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HOMERO ALSINA THEVENET, UNA HISTORIA DE AMOR CON EL CINE
El hombre que descubrió a Bergman

Amigo de Onetti, iniciado en el periodismo hace 60 años en el mítico semanario “Marcha”, es el crítico de cine más célebre de América latina, un veterano de jurados internacionales y autor de 19 libros. Y el primero que se dio cuenta fuera de Suecia de que Ingmar Bergman era un genio.

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t.gif (862 bytes)  –Para muchos está catalogado como el descubridor del cine de Ingmar Bergman...
–Es un error de formulación. Soy uno de los once descubridores de Bergman en el mismo momento y en el mismo sitio.
–Eso necesita ser explicado.
–Fue en el segundo Festival de Punta del Este, en 1952. No tuvo apoyo oficial, así que se hizo con material de distribuidores privados y uno de ellos, que se llamaba Ellenberg, había hecho una exploración por Europa y había traído un poco de cine animado, algo polaco, y bastante sueco.
–¿Con eso se hizo el festival?
–La embajada italiana colaboró también. Ese festival fue muy importante porque ahí también se descubrió el cine japonés. Se dio Humberto D, de Vittorio De Sica, en primicia en Punta del Este y al mismo tiempo que se estrenaba en Italia. Y vimos Juventud divino tesoro, que es una de las primeras películas de Bergman que se exhibió en América latina. En ese momento el festival no tenía un jurado oficial, pero tenía un jurado de la crítica que integré con diez personas más, que venían de diarios y de cineclubes. Quedamos asombrados. Recuerdo largas charlas con el crítico Emir Rodríguez Monegal con quien la vi dos veces. El descubrimiento, si es que se le puede llamar eso, fue en ese momento. El festival coincidió con la edición de una revista, Film, que llegó a sacar 22 números con un plan que abarcaba toda la crítica nacional. Procuramos poner en cada número un director (Orson Welles, Eisenstein, Carol Reed y varios otros). Yo conseguí rever una película de Bergman, logré material de Suecia que me tradujeron en Montevideo, y fue así que en julio de 1953 el número 14 de Film apareció con una larga nota mía explicando a Bergman.
–¿Fue la primera fuera de Suecia?
–Sí. Pero aquí viene la parte risueña. Los franceses vieron Sonrisa de una noche de verano y lena17fo02.jpg (10084 bytes) dieron el premio a la mejor comedia en Cannes en 1956. Allí festejaron a un señor sueco, que para ellos era desconocido, como si fuera un gran comediógrafo. El premio era el primero que obtenía Bergman fuera de Suecia. Su productor, muy contento, le dijo que se había ganado el derecho a hacer aquella película difícil que habían cajoneado el año anterior. Entonces sacaron del cajón el libreto de El séptimo sello. Un año después lo llevó a Cannes y en ese momento los críticos franceses se agarraron la cabeza preguntando dónde estaba el comediógrafo del festival anterior. Para alguien algo experimentado en el cine de Bergman...
–Como, por ejemplo, usted...
–Alguien como yo. El que haya visto La noche del circo, Juventud divino tesoro y Sonrisa de una noche de verano empieza por saber que Bergman es un director múltiple, que ha manejado comedia, drama, y de todo, creo que con excepción del western. Mi primer libro (1964), que escribí con Emir Rodríguez Monegal, es uno de los que se consideran más importantes y recopila notas de diarios y de la revista Film, sobre ese director.
–La historia posiblemente no sea siempre justa con todos. De los once descubridores quedan pocos...
–Murieron varios.
–Y los franceses no se dieron por enterados de tu obra.
–No sé. Los suecos sí se dieron por enterados porque cuando Bergman cumplió 80 años, en julio de 1998, me llamaron de Estocolmo y querían saber qué opinaba yo de los 80 años y de la obra de Bergman.
–¿Nunca intentó hacer cine?
–No, en Uruguay siempre fue difícil hacer cine, o producir cosas. La prueba está en que todo el cine uruguayo hasta ahora es bastante precario. Nunca se me dio por escribir ficción, ni siquiera cuentos, mucho menos un libreto para una película. Ya lo dije en otra entrevista, decir que he visto poco cine uruguayo es una coartada que tengo. No vi El dirigible, ni Pepita la pistolera. Si me preguntan si vi Otario, confieso que sí y que no me gustó.
