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El año pasado, cuando Deconstructing Harry aquí rebautizada con el más banal Los secretos de Harry demostraba en los cines que el talento de realizador de Woody Allen está intacto, el realizador ya anunciaba que estaba en la etapa final de un film sobre las celebridades y su mundo. Tratándose de Allen, se suponía que la visión de ese mundo no podía estar despojada de su acidez natural. Efectivamente, así es. A tal punto que Leonardo DiCaprio, una de las estrellas del film (aunque aparece sólo unos minutos) protestó luego del estreno por lo que consideraba una afrenta hacia su status de... estrella. El film será estrenado en Buenos Aires el próximo jueves, y Página/12 tuvo acceso exclusivo a una videoconferencia realizada por el director y Kenneth Branagh, protagonista del film, destinada a la distribución en canales de TV europeos. Aquí se ofrecen los pasajes más jugosos. Sr. Allen, sus dos últimos films aluden al sexo y a la religión: usted establece un paralelismo entre la ortodoxia religiosa y el sexo, a través de Demi Moore en Los secretos de Harry y de Judy Davis en Celebrity. ¿Se trata de una provocación o es algo más personal? La sexualidad y la religión son cuestiones que me interesan mucho, tanto como a cualquier persona, por eso las he incluido en mis dos últimos films. Otros tópicos cinematográficos no me interesan, como la acción y los efectos especiales. Los mejores temas son, en mi opinión, las mujeres, los hombres y sus relaciones, y también la existencia de Dios, la muerte, la sexualidad... Sr. Branagh, ¿Allen le dio libertad para que usted pudiera ser creativo con su personaje? ¿Le indicó que basara su rol en un personaje parecido, precisamente, a Woody Allen? Woody Allen da una gran libertad a sus actores, lo cual me permitió confiar en mi instinto. Pero también está muy presente para ayudar al actor, o cuando hay que corregir algo. Es muy bueno en ambas coyunturas. No creo que haya actuado de Woody Allen porque mi personaje es muy complejo, tiene muchos niveles; es un desesperado, un melancólico, un maniático, y lo que se ve en pantalla viene de mí. Básicamente Woody nos ayudó muchísimo, dándonos gran libertad... Pero llama la atención que, en el film, Branagh habla igual que Allen. Allen: Nunca quise que Kenneth hiciera de Woody, pero sí que transmitiera la tensión nerviosa típica del neoyorquino, y que también resultara gracioso. Es un personaje muy nervioso y ansioso, tiene deseos desesperados, sin dejar de ser muy simpático. Eso es lo que le pedí a Kenneth Branagh. Y una noche, viendo las tomas del día, corroboré que Kenneth se había compenetrado con ese personaje neoyorquino. Superó totalmente mis expectativas. ¿Es posible actuar en un film de Woody Allen sin verse abrumado por todo lo que él significa como actor? Branagh: Yo no traté de imitarlo. Mi escena estaba tan bien escrita, mi personaje tan bien diseñado, tan complejo y sutil... fue genial. Un tipo inquieto y frustrado, bastante inmaduro, y al mismo tiempo muy humano y querible. Allen: Primero hay una gran diferencia de edad; si yo hubiera hecho ese papel hace veinticinco años, hubiera estado gracioso, le hubiera dado ciertas cualidades al personaje. Pero no tengo el talento de Kenneth, lo cual le dio al personaje su riqueza y complejidad. Sus errores, su debilidad y también su seducción. ¿Por qué eligió a Leonardo DiCaprio para ese papel tan odioso? ¿Sabía que iba a ser tan famoso? Allen: No. Fue pura suerte. Mi director de casting es muy capaz, y esta vez rindió excelentemente bien. Yo soy muy amigo de Diane Keaton y fui a ver Reencuentro, y allí vi a este jovencito. La llamé a Diane para decirle que la película me había gustado mucho, y para preguntarle quién era DiCaprio, tan buen actor, tan interesante. Ella me dijo que era un chico muy sensible y encantador, y que viera ¿A quién ama Gilbert Grape?. La vi,y él me pareció extraordinario. Después lo propusieron para el casting, recordé el nombre y decidí llamarlo. Dos meses después se estrenó Titanic, y de repente me encuentro con semejante superestrella en mis manos. Sr. Branagh, siendo usted también director, ¿qué aprendió de Allen? Es difícil hablar con Woody presente, pero es como ver trabajar a un pintor. Tiene una enorme concentración y un talento increíble para la composición. Es económico; diciendo muy poco dice mucho. Sabe exactamente cómo y dónde poner la cámara, y se lleva muy bien con el director de fotografía. Verlo trabajar es tan misterioso como ver trabajar a un gran maestro. Sr. Allen, ¿qué le interesa más del tema de la celebridad? ¿Lo hubiera tratado de otra manera si el affaire Clinton hubiera ocurrido antes? En EE.UU. la celebridad se ha convertido en un fenómeno extraordinario, especialmente en los últimos años, quizá debido a la influencia de la TV. Hoy en día, prácticamente todo el mundo tiene su propio show de TV. Muy pronto ya no habrá público: todos serán famosos. Los abogados, los doctores, los cirujanos plásticos, los chefs, los curas... es como si todo el país estuviera en el negocio del espectáculo. Con respecto a Clinton, todo el asunto ya es bastante ridículo; un presidente acosado por la derecha de la oposición porque tuvo una relación con una persona