi a diario. En cambio “el Jefe”, Carlos Menem, sólo aparece dos o tres veces por mes, siempre en forma discreta. A María Julia y los jueces menemistas de la Corte también se los suele ver por allí. Un rato después de la llegada de Corach, Eduardo Duhalde se instala en el primer piso, acompañado por alrededor de diez personas. Una de ellas pone en funcionamiento la valija “barredora de alfombras”, como llaman en el argot al aparato que detecta pinchaduras telefónicas o micrófonos. En planta baja, se acomodan en un sillón José Luis Fernández Valloni o Marcelo Regúnaga, hombres de Cavallo, justo cuando entra Ramón Ortega, que también tiene su reducto allí. La sucesión de escenas no transcurre en la Casa Rosada ni en el Parlamento: todos confluyen al Alvear Hotel, una especie de Naciones Unidas de la vida de los políticos del justicialismo y de buena parte de los que no son del PJ.
El correlato edilicio de la pizza y el champagne “es un buen lugar –explica un encuestador al que siempre convocan–. Es refinado, hay buena comida, se pueden hacer las manos, hay coiffeur, las señoritas y por qué no los muchachos pueden entrar y salir por la puerta que da a la galería y de allí, bajando por un ascensor, se van por la calle Posadas. Es un ámbito de relax y buena vida”. Para los que tienen una visión más analítica, también el Alvear es un síntoma de que la guerra menemistasduhaldistas tiene voltaje pero también sosiego: comparten un ámbito común y no es casualidad.
“Hola Hugo, la puta que te parió”, gritan en chiste algunos hombres de Duhalde cuando entran a la suite 106 o 107 del Alvear, donde normalmente funciona el gobernador. El Hugo del insulto es Hugo Anzorreguy y la humorada hace referencia a que la SIDE les estaría haciendo espionaje político. El “barredor de alfombras” intenta detectar si hay alguna onda en silencio. Cuando localizan una, los hombres de Duhalde encienden una radio para ver si el sonido sale por esa onda, en cuyo caso hay un micrófono en la habitación. Algunas veces, se hace la limpieza, otras directamente se cambia el lugar de la reunión. De todas maneras, Duhalde tiene conciencia de que en este terreno no puede competir: el aparato de inteligencia del menemismo lo supera ampliamente y ya está resignado a que lo escuchen y lo espíen (ver aparte). Le ha ocurrido por ejemplo, de mantener una reunión confidencial con un gobernador y al rato no más ese mandatario provincial recibió una llamada del Poder Ejecutivo en la que queda claro que ya saben que estuvo con Duhalde.
Cabe preguntarse entonces por qué el candidato presidencial sigue concurriendo al reducto de Kohan, Corach, Ramón Hernández, Gostanian, y que, además, es propiedad de Mario Falak, viejo amigo del presidente Menem. “Bueno, utilizamos ese lugar casi por costumbre. Cuando Duhalde era vicepresidente tenía la suite y muchos de los movimientos políticos se hacían ahí. Ahora estamos un poco incómodos y la verdad es que nos preocupan las cuestiones de seguridad. Poco a poco se va a hacer un traslado, tal vez a una suite del Hotel Intercontinental, pero por ahora se siguen haciendo ahí las reuniones tal vez más reservadas”, explicó a este diario uno de los operadores del gobernador.
En verdad, la misma pregunta cabe hacerla a los hombres del menemismo, que tienen a su disposición los amplios despachos de la Casa Rosada o de cada uno de los ministerios. En su caso, la utilización del Alvear es algo distinta, por varias razones. En primer lugar, juegan de locales y se supone que tienen dominio sobre las cuestiones de seguridad y espionaje. En el menemismo dicen que Falak compró en Estados Unidos un sistema que interfiere las pinchaduras de teléfono que se hacen desde afuera del hotel. Por otra parte, las reuniones de trabajo oficiales-oficiales se hacen en las oficinas oficiales y, en cambio, el hotel sirve para las negociaciones referidas a los asuntos de la interna partidaria, cuestiones judiciales o algún encuentro de negocios. “Yo creo que tienen suites allá por razones personales –le dijo a Página/12 un secretario de Estado–. El otro día, cuando se hizo la reunión del Consejo Justicialista todos se reían de que Kohan y Duhalde venían del mismo lugar, el Alvear. Es posible que la clave esté en el ascensor que une el estacionamiento que da sobre la calle Posadas con el interior del hotel. Es una entrada discreta.” Como se ve, el funcionario apunta a razones de polleras, negocios y arreglos políticos.