–La crítica le dio fama internacional.
–Queda feo hablar de fama. No sé, me han invitado a un par de congresos... Fui jurado algunas veces.
–Aquí en Montevideo, ¿se siente a un costado o en el centro del mundo?
–A un costado, me pasé 25 años afuera del país. Se puede decir que eso lo aleja a uno. Y además, entre otras cosas, ya no hago crítica de cine...
–¿Por qué no?
–Porque la crítica de cine supone obligarse a ver cuatro películas por semana y escribir eso de apuro. Tengo otras tareas en lo cultural que me parecen más importantes. Además, no veo todo el cine que debería ver. Ahora las elijo, aprovecho el tiempo de otra manera. Pero además, el cine actual no ayuda. Antes se podían ver películas más valiosas. Si se junta el promedio de grandes directores de hoy con los grandes directores de antes, la diferencia es apabullante. En las décadas del 50 y del 60 se podía juntar un Visconti, Fellini, Rosellini, De Sica, Kurosawa, Bergman... Eran todos nombres enormes. En este momento hay un monopolio de cine norteamericano. Muchas películas de acción, muchos autos destrozados... Es decir, el cine actual no permite decir que me estoy interesando por el cine como expresión artística en sí. Ahora la fotografía es bonita. Pero a mí, si una película no me deja algo de sentimiento o de idea, no me interesa la excelencia de su fotografía. Eso no significa que le dé la espalda al cine... una vez fui al Festival de Mar del Plata. Había algunas cosas interesantes. No me niego. Se puede ver cuando hay qué ver. El problema es que el cine europeo es prácticamente desconocido. Hay que estar leyendo revistas extranjeras para enterarse qué es lo que hacen en Italia, Francia, Polonia o Rusia.
–Una pregunta clásica: ¿cuáles fueron las mejores películas de todos los tiempos?
–Es una pregunta casi imposible de responder porque uno empieza a decir las diez mejores y enseguida tiene quince y hay que tachar cinco. Eso pasa siempre.
–Pero intente...
–El ciudadano de Wells, Gritos y susurros y Cuando huye el día de Bergman, Amarcord de Fellini, Lustrabotas y Ladrones de bicicletas de De Sica, Vivir y Samurai de Kurosawa... Ya van ocho y la lista tiene mucho más. Me interesan las películas chicas, bien hechas. Hace muy poco tiempo tuve que hacer una nota sobre cine policial. Estuve revisando antecedentes y hay un director que se llama Joseph Lewis. No lo conoce nadie, pero hizo un par de cosas muy buenas. Estuve leyendo notas mías del año ‘55 y redescubrí que había descubierto cosas chicas, olvidadas que había que rescatar. En lugar de hacer cine, o hacer crítica, se puede hacer información cinematográfica que es interesante y es esencial para otros que hacen cine. Si miro en mis libros, veo que hay historias de películas que tuvieron historias complicadas: Lo que el viento se llevó, Casablanca, El ciudadano, Cartas enamoradas, Viñas de ira. Es decir, hay una persona que quiere hacer cine ahora y que nació mucho después de que se estrenó Lo que el viento se llevó y puede leer lo que pasó durante la filmación. Es una forma poco elaborada de ensayo cinematográfico que es superior a la crítica. Pero es bueno para los que trabajan ahora, que abunde la información de otras experiencias: la información precisa.
–En abril de 1989 nos encontramos en Buenos Aires en la casa de Kamala Di Tella y usted me dijo que, si ganaba las elecciones Carlos Menem, se iba de Buenos Aires...
na17fo02.jpg (10084 bytes)–Sí, y me fui. Pero no fue el único motivo. La asunción de Menem fue un factor. Hubo otros. Pero yo tenía alguna experiencia. Cuando estaba en la revista Siete Días (Abril), en el ‘85, estaba de director Germán Sopeña, que había resuelto publicar cada semana un artículo de un político. De La Rioja Menem mandaba artículos sobre lo que quisieras, larguísimos. Sopeña me daba esos textos (yo era prosecretario de redacción) y me decía, “A ver si abreviás esto.” Había que abreviarlo al castellano, traducirlo. Ahí me di cuenta de que Menem era un chanta de los que no había. Este hombre tiene que decir que sí y decir que no al mismo tiempo y a cualquier cosa. Es la improvisación total. Pero además otro factor circunstancial, más importante, fue que cuando se hizo aquí en Montevideo, a comienzos del ‘89, el voto verde o amarillo, por la amnistía o la no amnistía de los militares, tuve que venir de Buenos Aires a votar. Estaba en Buenos Aires desde 1984 y en la página de espectáculos de Página/12 desde el ‘87. Me mandaron a Montevideo, no sólo a votar, sino también a cubrir el acto eleccionario. Estuve diez días.
