The Guardian
de Gran Bretaña
Por Burhan Wazir
Desde Blace, Macedonia
Luchando
por salir de la zanja en que se hallaban, los cinco hombres trataban de transportar el
cadáver de su padre mientras sus pies resbalaban en el barro. Los guardias fronterizos
macedonios no los ayudaban. Un refugiado dio un paso adelante para agarrar las manos de
uno de los cinco camilleros. Inclinando su espalda hacia atrás, logró extraer al grupo y
a su carga. Los hombres se atragantaban en su llanto. Cerca, dos guardias fronterizos
macedonios compartían un cigarrillo, indiferentes al sufrimiento de los otros.
Quince personas han muerto aquí en los últimos dos días. Sus cuerpos yacen al lado de
la ruta a la espera de ser llevados. Están envueltos en frazadas que podrían ser
usadas para abrigar a los vivos, pero nadie quiere molestar a los muertos. Hasta el
sábado, había dos rutas de escape del valle de Blace: la muerte, o los ómnibus del
Estado que transportan a los refugiados a campamentos improvisados en las afueras de
Skopje. Anteayer, las autoridades macedonias anunciaron que estaban cerrando la frontera a
todos los kosovares que no estuvieran dirigiéndose a un tercer país. Pero muchos de
ellos esperan en la frontera. Cinco mil se les agregan cada hora.
Estoy esperando a mi padre dijo una adolescente. Dijo que prefería
morir a dejar su hogar. Tengo que esperarlo aquí. Un anciano que está curando la
mano herida de un chico de 10 años dice que en Pristina yo era médico. Estoy aquí
tratando de ayudar a la gente; muchos están heridos. Pero tengo poco equipo y pocas
medicinas, y la cola para las carpas médicas es demasiado larga.
Los refugiados permanecen de pie en enormes colas que dan la vuelta de un
extremo a otro del valle. Casi todos esperan comida; unos pocos están allí por las
grandes cajas de cartón que proveen una protección escasa pero vital contra los
elementos. Todavía el agua filtrada es muy escasa; la gente llena botellas vacías en los
arroyos.
El camino a Blace se cierra abruptamente en el puesto de guardia fronteriza. Los últimos
captores de los refugiados la policía fronteriza macedonia sostienen
nerviosamente sus armas de mano. Debajo de ellos, un valle entero palpita de sufrimiento.
En el camino desde Skopje a la frontera macedonia, a unos 30 kilómetros de distancia,
nuestro chofer señala a los refugiados en marcha. Incluso si los dejan entrar,
¿qué van a hacer? se pregunta. Después de que les den comida, alojamiento y
ropas van a querer trabajos. Van a querer dinero para comprar cosas para sus familias. Y
aquí no hay nada de eso.
En el campo hay unos 80.000 refugiados. La procesión de los que llegan caminando por las
vías del tren no muestra signos de reducirse. A menos de un kilómetro dentro de Kosovo,
se puede ver a soldados serbios expulsando pasajeros de los trenes. Pocos se atreven a
mirar hacia atrás.
Un pánico fúnebre se apodera del valle. La gente arranca los árboles y los matorrales
para hacer pequeñas fogatas, que salpican el horizonte. Un joven tirita al lado de una
fogata, con las manos hundidas en los bolsillos de su campera. Su voz tiembla al mirar en
dirección a las vías del tren. No quiero volver nunca dice. Si vuelvo,
me van a matar. El joven recuerda cómo usaba un equipo amateur de radioaficionado
para interceptar las transmisiones del ejército serbio. Yo supe cuándo venían por
nosotros dice. Alerté a mi familia, y tuvimos tiempo para prepararnos. No sé
qué hubiera pasado si nos hubieran tomado por sorpresa. No todos tuvieron la misma
suerte.
Pocos refugiados se atreven a revelar sus verdaderos nombres. Usted no entiende
dice una anciana. Sabemos demasiado. Hemos
visto toda clase de horrores. Y aquí no se puede hablar de eso. Se aferra a la
campera de su nieta, que está temblando, dice que ustedes deberían avergonzarse al
mirarnos. El mundo debería avergonzarse al contemplar nuestro sufrimiento.
En las vecinas Albania y Montenegro, los refugiados atraviesan rápidamente la frontera y
se dispersan en las aldeas cercanas. Las autoridades macedonias impiden una práctica
similar: solamente se permite el paso de una familia por hora. La mayoría camina entonces
unos cuantos kilómetros hasta el puesto fronterizo más cercano. Casi todos vuelven
buscando a familiares perdidos.
Poca ayuda ha llegado a la frontera: los suministros de emergencia tienen que pasar
controles de aduana en un aeródromo cercano. Los
refugiados se amontonan sin agua ni comida, haciendo ocasionales escapadas a un arroyo
cercano. Cuando la madera se les acaba, prenden fuego a sus frazadas. Los refugiados que
buscan a sus parientes se deslizan con destreza entre los cuerpos de los que duermen de
noche. No hay nadie aquí que reconozca dice una adolescente. Mi padre y
mi madre se quedaron en Pristina. Pronto van a estar aquí. Toda la ciudad está en
camino. La chica mira a los fuegos que se apagan. Este valle es demasiado
chico. Dentro de poco vamos a ser demasiados.