El reducto de Carlos Menem es la Suite Royal, una megahabitación de casi 200 metros cuadrados. El Presidente justamente entra por el estacionamiento y sube por el ascensor interno directo al noveno piso.
“Son sólo reuniones reservadas. Alguna con Anzorreguy, con Corach, Kohan o María Julia. Es como un momento de distensión”, minimizan en el entorno presidencial.
El precio habitual de la suite es de unos 2500 dólares, aunque todo indica que al primer mandatario no se le cobra. Menem conoció a Falak durante la campaña electoral y antes de ser electo tuvo una suite en el Hotel Bauen, aunque después se mudó al Elevage. Cuando ganó la presidencia y antes de asumir, Menem puso su centro de operaciones reservadas en el Alvear. La gente que lo conoce dice que allí siempre tuvo mudas de ropa y efectos personales.
La relación con el Alvear también abarcó a su valet, Ramón Hernández, que vivió allí con una de sus secretarias. El capitán de negocios del entorno, Emir Yoma, nunca tuvo una habitación permanente, pero siempre alojaba allí a sus socios de emprendimiento. Aunque Emir invariablemente pedía presupuesto, Falak solía cobrarle muy poco.
Los rumores también señalan que hoy en día Duhalde goza de la suite sin cargo o en todo caso le hacen mucho precio por la 106. “Mario (por Falak) se está alejando de Menem y acercándose a Duhalde”, dicen los menemistas, con algo de ofensa. “Es un hombre de relaciones públicas. Quiere quedar bien con todos”, sostiene la gente de Duhalde, que no ve acercamiento del empresario. “En verdad, lo que sucede es que alrededor de los políticos hay un negocio de cierta importancia: cuando va uno, lo acompañan veinte y suelen consumir bastante de todo. De manera que el hotel igual gana”, explica un empleado del bar, mirando para todos lados y asegurándose de que nadie ve el dialogo con el periodista.
Cuando se les pregunta a los hombres de Cavallo sobre la presencia de su jefe en el Alvear, de inmediato se ponen a la defensiva: “No, eso es como dormir con el enemigo. El Mingo ha ido tres o cuatro veces a hablar con Duhalde, pero no tiene una suite ni nada que se le parezca. Yo estuve con Cavallo cuando vio al gobernador a raíz del caso Cabezas y hablaron largamente de Yabrán. Pero son únicamente ese tipo de encuentros”, se disculpa el operador del ex ministro. Sin embargo, por los pasillos del Alvear no es infrecuente ver a Fernández Valloni y a Regúnaga, hombres de Cavallo de habitual trato con el menemismo y el duhaldismo. Uno de los más conocidos encuestadores explica la confluencia de la siguiente manera: “En el Alvear confluyen los técnicos y operadores de todos los equipos: del Gobierno, Duhalde, Palito, Cavallo e incluso algunos de De la Rúa. Como nos conocemos, tomamos un café, intercambiamos opiniones y, por supuesto, nos cagamos de risa. Pero yo te digo, el ambiente aquí se distiende mucho, aun entre nuestros jefes”.
Y tal vez el secreto está en la buena vida. Más allá de las reuniones reservadas, el Alvear y toda la zona que lo rodea se ha puesto de moda entre los políticos. A la suite va la manicura, el o la masajista y el infaltable coiffeur. Los valets ya conocen los coches y las señoritas o muchachos saben de memoria la forma de entrar y salir discretamente. El magnífico jardín de invierno, la cafetería, el buffet frío y caliente, salones para desayunar y almorzar, hidromasaje en el baño y la infinita oferta de bebidas espirituosas completan lo necesario del bon vivant. Seguramente en los barrios, la confrontación política, sobre todo la del PJ, tiene forma de guerra. Allá en el Alvear parece más bien un relax.