–Que se hicieron diez años.
–Me pescó Jorge Abondanza, jefe de espectáculos de El País de Montevideo desde hace más de 30 años, un colega. Habíamos trabajado juntos entre 1954 y el ‘65, cuando yo me fui a Buenos Aires. Me dijo que me quedara en Montevideo. Coincidimos en que había que hacer un suplemento cultural, si bien yo no me sentía lo suficientemente culto para hacerlo. Así inventamos El País Cultural. Elvio Gandolfo fue uno de los integrantes del equipo. Tuvimos que acomodarnos a los relojes de la empresa, porque ya había suplementos para madres, hijos, televisión, perros, de todo. No usamos color, que a veces perjudica al texto, y no tenemos publicidad, así que dependemos de que el diario nos siga financiando. Me dan un sueldo y vivo de eso, ésa es la ventaja. También es por amor al arte. Me gusta hacer este suplemento con un equipo al que le gusta hacerlo. Tenemos una libertad que en Buenos Aires me envidian. Estamos por cumplir diez años y nunca me han dicho lo que hay que publicar o que no. Y encima, pagamos las notas. La orden de pago va a tesorería en cuanto se acepta la nota, antes de publicarla. Digamos que por eso muchos colaboradores me quieren.
–¿Usted estuvo en la revista Marcha desde el comienzo?
–Carlos Quijano fundó Marcha en junio de 1939. En los fondos vivía Juan Carlos Onetti, que entonces tenía 30 años. El tenía la sección “La Piedra en el Charco”, que la firmaba Periquito el Aguador. Yo tenía 17 años. Y fui a la revista como voluntario corrector de pruebas. Dos años después Onetti se cruzó a Buenos Aires con un trabajo en la agencia Reuter. Yo salté el charco en enero de 1943, siguiendo a una mujer que por suerte me rechazó. Conseguí un trabajo en una compañía de seguros y fui a vivir a una pieza con Onetti en la avenida Córdoba (la dueña nos vigilaba cuánto tiempo usábamos el calefón y nos acusaba de desperdiciar agua).
–¿Cómo era Onetti en esos tiempos?
–Tuve amistad con Onetti cuando ambos éramos dos desconocidos. Era un bohemio, y era pobre. Había vivido en el fondo de la redacción de Marcha, que es donde lo conocí. Eso era antes de empezar a escribir sobre lo que era el cine. La amistad era también el conocimiento. Era un señor bastante silencioso, melancólico, muy atractivo para las mujeres que se le pegaban. Andá a saber por qué. Era un señor que parecía hosco y huraño para mucha gente. Tenía un centro muy tierno, muy idealista. El tiempo con Onetti en Buenos Aires fue el ‘44. Después de eso él volvió a Montevideo y yo también (para escribir cine en Marcha hasta el ‘52, cuando me alejé porque Hugo Alfaro no quería que cubriera el Festival de Punta del Este porque le parecía un despilfarro de dinero). Con el tiempo me divorcié de la que era mi mujer y ella se casó con el hijo de Onetti. ¿Qué te parece? Un día nos cruzamos con Onetti en Montevideo en un ómnibus. Era cuando apenas se había conocido el romance. Los dos nos dijimos la misma frase: la culpa es tuya. Ahora, la pregunta que tiene un poco de gracia es así: si yo me divorcio de mi mujer y esa mujer se casa con un hijo de Onetti, que era amigo mío ¿qué vengo a ser yo de Onetti? La respuesta es: admirador.
–A Jorge Luis Borges se le atribuye la frase de que si el cielo existe debe estar poblado de uruguayos.
–Se le atribuye cualquier cosa a Borges. Es una generalización porque hay gente mala también. Hay una generalización menos generosa que hacen los uruguayos: todos los porteños son malos, prepotentes, orgullosos... El concepto ese de los uruguayos quizás sea porque somos serviciales, hablando muy en general, amables... Si ven una señora en la esquina, la toman del brazo y la ayudan a cruzar. Si se les pregunta por la calle tal, explican y hasta lo acompañan... Cosas que no ocurren en las grandes ciudades, y en Buenos Aires tampoco. Además siempre tienen disponible un mate, con el termo bajo el brazo

