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OPINION
La vida es joda
Por Sergio Sinay *

Bueno, ya está. La vida es bella ganó el Oscar. Las bue-nas conciencias de este fin de siglo light duermen en paz. ¿Cuántos puntos vale este Os-car en el jueguito de los oculta-mientos? Sólo Roberto Benigni lo sabe. En lo personal me bastó verlo desatando toda su histeria en el escenario para advertir que Benigni no se hace: es. ¿Diferencias entre él y su personaje? Ninguna. Sin embargo ganó un premio al mejor actor. Es como haber premiado a un perro por hacer muy bien... de perro. Benigni no actuó, expresó, me parece, su naturaleza. Esa que estaba en el Dorothy Chandler Pavillion era la misma persona que en un campo de concentración improbable negaba todo. O que antes no veía cuando le pintaban la palabra judío en la puerta de su librería, o que negaba cuando a su tío le escribían la palabra judío en el caballo. El que negaba que la serpiente estaba rompiendo el cascarón de su huevo delante de sus ojos. El que no vio que en el escenario de sus patéticas piruetas también era homena-jeado, por la misma gente (con la excepción de algún gigante como el gran Nick Nolte) un delator, alguien que en su momento bien pudo haber mandado gente a esos campos en los que según Benigni, lo peor que podía pasar era cargar un yunque o perder algunos puntos en una suerte de “Sorpresa y media” donde te ganabas un tanque de guerra.
El último Oscar del siglo fue una perfecta parábola del final del milenio. Ya ni siquiera se trata de olvidar para no tener memoria. Benigni propone algo más tajante aún: no saber, no enterarse, no nombrar, negar, negar, negar. Ni un solo foto-grama de esta película muestra el personaje planteando dudas, miedo, jamás habla con otro prisionero desde la verdad. No veo que mienta al hijo para protegerlo: lo que yo advertí es que le miente para protegerse. Uso la primera persona porque me harta el autoritarismo con que quienes defienden a esta película dicen “el espectador ve”, “el espectador siente”, etc., generalizando y decretando una única mirada posible sobre el film. Hablo por mí. Yo fui un espectador de La vida es bella y vi una mediocre película, un mal actor y un director que intentó manipularme. Pero bueno, ya está. La vida es bella ganó su Oscar, tan emblemático como el tanque estadounidense. Esta es la película que Benigni en persona le llevó al Papa y que Juan Pablo II disfrutó con él. El mismo Papa que llama asesinas a las mujeres que abortan y que hace gestiones “humanitarias” por Pinochet. Un digno Oscar de fin de siglo.
* Escritor y periodista.

 

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