adulta, lo cual hasta su propia esposa parece dispuesta a aceptar. Todo el país cayó en el ridículo. La situación es absurda y hasta divertida, si se quiere. Pero es bastante triste. Usted no actúa en este film, ni tampoco en su próxima película: pero participó en Antz, y se habla de que hará un film junto a Sigourney Weaver. ¿qué tipo de papeles le ofrecen? Nunca me ofrecen roles principales. Yo los aceptaría encantado, pero siempre son roles pequeños. Lo de Sigourney Weaver es una aparición especial que hice a pedido del director. Y acepté Antz porque Jeffrey Katzenberg es amigo mío. Pero yo no soy actor, soy apenas un comediante, quizás por eso nunca me ofrecen grandes papeles. El rol más importante que tuve en mi carrera fue El testaferro, y eso fue todo. Sr. Branagh, ¿este papel le resultó más fácil, comparado con sus roles en teatro? Nunca es fácil interpretar a alguien de una cultura y hasta un acento diferentes. Fue muy difícil. El acento se aprende, pero si no se capta su contexto cultural, es muy difícil lograr el personaje. Siempre quise trabajar con Allen, es un gran honor, una enorme alegría, un sueño hecho realidad. He visto todos sus films y muchos de los míos están influidos por los suyos, en especial Los amigos de Peter, como The Bleak Midwinter. Mi experiencia fue a la vez fascinante y muy ardua. ¿Cómo asume su propia celebridad, qué siente ahora y qué sentía en sus comienzos, cuando no era famoso? ¿Ha cambiado su idea de lo que es la celebridad? Allen: Cuando no era famoso era muy joven y pensaba que la vida sería extraordinaria, diferente, seductora, glamorosa, sin problemas. Después descubrí los problemas, no tener privacidad, no poder caminar tranquilo por la calle, que los periodistas a veces inventen, el acoso de los paparazzi. Estas cosas resultan molestas, incluso desagradables, pero no son tan graves ni tan terribles. También se goza de ciertos privilegios, ventajas que facilitan la vida. Pagan demasiado bien, considerando lo que uno hace; siempre se consigue mesa en los restaurantes o entradas en el teatro; el médico te atiende aunque sea feriado; si te pescan manejando demasiado rápido cambian la multa por un autógrafo... La fama tiene su lado bueno, así que mejor no dramatizar... En el film hay muchos que aparecen haciendo de sí mismos, como Donald Trump, ¿inventó él sus diálogos, o estaba escritos? ¿Cómo fue la inclusión de esas figuras? Allen: Le escribimos sus diálogos, porque no es actor. A los actores sí los estimulo a que improvisen, porque eso enriquece la película. Trump quería estar en el film. Yo le había pedido rodar algunas escenas en su casino de New Jersey, y me dijo: Claro, pero también me gustaría actuar. De modo que tuvo un papel porque, al cabo, es una celebridad. Tiene el poder de demoler edificios y construir lo que quiera en su lugar... Entre los muchos personajes del film está el director. ¿Es el resultado de su autoindulgencia? Allen: El papel de director es muy pequeño, y no hay nada subliminal ni siniestro en ello, es pura casualidad. El film comienza y termina con un grito de auxilio. ¿Tiene esto algún significado especial para usted? ¿O es algo banal? Allen: El que grita es el personaje de Branagh pero también es la sociedad en la que él está, la que él representa, la que grita. Esta sociedad, como ya se ha dicho muchas veces, tan obsesionada con la fama muchas veces injustificada, y que a veces pierde el rumbo; la sociedad en la que yo vivo... El jazz es importante en sus films, incluso en Celebrity. ¿Cuál es la vinculación entre el escritor, el director y el amante de la música, del jazz en particular? La esposa de Bing Crosby solía decir que mi marido es un jugador de golf que en sus ratos libres canta. ¿Qué pensaría si su mujer dijera mi marido es un músico de jazz que en sus ratos libres filma películas?. Allen: Me encantaría. Pero mi capacidad como músico está lejos de mi capacidad como director o escritor, de manera que nadie jamás diría eso. Pero me encantaría que se me recordara así: como un músico de jazz que en sus ratos libres dirigía cine.
MAS BRILLANTE QUE NUNCA, SEGUN
TIME Una
sociedad puede conocerse a fondo por las personalidades que elige como celebridades: ésa
es una de las teorías de Celebrity, el último opus de Woody Allen, que se estrena en
Buenos Aires el jueves, aún en plena fiebre del Festival de Cine Independiente. A
diferencia de Los secretos de Harry, su film inmediatamente anterior, aquí el bueno de
Woody no está frente a las cámaras, pero no por ello deja de ser, de alguna manera, el
protagonista. Esta vez su alter ego es .-curiosa elección-. el actor y director
británico Kenneth Branagh, que debió adaptar su acento Kings English
al neoyorquino básico, para interpretar a un periodista inescrupuloso, que descubre el
mundo de la fama, es tentado por la feria de vanidades y cae víctima de hordas de mujeres
hambrientas de sexo. Hombre solícito y caballeroso, no tiene más remedio que atender
esas demandas... Como es norma en el último cine de Woody Allen, el mapa de Celebrity se
dibuja como un puzzle de relaciones fugaces, que en esta ocasión sirve para ilustrar el
conocido axioma de Andy Warhol: Cualquiera puede tener sus quince minutos de
fama.
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