 


POR QUE HOMERO ALSINA THEVENET

25 años de oscuridad
Por Andrew Graham-Yooll

En la semana del Festival Internacional de Cine Independiente parece casi inevitable ir enna16fo04.jpg (16047 bytes) busca de “HAT”, sus iniciales y su firma favorita que hizo que alguien en Brecha lo nombrara “Un hombre llamado sombrero”. Nacido en agosto de 1922, es hoy uno de los grandes de la crítica cinematográfica y del periodismo rioplatense. Tiene 19 libros publicados, incluyendo varias colecciones de crítica, una biografía de Carlos Chaplin (1977) y dos volúmenes de La Enciclopedia de datos inútiles (1986/7).
Su iniciación en el cine comenzó temprano. A los once años fue atropellado por un ciclista. Le costó 45 días de yeso. Para aliviarlo, su padre, director del suplemento dominical de El Día, le consiguió un carnet para entrar gratis al cine. A los 17 años comenzó como voluntario en Marcha. En 1945 se instaló como crítico de cine. De 1952 a 1955 estuvo en la revista Film. De 1954 a 1965 trabajó en El País de Montevideo. Entre 1965 y 1976, en Buenos Aires, trabajó en Primera Plana y en la Editorial Abril, en Panorama y en Adán, que duró unos 20 números hasta el gobierno del general Juan Carlos Onganía “y había que andar vigilando el tamaño de los escotes”. En 1976 se exilió voluntariamente en Barcelona, que produjo el reencuentro con amigos como Carlos Martínez Moreno, Carlos Rama y Juan Carlos Onetti.
Vendrá a Buenos Aires para el 25º aniversario de la Feria del Libro. Dará una conferencia sobre cine, “25 años de oscuridad”. Ediciones de la Flor publicará su recopilación de artículos de cine, Primeros y últimos planos.
Es quisquilloso, detallista (extremista en fechas y datos precisos). Es tajante e irónico. Es admirado entre los críticos de cine en todo el mundo. (En el British Film Institute, en Londres, son capaces de una pequeña reverencia cuando se lo nombra.) Algunos lo describen como severo. Para los amigos es un gran amigo. En 1998 sus libros fueron premiados por el Ministerio de Educación en Uruguay.

 

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