 


 

Duhalde es espiado hasta en el cuarto del hotel

El gobernador sabe que es vigilado pero poco puede hacer. Después de varios intentos, trata de armar su aparato de inteligencia.

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María Julia, el gobernador Duhalde, el ex ministro Cavallo y el Presidente trasegan los pasillos del Alvear.

Por R. K.

t.gif (862 bytes) Eduardo Duhalde sabe que lo escuchan, lo espían y vigilan. En ese terreno, el aparato de inteligencia del menemismo lo desborda y lo peor del caso es que el candidato y gobernador prácticamente no tiene inteligencia propia. El que tenía la Bonaerense de la época de Pedro Klodczyk era casi exclusivamente un aparato de extorsión; el Ejército y algunos carapintadas quisieron quedarse con la jefatura del área, la Armada también trató de meter baza e incluso jugó su partido el ex comisario Carlos “El Oso” García, que les dio trabajo en algunas operaciones a ex profanadores de cementerios. Ahora, Duhalde trata de armar un nuevo aparato de la mano de un ex comandante general de la Gendarmería. Pero eso recién empieza.
La inteligencia en la provincia de Buenos Aires siempre le interesó tanto al Ejército como a la Marina. A principios de la década, los uniformados verde oliva tuvieron mucho espacio en la Dirección o Jefatura (fue cambiando) de Inteligencia. Por ejemplo, en 1991, revistaban en esa área de la Bonaerense numerosos agentes del Ejército: sin ir más lejos, Horacio Carrondi, un hombre de esa extracción, participó en una profanación de tumbas del cementerio de Berazategui porque –según señaló la Justicia– el área quería tener facultades operativas y un escándalo de proporciones –la profanación– servía como presión para que les den más facultades.
Al Ejército el distrito bonaerense le interesa por su extensión territorial e importancia política. Además, confían en que en algún momento participarán de la lucha contra el narcotráfico y les conviene estar bien asentados a lo largo y lo ancho de la provincia. La Armada también tiene interés, fundamentalmente por los puertos y las islas cercanas a Bahía Blanca. La última intentona del Ejército se produjo hace más de un año, cuando el retirado teniente coronel Jorge Horacio Granada, ex carapintada y mano derecha de Luis Patti en el Mercado Central, intentó quedarse con las direcciones de Inteligencia y Comunicaciones. La Armada se movió rápido, hizo llegar la cuestión a la prensa y jugó a uno de sus hombres de confianza, el ministro de Obras Públicas bonaerense, Hugo Toledo, para abortar la intentona del Ejército.
En los últimos años de Klodczyk, la inteligencia de la Bonaerense se ocupó de la supervisión de las agencias de seguridad, con lo cual sus miembros se enriquecieron fabulosamente. Además, era desde allí que se impulsaban algunos arreglos con piratas del asfalto y delincuentes comunes. Posteriormente, hubo pequeñas jugadas para montar aparatos de inteligencia que supuestamente responderían a Duhalde. En la llamada Area Especial, bajo la órbita del comisario Luis Vicat, se hizo inteligencia –sin resultados satisfactorios– por el caso Cabezas y el atentado contra la AMIA. De paso, hubo algún trabajo de espionaje, incluyendo a Quebracho, la agrupación HIJOS y un sacerdote al que consideraban de izquierda. La cosa terminó con Vicat fuera de la fuerza y con un proceso judicial en marcha.
Otra intentona tuvo como protagonistas al comisario general retirado Carlos “El Oso” García y al comisario exonerado José Madrid, ambos en su época referentes de la maldita policía. Como reveló en Página/12 Horacio Verbitsky, Madrid puso en marcha un poderoso aparato en el hipódromo de La Plata, en tanto que García se quedó con la gerencia de seguridad del Banco Provincia, desde la cual logró instalarse en el Ministerio de Justicia bonaerense y contrató al profanador de tumbas Carrondi. El aparato de García fue finalmente desmembrado por orden del juez Juan José Galeano.
Ante semejante sucesión de catástrofes, Duhalde intenta ahora edificar un nuevo equipo, en principio dedicado únicamente a hacer inteligencia para prevenir delitos. El trabajo recién comienza y el planeamiento quedó a cargo de un comandante general de la Gendarmería, ya retirado. A decirverdad, se trata más de un proyecto que de una realidad. Por ahora, Duhalde debe seguir resignado a que lo escuchen y lo espíen, con poca o ninguna capacidad de respuesta.

 

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