Para esta noche se pronostican lluvias en Blace. Las paredes del valle se van a convertir
en barro. Los muy viejos y los muy jóvenes ya están tosiendo en sus frazadas; mañana se
contarán las bajas. Somos los que Europa no quiere dice un viejo. Somos
los que nadie quiere. Dentro de poco, estaremos todos muertos.
EL EJERCITO DE LIBERACION DE KOSOVO ANTE UN
DILEMA DESESPERANTE
Huyendo a las montañas, a la guerrilla
Por John Hooper
Desde Skopje
Mientras la atención
mundial se concentra en la catástrofe humanitaria en cierne que puede fotografiarse y
filmarse en la frontera entre Kosovo y Macedonia, los albaneses étnicos y fuentes de la
Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) dicen que otro desastre,
posiblemente mayor, está corporizándose en Kosovo. Muchos albaneses étnicos se han ido,
pero no a las fronteras con Macedonia o Albania, sino a los bosques y montañas del
interior de la provincia. Hasta ahora, disfrutaban de la protección del Ejército de
Liberación de Kosovo (ELK). Pero, de acuerdo a una fuente militar de la OSCE, que sigue
monitoreando la situación dentro de Kosovo, los líderes de la guerrilla separatista
enfrentan ahora un dilema horrible: abandonar a esa gente a su destino o aceptar la
liquidación del ELK como fuerza militar.
Como muchos de los que se refugian en el accidentado territorio interior de la provincia
son parientes y amigos de los guerrilleros, el dilema es desesperante. Pero, de acuerdo a
una fuente que permanece en contacto con el ELK a nivel de Estado Mayor, va a haber que
tomar una decisión en los próximos dos, tres, tal vez cuatro días. Lo que
está en juego es el destino de hasta 200.000 personas, el número de desplazados estimado
por el Estado Mayor del ELK al comenzar la semana pasada. El total puede haberse reducido
desde entonces. El ELK está bien organizado y está trasladando familias desde las
montañas para tratar de meterlas en Albania dijo un macedonio de la etnia albanesa
vinculado a las guerrillas. Pero los informes del ELK siguen citando cifras muy altas. Un
mensaje del viernes mencionó a 37.000 personas en sólo una de las seis zonas de
operaciones del ELK. Un día antes, una comunicación de otra fuente mencionó que 90.000
personas estaban apiñadas en dos aldeas, Ngucat y Bellanice. El miércoles pasado, la
situación de los desplazados internos era crítica en términos de alimentos, ropa y
medicinas.
Los mensajes del ELK, que reflejaban cierto optimismo hasta el comienzo de la semana
pasada, se han vuelto crecientemente desesperados y amargos ante la reluctancia de la OTAN
a arrojarles ayuda humanitaria o a abastecerlos militarmente para compensar las pérdidas
de municiones. De acuerdo a varias fuentes, los problemas de la guerrilla nacen de una
combinación de factores. Uno es la limpieza étnica a cargo de los serbios, que ha
dividido al ELK entre librar una guerra o cuidar a los refugiados. El otro es el ataque de
la OTAN contra Serbia, que ha estorbado el flujo de municiones y armas desde el mar
Adriático. En mensajes de la semana pasada, los líderes del ELK ruegan que se los
abastezca desde el aire.
Sus comunicaciones, no obstante, siguen intactas, y la fuente militar de la OSCE califica
al ELK como una eficiente fuerza de combate que retiene su sistema de comando y
control. Un macedonio albanés agregó: Muchos hombres no están preparados
para ofrecer sus servicios al ELK hasta que no hayan sacado a sus familias de la
provincia. Pero también afirman que están listos a volver para combatir.
Parecería que, si el ELK puede sobrevivir las próximas semanas, incluso podría emerger
reforzado. Pero juzgando por la información que llega a Macedonia, éste es un
si cada vez más grande.
LOS MISILES SE VEN DESDE GRECIA
Atenas se come las uñas
Por Helena Smith
Desde Atenas
Grecia está muy cerca de
la crisis de los Balcanes. Tan cerca, de hecho, que las bombas inteligentes de la OTAN
pueden verse iluminando los cielos desde la punta norte del país. Esto, dicen los
griegos, es demasiado cerca para que sea cómodo. Ya la CNN, para explicar lo que sería
el peor escenario, ha mostrado mapas de una Grecia envuelta en las llamas.
A medida que la marea de refugiados kosovares se mueve sin pausas hacia el sur, Atenas ha
empezado a temblar. Los helénicos se sienten cada vez más ambivalentes sobre la guerra
que está teniendo lugar por sobre sus cabezas. Después de todo, ¿quiénes son sus
amigos? ¿Sus acosados hermanos cristianos ortodoxos en Belgrado o la alianza militar a la
que Atenas ha dado ayuda logística de un modo tan público?
El bombardeo de Belgrado ha sacado a la superficie como nunca antes las lealtades
divididas de los griegos. Ayer, de la sureña isla de Creta hasta la frontera norte que
Grecia comparte con Macedonia, las manifestaciones contra la guerra estaban en su apogeo.
En la noche de ayer, en la capital griega, se esperaba más de un millón de personas en
el concierto más grande realizado hasta el momento contra la acción militar
criminal.
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