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SUBRAYADO

Entre Alieto y Gumersindo

Por Julio Nudler


t.gif (862 bytes)  Que Menem mantuviese el juego de su segunda reelección era bueno para De la Rúa y Duhalde porque la presión pública continuaba concentrada en el riojano. La cortina de humo les regalaba tiempo. Pero desde el momento en que quede definitivamente claro que el Presidente se va de la Rosada en diciembre, ¿quién tendrá ganas de seguir peleándose con él? La tensión recaerá a partir de entonces en los candidatos, que a pocos meses del traspaso no han dicho casi nada todavía de sus programas de gobierno.
Después de ocho años de Convertibilidad, al menemismo le restan ocho meses que, aparentemente, irán de peor a mejor en la economía si no ocurre ningún nuevo cataclismo. Después de haber tocado fondo, Asia y Brasil tienden a recuperarse, con lo que habría más demanda y mejores precios para las exportaciones argentinas, y un acceso menos dificultoso y caro al crédito. Ni siquiera los más optimistas predicen una briosa expansión económica mundial, pero la hora del pesimismo pasó, y es lógico esperar que –con cierto desfasaje– la bonanza llegue a la Argentina. Bonanza relativa, se entiende.
Para el gobierno de Menem, la exclusión de la pelea electoral significa ingresar al crepúsculo de cualquier elenco saliente, que ya ve cómo los tramoyistas se preparan a bajarle el telón. Se le vuelve así más difícil administrar la caja pública, disputando por los recursos con el sector privado, que se envalentona cuando el equipo oficial ya perdió las eliminatorias. La revuelta de los industriales sobrevivientes y de los rurales pinta los ánimos.
Lo más notable del caso fue el gesto de autoridad con que Roque Fernández expulsó a Gumersindo Alonso, un secretario de Agricultura que estaba ateniéndose a la antigua definición de su tarea: ser el lobbista oficial del sector ante el Poder Ejecutivo, con asiento dentro de éste y rango variable según las épocas. Como Gumersindo optó por sus bases y actuó como un contestatario más, Roque lo echó.
Pero el ¡fuera! que gritó el ministro deja abierta una difícil pregunta: ¿en una política económica exclusivamente macro, que carece de subpolíticas sectoriales, cuál es la función de un secretario sectorial? Recientemente, en la UIA pidieron la sustitución de Alieto Guadagni por un pequeño industrial, que en lugar de Gumersindo podría llamarse Ferdinando (para seguir con las viejas historietas de La Razón). ¿Cuánto tardaría Roque en despedirlo? Pero si los secretarios sectoriales no están para nada, ¿por qué siguen estando? ¿No dice Economía que hay que cortar gastos?

 

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